martes, 9 de agosto de 2016

AnK - Volumen 5, Capítulo 6


En algún lugar de la plomiza oscuridad, un débil sonido se acercó dando tumbos hacia él. Algo húmedo y torpe se enredó en torno a sus extremidades, temblando lánguidamente, lanzándose contra él con su peso muerto.
No sabía si se hundiría o flotaría, si se lo llevaría la corriente, o si no. Estaba consciente, pero de alguna manera nada parecía real. Era como si su cuerpo, mente, alma y corazón se hubieran separado los unos de los otros.
En algún lugar, algo gritó.
Reconoció el sonido como el pulso de sus venas. En ese instante, su cuerpo y su mente volvieron a encontrarse, resonando con cada grito.
Cercano y lejano, como el repique incesante de una campana, el golpeteo hacía que le doliera mucho la cabeza. El mundo se deformó, como si lo estuviese viendo a través del lente de un caleidoscopio. En su mente visualizó un aplanado mundo a blanco y negro de dos dimensiones. Nada tenía sentido. Nada permanecía igual. Los venenosos colores danzaban frente a sus ojos, como puntos y líneas de un holograma incomprensible.
La progresión de las señas vagamente familiares y los símbolos eran producto de los fragmentos de sus propios recuerdos. O quizás era una ilusión creada por su mente. O como si la fantasía febril de su imaginación hubiera enloquecido. Un mal presentimiento que no comprendía. Una sensación de desasosiego. Una irritante sensación de urgencia. Un hambre.
Sus parpados se sentían tan pesados que parecían estar pegados a la esclera de sus ojos. Finalmente se obligó a abrirlos y un relámpago de dolor lo recorrió de los pies a la cabeza, como si una mano hubiera aferrado sus entrañas para retorcerlas.
“Mi madre—” Riki se dobló sobre sí mismo y gimoteó.
Su espalda crujía como una bisagra oxidada. Sus retinas veían chispitas. Apretó con fuerza los dientes.
“Qué demo—” contuvo el aliento. “Joder—”
Ni quedándose tan quieto como le era posible, el dolor dejaba de afectar sus nervios. Los eventos de la noche anterior habían empezado finalmente a penetrar dentro de su cabeza. Su pulso era un ruido sordo en sus oídos.
“Mierda—me—duele—”
Recordó el trato tormentoso que le habían dado los Siniestros. Se hizo consciente de un incesante golpeteo algo distinto de las olas de agonía que sentía. Haciendo una mueca, Riki levantó la cabeza.
“¿Qué?”
Alguien estaba llamando a la puerta. El reloj que tenía en su mesita de noche marcaba las ocho treinta y cinco.
¿Qué infeliz… fastidia tan temprano… a estas horas de la mañana?
Maldiciendo a su visitante, haciendo frente al dolor tanto como pudo, Riki se levantó. Los golpes en la puerta solo se hicieron más implacables.
“Espera,” murmuró por lo bajo. Y entonces se acordó de repente. La noche de ayer, después de haber llegado a su apartamento, había apagado el teléfono.
Haciendo acopio de toda la terquedad y fuerza de voluntad que poseía, arrastrando su cuerpo retorcido y curvado bajo la lluvia, había logrado volver a casa. Muriéndose de cansancio, boqueando por aire, digitó a los golpes el código de seguridad de la puerta con dedos temblorosos y entró tambaleándose.
 Como una liga elástica que ha sido estirada hasta su punto de ruptura, colapsó. Aun así, se las arregló para bloquear nuevamente la puerta y encender el sistema de seguridad como si planeara no volver a abrir su puerta nunca jamás. Todo lo que quería hacer era tirarse a la cama y dormir por el resto de su vida. Así que también había apagado el teléfono.
Con que eso fue lo que ocurrió. Empezaba a recordarlo todo. Presionó el botón del intercomunicador. En la pantalla apareció la cara de Guy y todo el dolor y las molestias que sentía, toda su amargura se desvanecieron. Aunque no pudo abrir la puerta lo suficientemente rápido, le tomó un largo rato.
