domingo, 28 de junio de 2020

AnK - Volúmen 7, Capítulo 5


Tres semanas después.
Habiendo cumplido su castigo, Riki se encontraba de vuelta en el salón.
Para pasar de las habitaciones modulares al salón, se requería una transferencia hacia el elevador gravitacional en el treintavo piso.
Para llegar al jardín, se requería atravesar otra sala de ascensores. El corredor era una escalera mecánica que abarcaba tres pisos y cada vez que Riki la utilizaba, se sentía incómodo.
¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
Y entonces lo recordó. Un arco. La voz de un niño. Recuerdos, recuerdos, recuerdos.
La sala de ascensores se asemejaba a la que había en el museo de Guardián.
El recuerdo estaba enterrado en lo profundo de la memoria de Riki.
Ahora que lo pensaba, quizás no había nada de diferente entre estar en Guardián y en el salón. Para las personas de Ceres, su tiempo bajo el cuidado de Guardián era sagrado, así como Eos era el paraíso para las mascotas. Aun si ese paraíso los despojaba de toda dignidad humana.
Riki no podía terminar de acostumbrarse a Eos porque todo sobre Eos era un fraude.
En Ceres, a la edad de trece años, un adolescente era emancipado de Guardián. En Eos también había un límite para la edad de las mascotas, pero aparte de Riki, era generalmente la edad de diecisiete. Tanto en Guardián como en Eos, la juventud era una comodidad. Riki no pertenecía a ninguno de esos mundos.
Riki miró hacia el frente.
Aquellos que no estaban acostumbrados a ver de cerca a Riki, cuchichearon en lo que este se abría camino. No es que le importara. Dobló una esquina y se topó con los sonidos de una discusión.
“Eres una Gilrea irrespetuosa” la voz de una chica llegó a oídos de Riki. Había un grupo de mascotas frente al elevador al que Riki pretendía llegar.
“Tú no eres más que una Amida,” replicó la voz igualmente chillona de otra mascota femenina. “Mi rango es más alto que el tuyo.”
“¿Y quién lo dice?”
“Es por eso que eres tan inútil, ni siquiera lo entiendes.”
Las mascotas hembra continuaron discutiendo sobre la superioridad de sus respectivas razas. Había otras voces que se unían al argumento, cada una añadiéndose a la voz de la cacofonía. Todo se trataba sobre las razas, no sobre la belleza. Ese era el estatus para las mascotas. Eso y la posición de sus amos en Eos.
Para las élites era una regla implícita eso de escoger mascotas acordes a su posición en la vida. El único en todo Eos que desconocía por completo dicha regla y la volteaba de cabeza, era Iason al escoger a un mestizo como Riki.
Las mascotas de raza Gilrea y Amida continuaron discutiendo. Riki no le encontraba el sentido a aquello. Aun para las mascotas con los rangos mas altos de los especímenes de la Academia, había diferencias en el pedigree. Riki lo había escuchado de Mimea. Aun si no podían leer o escribir, las mascotas priorizaban el estatus de su raza por encima de todo lo demás.
El estatus no significaba nada para Riki, quien había luchado para conseguir todo durante su vida entera. Mimea nunca había entendido esto sobre él; la diferencia entre los dos era colosal.
La pelea continuaba.
Era una cuestión de quién se derrumbaba primero.
Por un instante, Riki consideró intervenir, entonces la multitud se desordenó y una sola mascota quedó haciendo contacto visual con él. La mascota se congeló aterrorizada, susurrando el nombre de Riki. La multitud entera se removió y retrocedió.
Es él.
Riki.
El mestizo.
La conmoción creció entre las mascotas. La anterior discusión se detuvo.
Las mascotas se quedaron mirando en silencio en lo que Miguel emergía de entre la multitud.
“¡Riki!”
Riki no supo qué decir. Consideró darse la vuelta y marcharse. Miguel sonrió y se le acercó.
Me castigan durante tres semanas y ahora esto, qué mala suerte. Pensó Riki para sus adentros.
“¿Cómo estás?”
Incapaz de leer la atmosfera a su alrededor, Miguel continuó sonriendo. Riki se quedó mirándolo. Se preguntaba si Miguel era así de despistado o si en realidad había algo más en juego.