Guy debía haber estado igual de desesperado, considerando lo que fuera que lo había hecho llamar a su puerta tan temprano. Antes de que la puerta estuviera lo suficientemente abierta, Guy estaba intentando meterse a la casa contorsionando su cuerpo a través de la pequeña abertura.
Se miraron brevemente el uno al otro, ninguno dijo nada, paralizados en su lugar como queriendo no pasar absolutamente nada por alto.
Al final, Guy habló, en vez de saludarlo como siempre, las palabras salieron de apoco de entre sus labios: “Te ves horrendo recién levantado. Qué desilusión.”
Riki quería reírse pero no podía. Así hubiese sido genial resolver todo con una simple broma, la realidad no podía cambiarse. Sin embargo, se sentía muy aliviado. Su respiración forzada fue haciéndose más natural, derritiendo la fría dureza en su garganta. La línea tensa y apretada entre sus labios se relajó.
Riki no sabía qué aspecto tenía su propia cara. Pero Guy estaba cubierto de moretones, y aun tenía sangre fresca apelmazada en las comisuras de la boca.
“Tú también te ves feo,” fue todo lo que se le ocurrió decir. “¿Cómo están los otros?”
Era razonable suponer que el resto de la pandilla se encontrara en condiciones similares. Pensar en eso volvió a ponerlo de mal humor. La ira contenida en su interior se agitó.
“Luke y Norris están igual que nosotros. A Sid le dieron con una vara de asalto antes de que le metieran su paliza y eso lo dejó noqueado en el piso,” dijo Guy, su voz sonaba como si estuviese maldiciendo por lo bajo debido a que tenía el labio partido.
“¿Con una vara de asalto?” gimió Riki, recordando la clase de sacudida que podía ocasionar esa cosa. Para los Siniestros, los mestizos eran especies inferiores, que valían incluso menos que la basura de un vertedero.
“Es más, habían estado durmiendo en Roget’s para que se les pasara un poco el dolor hasta hace unos minutos.”
“¿Qué?”
Roget’s era el bar que frecuentaban. Riki estaba confundido. Si estuvieron recuperándose en Roget’s hasta el amanecer—
Marcus, el jefe de cabello gris de los Siniestros, le había hecho creer que el resto de la pandilla estaba encerrada en la Central de Policía. ¿No era verdad entonces? No pudo evitar decir impulsivamente, “¿No los llevaron hasta la estación de policía?”
Desde que lo habían puesto en libertad, Riki había estado preocupado por lo que pudiera estarle pasando a Guy y los demás. Su ansiedad solo se había multiplicado con el pasar de los minutos, sentimientos de los que no podía deshacerse. El ambiente de la Central de policía no había sido el más propicio para interrogar a los Siniestros acerca del estado de sus amigos. Cuando el asunto aquel sobre Iason y él siendo su mascota había salido a flote, fue todo lo que pudo hacer para mantener bajo control su humillación. Sobre todo, al haber sido golpeado tan terriblemente, a pesar de lo preocupado que pudo haber estado por Bison, no había tenido otra opción más que intentar volver a los barrios bajos.
Pero entonces, hacía unos instantes, el volver a ver la cara de Guy en el monitor lo había hecho detenerse y recobrar el aliento. Y cuando había abierto la puerta y había visto a Guy en carne y hueso, con una enorme sensación de alivio, Riki había visto que Guy de alguna manera se las había apañado para regresar a casa también.
A diferencia de él, para bien o para mal, el resto de Bison no tenía ese haz bajo la manga llamado Iason Mink. Riki no había estado para nada seguro de que fueran a liberarlos—y esa duda había inmunizado un tanto su cerebro al dolor físico.
“¿La estación de policía?” Guy juntó las cejas, dubitativo. “No. Estábamos en Roget’s cuando entraron los Siniestros y nos dieron una tunda. Pasamos toda la noche allí.”