Riki empezó a caminar rápido hacia el elevador gravitacional. La multitud se dispersó para hacerle camino.
“Vas a ir al jardín, ¿cierto?” preguntó Miguel. Riki lo ignoró.
“Mientras no estabas, Riki, crecieron flores de color azul en todas partes.”
Riki le dio la espalda.
“Deja de seguirme.”
Miguel se quedó petrificado en su sitio.
“Ve a jugar con los otros niños. Deja de seguirme.”
Miguel se quedó mirando a Riki como si el impacto de esas palabras hubiera sido físico. Riki entró al elevador gravitacional y las puertas se cerraron tras él.
Nada bueno pasará si estás conmigo.
Riki sabía cuan ciertas eran esas palabras. Apretó los dientes en lo que el elevador gravitacional ascendía.

Diez días después.
Riki estaba en su lugar favorito en el jardín con su Placa de datos, leyendo en ella una versión traducida de los mitos de Vila Napas en la antigua Elant. El tiempo se le pasaba rápido a Riki de esta manera.
Todo en el jardín—el viento, la luz del sol, la sombra—era artificial. Pero la tierra, los árboles, las flores, las aves y los animales eran todavía orgánicos, aun cuando habían sido construidos por la cumbre de la tecnología de Tanagura, que había traído a los animales extintos de vuelta a la vida. Nadie molestaba a Riki. No estaba Miguel. Riki se sentía feliz.
Cállate.
Eres una puta molestia.
Deja de seguirme.
Riki nunca cambiaba sus palabras con Miguel, pero aparentemente decírselas en público había surtido efecto, la normalidad de los días de Riki estaba de vuelta. Todo había funcionado, de eso, Riki no tenía dudas.
Y entonces la paz de Riki fue perturbada desde una dirección inesperada.
La cara sin aliento de una mascota hembra apareció frente a él, gritando.
“Estúpido mestizo, lo has dañado todo, ¡todo! Estuve esperando por semanas hasta que lo arruinaste todo, mestizo estúpido, ¡te odio! ¡te odio!” la mascota agitada le gritó a Riki eso y se fue corriendo tan rápido como había aparecido, dejando a Riki completamente confundido.
Y algo similar pasó al día siguiente también, con una mascota hembra diferente.
Y el día después de ese con otra.
Riki se preguntaba si esto se trataba de alguna clase de juego nuevo entre las mascotas, alguna especie de desafío. Se puso a pensar.
Al principio, había estado sin palabras.
Después se sintió molesto.
Finalmente, estaba furioso.
Aun cuando Riki sabía que era mejor no tomar represalias y hacer peores las cosas, la razón por la que esto estaba pasando se le escapaba. Y aparentemente el único que no entendía nada era Riki, como si fuera alguna clase de secreto del que todo el mundo estaba enterado.
Riki había pensado preguntarle a Cal al respecto, pero prefirió no hacerlo. Una vez que lo hiciera, Iason lo sabría—y Riki quería evitar eso a toda costa.
Como era usual, Riki salió de la residencia de Iason en el último piso y se bajó del elevador gravitacional en el treinteavo piso. Al entrar al salón, una sensación de intranquilidad lo acometió. Buscó por la causa y la encontró; había alguien en la sala de elevadores que obviamente no era una mascota.
Era un furniture—con un uniforme diferente del que usaba Cal. Era claro que el furniture no pertenecía a un Blondie, y no había ninguna mascota con correa a la vista. El furniture estaba allí solo. Riki se preguntó de quien se trataba.
Riki se detuvo y se quedó mirándolo porque el furniture estaba pálido, se sacudía estando de pie con los puños apretados. Las miradas de ambos se encontraron. Los ojos del furniture se abrieron del todo. Sus puños temblaron.
“Tú.” La voz sonó como una acusación.
“Es todo culpa tuya. ¿Por qué tú? ¿Por qué eres tan especial? ¿Por qué? ¿Por qué?”