En pocas palabras, Marcus le había mentido a Riki. ¿Por qué? ¿Cuál era la razón? ¿Estaban intentando infringirle alguna especie de daño psicológico? Si así era, entonces habían tenido éxito. Aunque el resultado final de sus esfuerzos había sido probablemente lo último que habrían esperado los Siniestros.
Aunque a esas alturas del partido, no interesaba. Por supuesto que las cosas habían salido de esa manera por un giro del destino. Pero no era hora de ponerse a celebrar nada.
“Después de hacernos pasar por el infierno, los Siniestros empezaron a amenazar al resto de la gente. Después de un rato alguien tosió tu nombre. Cuando amaneció, el dueño de Roget’s nos dijo que era seguro marcharnos. Como por lo menos podía caminar, vine hasta aquí tan rápido como pude.”
Me alegra saberlo. Riki exhaló otro suspiro de alivio. Eso significaba que había sido el único al que habían arrastrado hasta la Central de Policía. A todos les había tocado afrontar una cantidad idéntica de violencia irracional, pero no los habían sometido a investigaciones ni se habían inmiscuido en sus datos personales. Al menos Riki podía quitarse ese peso de encima que llevaba desde la noche anterior.
Un agradable giro del destino.
Si bien ese pequeño tiro de suerte no bastaba para cubrir el resto del infortunio, saber que el resto de los miembros de la pandilla no habían terminado en la lista negra de Midas eran excelentes noticias.
Pero la forma de reaccionar de Riki a esa información solo dejó a Guy más perplejo que antes. Por un momento se sumió en un confundido silencio. Y entonces le dedicó una mirada penetrante.
“Riki, ¿te obligaron a ir hasta la estación de policía?” Había un toque duro y afectado en su voz, su siempre sorprendentemente confiable sexto sentido se había activado.
Riki no estaba seguro de cómo responder. Vaciló, mordiéndose el labio. Eso fue suficiente para que Guy lo entendiera.
“¿Por qué—por qué solo a ti?” la voz de Guy sonaba tanto forzada como dolida.
Riki tomó un profundo respiro y dijo, “Supongo que fue porque yo era la cabeza de la pandilla.”
Guy respondió con una expresión enigmática. Era razonable. Bison no habría existido sin Riki.
“Asumieron que Kirie era miembro de Bison.”
Una suposición errada, con toda seguridad, pero los Siniestros no entendían razones. Como si a Guy se le hubiera ocurrido lo mismo, sus labios se contrajeron en una mueca. Seguramente no solo los Siniestros. Todo el mundo en los barrios bajos habría concluido lo mismo desde que Kirie se había esmerado tanto en esparcir el rumor. Hasta donde Riki y los otros entendían, aquello no significaba nada. Pero era algo que se seguía comentando en los barrios bajos, incluso si todo lo que quedaba de Bison era una lápida sobre una tumba, y la fama de haber tenido una racha ganadora invicta en lo más alto de su gloria.
Si a eso se hubiese remontado todo, entonces podrían haberlo recordado como un chiste. Salvo que el nombre fantasma de Bison seguía sonando en los barrios bajos sin que los miembros de Bison lo supieran. Para Riki y para Guy se había vuelto algo cotidiano—una causa constante de problemas.
“Pero regresaste de una pieza,” dijo Guy sin tratar de ser gracioso. Estaba serio. El tono de su voz, la expresión de sus ojos, denotaban su sinceridad. Nadie salía de la Central de Policía tan campante como Riki. Esa era una realidad marcada en las mentes de todos los mestizos por la División de Seguridad Pública de Midas.
“Porque no sabía nada sobre Kirie. Nadie puede confesar lo que no sabe. No importa cuán horrible sea la tortura. De haberlo sabido, lo habría dicho mucho antes de que me pusieran las manos encima.”
Riki no era tan temerario como para intentar inventar una red de mentiras con los Siniestros involucrados. Mentir solo habría corroborado sus sospechas. No era tan estúpido como para intentar evadirse de esa forma. Sin embargo, de ninguna manera iba a confesarle a Guy que era la mascota de un Blondie.
“Tampoco es que haya salido ileso.”
“Bueno, sí, me doy cuenta por cómo te dejaron la cara.”
“Eso no es nada. Después de darme unas cuantas palizas, se hicieron con mi información personal.”
“¿Qué hicieron qué?”
“Ahora estoy en su lista negra.”
“¿Me hablas en serio?” Guy tragó gordo.
“Sí, ya no puedo burlar la ley en Midas.”
Más que burlar la ley, solo salir y entrar a Midas iba a ser mucho más complicado. Eso significaba estar en la lista negra para un mestizo.
Cuando Riki había sido mensajero, Katze le había advertido con severidad: No te metas en problemas con la División de Seguridad Pública de Midas. Incluso cuando estaban equivocados, siempre tenían la razón.
Con ellos no funcionaban los sobornos. Eran un montón de Dobermans en cuanto a su devoción por el trabajo. Fue por ese entonces que Riki también se había enterado de la existencia de los inhumanos nanochip asesinos.
El mercado negro tenía sus reglas. Y no eran compatibles con las reglas y regulaciones de la División de Seguridad Pública.
Nunca lo olvides. No nos sirven de nada los hombres propensos a llamar la atención. Esa era la esencia de lo que Katze le había dicho a Riki la primera vez que se habían visto. No hay necesidad de ser un arrodillado, pero lo más inteligente que puedes hacer es no causar problemas en primer lugar.
Esa advertencia debía haber sido la manera que tenía Katze de preocuparse abiertamente por que el carácter de Riki sobresaliera en el entorno del mercado negro. En cualquier caso, Riki tenía un record extenso en dar vuelta al marcador con bravucones que buscaban causarle problemas.
Si Riki permitía que lo subestimaran en los barrios bajos, sería el final. Así que cualquier cosa que le hicieran, la devolvía con todas las de la ley. Era apenas razonable.
Pero incluso si Katze se hacía el ciego ante los pleitos entre sus empleados, en cuanto a lo que el trabajo respectaba, era muy distinto.
Tu orgullo es absolutamente irrelevante a las operaciones de esta organización. Se trata todo de usar la cabeza y aprender de la experiencia para que puedas hacer bien el trabajo. El mercado negro no necesita incompetentes que no puedan ajustarse a esa verdad.
Ese era el absoluto e inalterable resultado final.
De modo que cuando Riki trabajaba como mensajero, nunca le había ocasionado problemas a la policía en ninguna parte. No solo en Midas sino en cualquier otro lugar que visitaban. No era el visto bueno de Katze lo que le importaba, sino el de todo el mundo.
Era por eso que nunca habría imaginado que gracias a sus embrollos con Kirie hubiera terminado probando la humillación de recibir una paliza por parte de los Siniestros. Solo podía estar agradecido de que no le hubieran implantado un nanochip en la Central de Policía.
No, en lo que a la División de Seguridad Pública respectaba, los mestizos de los barrios bajos no merecían siquiera el costo de instalar el dispositivo. Al mismo tiempo, el solo pensar en las posibilidades le daba a Riki el mismo escalofrío de miedo que la idea de que el asunto de ser la mascota de Iason se diera a conocer.
La reacción de Guy ante la explosiva revelación hizo su tono de voz tan duro como Riki pudo haber esperado. “Eso significa que van a estar circulando tu ficha policial a los Cuerpos de seguridad.”
Mientras trabajaba como mensajero para Katze, Riki había aprendido los detalles más finos de la sociedad de Midas—los buenos y los malos. Pero lo que había aprendido hasta entonces era casi todo lo que se sabía en los barrios bajos sobre la infame lista negra. O más bien, para los moradores de los barrios bajos, eso era lo único que merecía la pena saber.