Riki estaba tan acostumbrado al abuso. Que le gritaran por ninguna razón en absoluto no lo perturbaba. Pero que un furniture saliera y le dijera eso en lugar de una mascota, era algo nuevo. ¿Por qué? Riki estaba desconcertado. ¿Quién carajos es este? Riki nunca conversaba con los furniture, ni siquiera con los furniture de los Blondies.
Los únicos que conocía eran Tomass, el furniture de Aisha, y Ray, el furniture de Raoul. Steen y Mimea habían hecho eso posible. El resto eran todos extraños. Pero incluso si Riki no los conocía, lo contrario no era el caso. El deber de los furniture era cuidar de las mascotas. Su red neural estaba llena con nada menos que con cosas del condenado mestizo.
Eso es malo.
Las mascotas eran inmaduras e impulsivas, pero esto era diferente—el furniture estaba a punto de explotar. Riki conocía las señales. Tenía cicatrices de los barrios bajos para probarlo—o tuvo, antes de que Iason se las hubiera mandado a quitar quirúrgicamente.
Decirle cualquier cosa era inútil. Solo iba a acelerar la confrontación. Se diera esta con una mascota o con un furniture, Riki quería evitarla a toda costa. Riki se había mantenido alejado de los problemas; no entendía qué podría haber hecho para fastidiar tanto a ese furniture.
El furniture era un problema, pero no en el sentido físico. Riki tenía experiencia en las peleas de los barrios bajos; este furniture nunca había puesto un pie fuera de Eos. No, el problema vendría por crear un alboroto. Por Iason.
“¡Esto es todo culpa tuya! Pero nunca se te nota en la cara, como si nunca te importara nada. ¿Por qué? ¡No es justo!”
Riki tenía la inescapable sensación de que había estado allí antes, como si ya hubiera pasado por esto alguna vez.
No puede ser.
Steen acercándose a él con un cuchillo.
Si pierdo todo, tú también deberás perderlo todo.
Las palabras floraron en la mente de Riki.
Perdí a Schell, no es justo, si yo pierdo algo, ¡tú también!
Robby.
Cuando había estado en Guardián.
No, no era eso.
No es Robby. Riki se acordaba de Robby pero este furniture no era él. Todo se hizo más claro. Y de pronto lo supo.
“¿Eres Vince?”
El nombre emergió desde un recuerdo lejano.
La cara del furniture se oscureció con algo terrible.

Último nivel.
Tomass, el furniture de Aisha, estaba organizando la cama de su mascota.
Sin dejar una sola arruga, extendió la cobija de manera perfecta. Rutinario. El brazalete de ID de Tomass vibró. Era una llamada holográfica.
¿Qué podrá ser? ¿De quién?
La ID del que llamaba no era de seguridad sino Platino.
Todos los furniture tenían acceso a la red neural y un brazalete—de manera que podían ser contactados en cualquier momento, pero las llamadas de emergencia eran raras. Era algo que no solía escucharse.
¿Oskar?
Tomass activó la llamada holográfica.
Pero antes de que Tomass pudiera decir una palabra, Oskar gritó.
“¡Rápido, trae un botiquín médico—sala de ascensores del treintavo piso!”
La línea se cortó. Tomass se quedó ahí conmocionado por un momento.
¿Qué? ¿Por qué?
Tomass tomó un botiquín de primeros auxilios y comenzó a correr.

Piso 30. Sala de elevadores.
Tomass llegó y encontró allí a Oskar de pie muy pálido.
“¿Qué ocurrió? ¿Alguien herido?”
Oskar agarró a Tomass por el brazo sin decir una palabra y lo llevó hasta el otro lado de la sala, que era una zona muerta para la cámara de seguridad.
Tomass comenzó a hacer preguntas y entonces se detuvo.
Riki estaba recargado contra la pared, su brazo izquierdo estaba sangrando. A sus pies un furniture había colapsado sobre una piscina de sangre. Una mascota con correa estaba cerca, y temblaba de miedo en lo que sollozaba con suavidad.
“¡Amo Riki!”
Tomass vio que el corte en el brazo de Riki era grave.
Un listón rosa, totalmente fuera de lugar, hacía las veces de torniquete. Probablemente le pertenecía a la mascota hembra. Las manos de Oskar no tenían sangre, así que sin duda Riki se había hecho el torniquete él mismo. En el suelo había un cuchillo tipo navaja.
No.
Tomass abrió el botiquín y le aplicó al brazo de Riki un spray coagulante.
“Oskar, ¡llama a seguridad!” exclamó Tomass.
“No lo hagas,” dijo Riki, serio.
Oskar miró a Tomass y después a Riki, y tragó saliva.
“No llames a seguridad.”
“¿Qué estás diciendo?”



Qué lo hubieran descubierto no era la cuestión. Qué esto se mantuviera en secreto era imposible. Riki lo sabía. Cómo había empezado, no era el problema. El furniture tenía la culpa. Y Riki sabía que eso era lo que Tomass quería evitar.
“No llames a seguridad. Yo iré al centro médico por mi cuenta. Ayúdenme a levantarme.”
Riki decía en serio cada palabra. Tomass estaba sin habla. ¿En qué estaba pensando Riki?
“Ayúdame.”
La mano derecha de Riki agarró el brazo de Tomass e intentó levantarse.
“No, si vas sin reportar esto, el furniture será culpado de todas formas,” dijo Tomass tersamente.
“¿De verdad?”
Los ojos de Riki eran silenciosos.
“Por supuesto,” respondió Tomass. La pérdida de sangre era substancial. Tal vez no está pensando adecuadamente, Tomass apretó los dientes.
Si el amo Iason se entera… Tomass tembló.
“¿Por qué no puedes manejar esto con discreción?” preguntó Riki.
“¡No puedo hacer eso!”
“No llames a seguridad,” repitió Riki.
“¡Oskar! ¡Llama a seguridad ahora!” gritó Tomass.
Oskar finalmente tocó su brazalete para anunciar la alerta.
Maldita sea Oskar, ¿por qué eres tan inepto?
Tomass estaba demasiado frustrado. Había procedimientos para estos casos.
“No lo culpes. Él estaba escuchando mis instrucciones,” dijo Riki débilmente.
Los furniture estaban condicionados a obedecer a sus amos y a sus mascotas por igual. Ninguna mascota trataría jamás de proteger a un furniture. La excepción era Riki. Tomass no entendía por qué.
“¿Por qué no quieres llamar a seguridad?” preguntó Tomass. Quizás esta iba a ser su única oportunidad de hablar con Riki. Quizás Riki le respondiera o quizás no.
“Me habían advertido que no causara problemas. No importa quien lo empezara. El castigo sería impedirme ir al salón.”
“¿La advertencia te la dio el amo Iason?”
Riki asintió con la cabeza.
Tomass estaba sin palabras. Para que Riki llegara a esos extremos, las tres semanas de castigo debían haberlo afectado mucho.
“¿Sabes quién es este?” Riki señaló al furniture inconsciente, con un gesto de su quijada.
“Ese es el uniforme de furniture de los Onyx,” respondió Tomass.
“Probablemente le rompí dos o tres costillas,” dijo Riki como si nada. Riki estaba acostumbrado a la violencia.
Esto es una pesadilla. El pensamiento cruzó la mente de Tomass. Las consecuencias iban a ser sufridas por los furniture de todo Eos. Oskar había tenido la mala suerte de toparse con la escena mientras paseaba con correa a una mascota nueva.
¿Quién es este?
Tomass boqueó la pregunta. Oskar sacudió la cabeza de lado a lado.
Uniforme negro. Un furniture—que se enfrenta a Riki de todos los… Ese pensamiento hizo que Tomass considerara la posibilidad.
Oh no.
Tomass empezó a sudar frío. Se movió de un lado a otro del furniture inconsciente y le miró la cara. La sospecha se convirtió en una realidad.
“Simon.”
Oskar escuchó el nombre. “¿Es Simon?” preguntó.
“¿Simon? ¿Este sujeto?” los ojos de Riki se entrecerraron.
Un silenció cayó sobre todos.
“¿Este es Simon? ¿El furniture que pertenecía a Miguel el Paradita?”
Tomass estaba conmocionado por escuchar eso provenir de Riki. Las mascotas, como regla, no sabían a quién tenían asignado los furniture. Muchas mascotas ni siquiera sabían el nombre de su propio furniture.