En cualquier caso, últimamente los chicos que se adentraban en Midas estaban siendo investigados y perseguidos en cantidades. Se rumoraba que la causa principal era que las fichas policiales estaban siendo entregadas a los Cuerpos de seguridad. Se tratara de un hecho o de simples comentarios era algo que nadie sabía.
El resultado final era que, aunque nadie pudiera decirlo de un modo u otro, el hecho de que la actividad de los Cuerpos de Seguridad hubiera florecido en cada área—llevando a cabo sus persecuciones a los mestizos con una tenacidad exasperante—no era un rumor cualquiera.
“Una vez que los Siniestros se resignaron a que no obtendrían ninguna información útil de mi parte sin importar cuan terrible me golpearan, me arrojaron al basurero más cercano y me dejaron para que muriera. O al menos esa fue la impresión que a mí me dio.”
“¿Por qué te dio esa impresión?”
“Me desocuparon los bolsillos. No me dejaron un solo centavo. Si no hubiera escondido una tarjeta de crédito en mi zapato y llamado un taxi, me hubiera muerto congelado allí mismo.”
Noventa por ciento de verdad y diez por ciento de mentiras.
Desde que Riki no estaba mintiendo solo para mantener una narrativa consistente y limpia, dejó que la ficción se deslizara con facilidad de entre sus labios. Siempre que deseara mantener ocultos sus verdaderos colores y evitar que los trapos sucios de su vida salieran a la luz, no tenía más opción. Solo podía  rezar porque Guy le creyera.
“Solo me alegro mucho de que hayas podido regresar a salvo.”
“Escasamente a salvo.”
“Sí. De cualquier forma es bueno. No puedes imaginar lo aliviado que me sentí de encontrarte aquí.”
Si Guy decía aquello, era verdad. Riki tomó un profundo respiro y miró hacia el techo. Guy exhaló un pequeño suspiro. Eso pareció poner fin a la conversación. Pero de alguna forma sentían la extraña necesidad de que la cosa siguiera.
“Oye, ¿ya desayunaste?” preguntó Riki, cambiando abruptamente su tono de voz por uno casual. Le daba la impresión de que habían estado parados junto a la puerta todo ese tiempo.
“¿Qué? Oh, no.” Capturado con la guardia baja, los ojos de Guy se abrieron un poco.
“Ponte cómodo. Solo me tomará unos minutos.”
“No, así estoy bien. Me parece que dejé a los otros esperando. Será mejor que regrese.”
Cuando Guy se dio la vuelta para irse, Riki lo agarró del brazo y habló más forzadamente, mirándolo a los ojos. “Vamos, siéntate. Por lo menos déjame calentar un poco de sopa para ti.”
“Bueno, supongo que un poco de sopa estaría bien,” dijo Guy, cediendo. “Tengo la boca tan jodida,” se quejó. “No creo que pueda tragar nada sólido.”
Guy fue hasta la sala y se sentó en el sofá. Ahora que Guy lo mencionaba, a Riki le pasaba lo mismo. Después de la noche anterior, no había tenido mucho apetito, y no estaba seguro de poder tragar nada. Pero necesitaba una razón para que Guy no se fuera. La única sopa que Riki tenía era cubitos de caldo instantáneos. Una taza llena y humeante a primera hora de la mañana era casi como tomar orina, pero era mejor que nada.
A los dos los habían dejado con la boca despedazada, así que algo como agua mineral tibia habría resultado un poco más suave para sus gargantas. Pero Guy se habría bogado el agua de un sorbo y se habría ido, y Riki no quería que se fuera.
Por más forzada que fuera la conversación, Riki quería hablar con Guy. Si no hablaban cuando podían, le daba la impresión de que las oportunidades solo se harían más escasas, especialmente después de incidentes como el de la noche anterior.
Riki le pasó la taza de sopa a Guy y se reclinó despacio en el sofá. El minuto en que tuvo el asunto frente a él, sus sienes empezaron a doler. Pero habiendo llegado tan lejos, tenía que seguir todo el procedimiento hasta el final.
Más que tomarse la sopa, se mojaban los labios con ella y la lamían como un par de perros. Haciendo pausas de vez en cuando para descansar, trataban de enfriar la sopa moviendo la taza.
Como para rellenar los momentos de silencio, Guy dijo, “La policía de Midas irrumpió en pleno. A todas estas, ¿qué carajos habrá hecho Kirie?”
“Pues tratándose de Kirie, pudo haber hecho cualquier cosa,” murmuró Riki exasperado. Kirie era la última persona en el planeta sobre la que quería hablar.
“Sí, pero me tiene preocupado.”
Ese tonto no merece la preocupación de nadie, maldijo Riki para sí mismo.
Miró a Guy firmemente y dijo, “Ya olvídate de eso, Guy. No te conviene ni a ti, ni a nadie el saber en qué anda metido.”
“Sí, supongo que tienes razón.”
Sin importar qué preocupaciones pudiera tener Guy, permanecer en la ignorancia era lo mejor que podía pasarle. Como una esponja absorbiendo agua, sentía cada momento de la noche anterior, pero la curiosidad seguía latente dentro de él.
¿Qué demonios hizo Kirie y dónde? ¿Qué dominó había derribado para desencadenar el pandemonio? Tenía que tratarse de algo que haría ir a los Siniestros ir hasta los barrios bajos para capturarlo.
Bison no sabía nada y no tenía nada para dar, y sin embargo los habían apaleado y zamarreado por todas partes como muñecos. Al final del día, Guy aun albergaba el deseo de saber de que se había tratado todo. Por qué razón habían tenido que sufrir.
E incluso si a Riki no le causaba la misma curiosidad, Guy tenía que saber por qué a Riki lo habían llevado hasta la Central de Policía. No había forma en el mundo de que no se lo preguntara. Pero Riki no había esperado que Guy siguiera muriéndose por saber.
“No querrás ganarte una reprimenda por culpa de ese imbécil,” dejó escapar Riki. “Ya está bastante enterrado. No vayas a terminar tú igual de jodido.”
Guy se quedó callado. Un silencio incómodo se levantó como una pared invisible entre ellos. Incapaz de soportar la frustración, Riki se volvió hacia Guy y le dijo con franqueza: “Oye, Guy. Últimamente pareciera que, aunque salgamos juntos, estás distante. ¿Qué te ocurre?”
“¿Que qué me ocurre?” Guy se pasó la taza de una mano a la otra, y fijó la vista en otro lado.
“Ah, vamos, no apartes la mirada de mí de esa forma.”
Guy seguía sin tener nada que decir.
“No puedo leerte la mente. Si tienes algo que decir, solo dilo.”
Riki no había pretendido sermonear a Guy al respecto. Pero mantener algo tan importante atascado dentro de él, lo molestaba mucho. Su voz sonó más demandante. Dándose cuenta de ello, y mordiéndose la lengua, el silencio solo se hizo más pesado.
“Pensé que me habías plantado anoche,” dijo Riki. “Seré sincero, Guy, se sintió como una puñalada en la espalda. ¿Sabes? Te juro que no puedo entender qué he hecho para hacer que las cosas se hayan enfriado tanto entre nosotros.”
A Riki le costó gran trabajo mantener bajo control sus emociones. No había sido un problema con los Siniestros, pero con Guy era completamente diferente. A Riki no le interesaban los por qué—solo quería escucharle a Guy decir la verdad.
“Vamos, Guy. No me trates así. Te lo ruego.” Inesperadamente, a Riki se le llenaron los ojos de lágrimas. “Sé que he sido un patán contigo en el pasado. Pero antes no importaba qué pasara, cuando miraba hacia atrás, siempre estabas allí. No puedo soportar tu repentina indiferencia.”
Así había sido siempre desde su época en Guardián. Cada vez que Riki se daba la vuelta, Guy estaba allí. Era por eso que Riki podía seguir adelante.