“¿Conoces a Simon?” preguntó Tomass.
“No, pero Miguel dijo que el nombre de su furniture era Simon.” Y entonces Riki se quedó callado.
Tomass sabía que Miguel estaba obsesionado con Riki, pero no supo sino hasta ahora que habían hablado.
La cara de Riki pedía respuestas. “Si te conviertes en furniture en Eos, ¿se te asigna un nuevo nombre?”
La pregunta espantó a Tomass.
“Si te eligen para convertirte en furniture, ¿eso pasa?”
¿Qué está diciendo Riki? El pulso de Tomass se aceleró.
“No sé de qué me estás hablando.” Los labios de Tomass temblaron.
“Este es Simon, tú eres Tomass, ese es Oskar. Estoy preguntando si estos son solo nombres de furniture.”
La mirada de Riki no flaqueó. La intensidad de la misma era asombrosa. Esos ojos se quedaban prendados en el subconsciente.
“Este no es Simon.”
Las palabras salieron despacio y con certeza.
“El nombre por el que lo conocí era Vince. No Simon. Vince. Durante nuestros días en el mismo bloque en Guardián, era un año menor que yo.”
Tomass no pudo encontrar las palabras para responder.

sábado, 27 de junio de 2020

AnK - Volúmen 7, Capítulo 4


Noche.
La bienvenida para el embajador de la séptima confederación Gildeas se había llevado a cabo en el consulado de Parthian.
El anfitrión era Gideon, y en calidad de director de información Iason se había encargado de la recepción, la cual concluyó sin problemas. El coche aéreo transportó a Iason de vuelta a Eos—no a su residencia, sino a donde Orphe le estaba esperando en la oficina central.
Habiendo anunciado su llegada por holollamada, Iason salió del elevador gravitacional para entrar a la compañía de la guardia de honor de Orphe.
Cada oficina de Blondie tenía su propia personalidad individual. La de Orphe no era la excepción; la decoración era elegante y atractiva. Lo que era diferente esta vez era la presencia de Aisha.
¿Qué es esto?
Iason no vocalizó las palabras, pero sus ojos dijeron suficiente.
Iason estaba ahí porque Orphe le había dicho que había un inconveniente con Riki. Que Orphe no le hubiera hablado sobre el tema por holollamada, daba cuenta de la gravedad de la situación como algo que Orphe no quería hacer público. Iason no esperaba que Aisha estuviera involucrado también.
¿Tendría que ver con la mascota de Aisha?
La enemistad entre la mascota de Aisha y Riki era legendaria; ambos se detestaban. Por eso, Iason, quien no tenía interés en las leyes de mascotas, podía recordar el nombre de la mascota de Aisha.
Para Riki, era un fastidio—pero la política de Riki era devolver cualquier acto de violencia tres veces peor. Y así la orgullosa mascota de Academia de Aisha había sido humillada en público. Ese había sido el mayor escándalo de Eos y había zanjado la reputación de Riki como el cruel e incontrolable mestizo, a los ojos de las otras mascotas.
Ninguna mascota se atrevía a desafiar a Riki directamente. Por supuesto, había habido un correspondiente incremento en los rumores e insinuaciones. La presencia de Riki en contravención con las normas establecidas de Eos no podía ser ignorada. La misma violaba todo lo que las mascotas entendían.
Las mascotas eran territoriales; era una cuestión de supervivencia tan antigua como la evolución, incluso en los Cuarteles del Placer de Eos. Pero los argumentos habían sido insignificantes hasta el momento en que Iason trajo a Riki al salón.
Riki era esa presencia única que desafiaba todo sobre Eos.
“No temas, no se trata de un problema,” dijo Orphe.
Entonces Iason no debía preocuparse. Riki estaba demostrando buenos modales y se estaba comportando.
“Pero es un inconveniente.” Con eso, Orphe activó una pantalla holográfica con un movimiento de su mano.
La imagen de un Paradita apareció. “¿Te acuerdas de este?” preguntó Orphe.
Sin dudas—en la fiesta en que había sido presentado, se había destacado. Raoul le había hablado tanto sobre los Paraditas a Iason que dos años después aún se acordaba.