Incluso cuando Riki había renunciado a ser el líder de Bison y había dejado atrás a la pandilla, podía sentir la calidez de Guy sobre su hombro. Ahora todo lo que veía era una sombra acechando tras una pared.
A pesar de su terrible condición mutua, cuando se miraban a la cara e intercambiaban palabras, Riki no podía sacudirse la sensación de que algo había muerto entre los dos. Y aunque se había hecho consciente de ello, esa pared intraspasable seguía bloqueando el camino. Lo odiaba. Quería que terminara.
“Escúpelo. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?”
“No se trata de eso, Riki.” Le aseguró Guy lacónicamente. “Te equivocas.” Sus palabras dolían como acido en la piel. “¿Me estás diciendo todo esto porque quieres volver a emparejarte conmigo?”
Por un momento, Riki fue incapaz de respirar. Más que no haber visto aquello venir, la inmediatez abrumadora de la propuesta paralizó la expresión de su cara de tal modo que sintió los labios entumidos de frío.
“Era broma. Solo bromeaba.” Sonrió Guy ampliamente. “Te lo estás tomando demasiado a pecho. No te preocupes,” se rio.
Riki no tuvo nada para responder a tan forzadas formalidades y en lugar de hablar, bajó la mirada.
No te preocupes, pensó, repitiéndose las palabras de Guy. Perdóname.
Era tan carente de sentido.
Perdóname.
Era imposible que lo hiciera.
Es mi culpa.
En cuestión de días, habría renunciado a esa vida.
Perdón. Perdón por haberte metido en todo esto.
Quería contárselo todo a Guy, pero no podía. Quería hablar. Quería confesarse. Pero odiaba dejar expuestos sus errores. Odiaba ser señalado, interrogado, examinado. Revelar lo que llevaba dentro del corazón era lo que más miedo le daba.
Solo escúpelo.
Esas habían sido sus palabras, y sin embargo carecía del valor para hacerlo él mismo. Su propio egoísmo lo enfermaba. No podía evitar sentirse culpable de la manera desdeñosa en que se estaba aprovechando de la naturaleza buena de Guy.
“Riki, me voy,” dijo Guy en voz baja y ronca.
Espera, Guy.
Riki se puso de pie al mismo tiempo que la cara de Iason se le venía a la mente, dejando su movimiento torpe y a medias.
Está bien. No te molestes.
¿Te parece bien esto de verdad?
Estando entre la espada y la pared del dilema, la línea apretada que era la boca de Riki vaciló. No sabía qué hacer a continuación. Cargado de indecisión, sus ojos se empañaron. La espalda de Guy se alejó un paso, y luego otro. Riki no podía detenerlo, no podía correr tras él. Solo se quedó allí mirando su espalda.
Una vez que Guy pasara al otro lado de la puerta, se cortarían todos los vínculos entre ellos. Quizás dándose cuenta de lo mismo, los pasos de Guy eran pesados y lentos.
Y así la brecha entre los dos tomó una forma física, en lo que sus emociones contenidas estaban a punto de desbordarse—
Un grito inesperado y extraño asaltó sus oídos.

Riki pegó un brinco. Guy giró para mirar sobre su hombro. Por un instante, sus ojos se encontraron, ambos los tenían tan abiertos como platos por la sorpresa. Y entonces un segundo después empezaron a mirar en todas direcciones, buscando el autor de esos alaridos que despedazaban el aire mañanero.

2 comentarios:

  1. ohooooooo!!!! esta historia se pone cada vez mejor!!!!
    muchas gracias por los capítulos
    alegraste mi regreso a clases T_T
    de verdad, muchas gracias
    y sigue así (/^_^)/


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  2. Wauuuuu!!!! esto esta realmente emocionante!!!!
    Hasta ahora eres la única persona que ha traducido tan completa esta serie, sigue así. Muchas gracias por darte el tiempo de traducir para nosotros. Y por favor, no te desaparezcas tanto tiempo, que esta historia esta buenísima.

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