“¿Qué ocurre con este híbrido de Paradita?” preguntó Iason.
“Aparentemente está fascinado con tu mestizo.” No había hostilidad en sus palabras, sino una especie de malestar. Iason levantó una ceja cuando la pantalla mostró el jardín. Y a Riki y el Paradita, juntos. Por la imagen, el contacto parecía ser frecuente. Por lo que parecía, podría tratarse de una cita, pero los ojos de Riki estaban imbuidos de hostilidad y disgusto.
Iason estaba satisfecho. Sin importar qué hubiera pensado Orphe, Riki no estaba interesado en el Paradita.
“¿Cuál es el inconveniente aquí?”
Todo indicaba que el Paradita estaba molestando a Riki. El inconveniente era claramente con el Paradita.
Y con eso, la presencia de Aisha no tenía sentido. El paradita pertenecía a un Onyx—y no tenía relación con la mascota de Aisha.
“¿Le ha pegado Riki al Paradita?” preguntó Iason.
“Sería más simple si lo hubiera hecho.” Orphe juntó los dedos y los presionó.
La verdad del asunto era que, de ser ese el caso, entonces Orphe podría aplastar felizmente a Riki sin pensárselo dos veces. Pero Orphe le había permitido a Iason traer de vuelta a Riki a Eos—y convertirse en el centro del escándalo una vez más. Para las personas como Gideon, esto era una fuente de entretenimiento. Pero era demasiado tarde para que Orphe pudiera revertir lo que ya estaba hecho.
“¿Entonces qué?”
“Ha habido una inesperada complicación.”
Como anticipando la respuesta de Iason, Aisha interrumpió secamente. “El furniture ha presentado una queja.”
Con la inesperada mención del furniture, Iason entornó los ojos.
Orphe continuó. “Con el furniture involucrado, el asunto se hace polémico. Todos sabemos qué clase de problemas acarrean las implicaciones de los furniture. Steen. Mimea. Daryl.”
Iason frunció el ceño al escuchar el nombre de su anterior furniture, el cual todavía recordaba bien.
“¿Entonces el furniture es el inconveniente?”
“Exacto.”
Aquello no explicaba la presencia de Aisha. Aisha podía ser el señor de Tanagura—pero sus derechos sobre Eos eran limitados. Que Orphe le consultara en cuanto a Furniture no tenía sentido. Tampoco tenía sentido lo contrario. Iason fue al grano.
“¿Aisha, ¿qué es lo que te preocupa de esto?”
Aisha hizo una pausa, entonces empezó: “Aparentemente, todo comenzó con el colapso nervioso del furniture asignado al Paradita.”
“¿Aparentemente?”
“En otras palabras, el furniture probablemente escuchó que su Paradita estaba relacionándose con tu mestizo.”
Aisha decía cosas con cierta falta de claridad que era de esperarse. Los furniture estaban protegidos por un voto de silencio.
Una vez que los anillos eran colocados en las fiestas de presentación, el registro de la mascota en Eos se completaba y ya no era necesario que utilizara collar. Los furniture no podían entrar al salón si no llevaban a una mascota con correa por entrenamiento u otra razón. Esto les hacía más complicado a los furniture monitorear a la mascota, aunque en el salón el riesgo de que una mascota se metiera en problemas se consideraba nulo.
Pero una vez que Riki se había convertido en una mascota, todo cambió. Más que las mascotas, los furniture tenían miedo de Riki. A los furniture se los responsabilizaba por la conducta de la mascota.
Había una red neural dedicada a los asuntos de las mascotas para acceso de los furniture, la cual previamente había estado vacía e inutilizada. Una vez que Riki llegó, el flujo de datos se hizo interminable. Las mascotas que regresaban a los furniture, llegaban llorando por la presencia del mestizo en su camino. Todos los furniture a lo largo de Eos temían que su mascota pudiera verse involucrada en algún terrible incidente con el mestizo.
La mascota de Aisha, Steen, había enloquecido y cortado a Riki con un cuchillo. Y entonces, Daryl había hackeado la reja de seguridad de Eos y facilitado el escape de Riki. Tales incidentes aterrorizaban a los furniture. Una vez que Riki se hubo marchado, creyeron que todo volvería a ser como había sido antes. Pero una vez que Riki regresó como un macho completamente maduro, el pánico se desató.
Cada furniture en Eos temía que Riki pudiera corromper a su mascota o comprometerla en alguna clase de incidente del cual el furniture nunca se recuperaría.
 “En el caso del furniture del Paradita, pensar en los problemas inminentes ocasionados por el mestizo, lo llevó a estar estresado hasta tal punto, en que no pudo seguir llevando a cabo sus funciones rutinarias,” dijo Aisha rotundamente.
Como si Aisha estuviera relatando un hecho que hubiera visto con sus propios ojos, la verdad hizo que Iason se sintiera peor.
Iason miró a Orphe, quien se mantuvo en silencio y levantó una esquina de su boca. Orphe parecía estar en total acuerdo con Aisha y estaba diciendo ‘también oí sobre esto’ en el fondo.
“Este furniture, que le pertenecía a un Onyx, se dirigió hasta el líder de su piso y eventualmente la discusión llegó a oídos de Tomass.”
Tomass era el furniture de Aisha. Iason finalmente comprendió en donde yacía la amenaza.
“¿Ha solicitado ayuda el furniture?”
Cuando Steen había perdido la cabeza, Tomass como su furniture había sido castigado. Ya que el castigo había sido administrado por su amo, Iason no se enteró de en qué había consistido. Pero si la mascota de Aisha había sido liquidada y el furniture seguía allí, entonces el castigo era evidente.
Las mascotas pensaban que los furniture asignados a una residencia eran cambiados de acuerdo a los deseos del amo. Pero los amos pensaban diferente. Las mascotas podían ser reemplazadas. No era igual en el caso de los furniture competentes.
“Tomass es el líder de piso del último nivel.”
“Justo ahora.”
Ser líder de piso del último nivel significaba tener autoridad sobre todos los furniture en Eos. Discutir cosas con Tomass tenía como fin llegar a oídos de Aisha.
“¿Es por eso que estás aquí?” preguntó Iason en dirección a Aisha.
“Sí.”
No era un grito de auxilio entre los furniture. Era un intento deliberado de influenciar a los Blondies a actuar contra Riki. Iason no pudo más que suspirar.
“¿Sobre qué te ha advertido tu furniture Tomass?”
“Sobre como todo esto puede ser arreglado discretamente.”
“¿Acaso no se convirtió todo esto en un asunto público desde el momento en que el furniture habló?”
“Si tu mestizo no estuviera involucrado, el furniture no habría tenido que recurrir a este método.”
Orphe habló, “¿Estabas al tanto de esto, Iason?”
“Algo así.”
“¿Algo así?”
“De verdad, Orphe, ¿no te parece que el asunto sería algo que yo mismo traería a colación?” Iason frunció el ceño.
“El Paradita no escucha a su furniture. No presta atención a las advertencias sobre tu mestizo. Está obsesionado,” habló Aisha en tono amenazador.
“¿Obsesionado?” repitió Iason.
“A lo mejor existía una relación antes de que tu mascota regresara.”
“¿Una relación?” la mirada de Iason se hizo más grave.
“¿Por qué no lo averiguas por ti mismo?” interrumpió Orphe. “Esa es mi recomendación.”
Iason le cortó el rollo. “¿Encarcelar a mi mascota hasta que el Paradita se calme?”
Orphe suspiró. Iason se quedó callado. La entera situación le disgustaba.
La situación con el Paradita. Desde la perspectiva de una mascota, Riki era un mestizo sin ni siquiera un número serial de crianza asociado.
Pero el Paradita le pertenecía a un Onyx, Iason era un Blondie—no había comparación en sus rangos. En Eos, todo se basaba en el rango. No es como si la posición de Iason como Blondie se hubiera puesto en duda alguna vez.
“Iason, tú no atiendes veladas sexuales con tu mascota así que no estás enterado, pero el Paradita es bastante popular. Las solicitudes para engendrar con él son interminables. Las reservaciones se han extendido hasta tres meses.” La voz de Aisha era tersa. “En resumidas cuentas, no puede ser visto con tu mestizo.”
Ese era un hecho.
Para las mascotas, la meta era emparejarse con mascotas de más y más alto nivel con el fin de obtener características deseables. En cuanto al Paradita, ser tan popular era sin duda una fuente de orgullo para su amo. Ser dueño de tal mascota decía mucho de su finura. Era solo natural que el Onyx quisiera proteger su propiedad.
Raoul había dicho que un híbrido de Paradita era excesivamente raro. Iason era muy consciente de eso.
En Midas, las razas de la Academia eran las más prestigiosas, pero aun en razas de bajo rango, la mutación se valoraba bastante. Si resultaba ser una mutación que no pudiera duplicarse, valía incluso más que un espécimen de la Academia.
“Por supuesto, si llevaras al mestizo a una velada sexual, eso lo cambiaría todo,” dijo Orphe sin un trazo de ironía. Iason sabía que, a pesar de la reputación de Riki, su presentación en la última fiesta había sido legendaria—y una interminable fuente de fascinación e interés para los otros Blondies y sus mascotas. Y aunque Iason lo sabía muy bien, no le interesaba en absoluto. A estas alturas, Iason no tenía otra opción más que ceder.
“¿Hasta cuando?” preguntó Iason.
“Por ahora, ¿tal vez tres semanas esté bien?”
Por ahora… esa frase tenía muchas implicaciones, pero era inútil discutir con Orphe.
“Entendido. ¿Por qué razón?” inquirió Iason. Riki sería difícil de convencer sin una razón. Otras mascotas solo obedecían cualquier orden sin pensarlo, pero Riki estaba lejos de ser obediente. “Mi mascota no será castigada sin que exista una razón.”
“Estás en lo cierto.”
Orphe pasó información con la mano en la pantalla holográfica hasta que esta se detuvo en una sola imagen.
“¿Qué tal debido a una violación a las reglas?”
La imagen era de Riki en el jardín, dormido en la rama de un árbol con dos pajaritos cantores encaramados sobre su cabeza.





Iason sonrió. Era una imagen que no podría ser vista nunca en ningún otro lugar.
“Tu mestizo aparentemente se ha revertido a su naturaleza bestial,” comentó Orphe.
“Ninguna otra mascota haría esto jamás,” coincidió Aisha.
Orphe notó la preocupación en la cara de Iason.
“Tu mestizo se ha comportado bastante bien. Esto es lo mejor que podemos hacer.”

La residencia de Iason ostentaba tejados altos. Unas ventanas panorámicas abiertas permitían la vista hacia la lejana torre de Júpiter.
A la hora usual, Riki salió para tomar el desayuno preparado por Cal. Iason en forma rara apareció en pijamas.
“Buenos días, amo,” saludó Cal con deferencia. Iason asintió con la cabeza y se sentó a la mesa frente a Riki. Eso no era algo que a Riki le gustara ver temprano en la mañana. Un mal presentimiento lo subió al mestizo por la espalda.
“¿Qué?”
“Quedas castigado por tres semanas.”
La mano de Riki se detuvo. “¿Y por qué?” la mirada directa de Riki a Iason fue suficiente para impedir que Cal, quien estaba sirviendo eficientemente el desayuno junto a Riki, permaneciera calmado.
Riki no estaba convencido.
Su mirada decía más que mil palabras. Riki se había comportado tan bien que no podía recordar haber hecho algo malo que le hiciera merecer un castigo.
“Cal,” dijo Iason. Cal permaneció congelado en su sitio.
“Sí, amo. Hoy a las 0700 horas, hubo una notificación de la seguridad de Eos. Amo Riki, por violación al código 17 del Salón Sección 5, quedas sentenciado a una detención por un periodo de tres semanas de duración.”
“¡Yo no hice nada!” escupió Riki con rabia. No era como si Riki fuera a confesar que sí había hecho algo, pero al menos lo habría hecho lejos de la vigilancia de las siempre presentes cámaras en Eos. Y Riki sabía dónde estaban todas las zonas muertas de la seguridad. Durante su primer mes al regresar, se había propuesto localizarlas todas. Era la única manera en que podía pasar el tiempo mientras lo convertían en un espectáculo.
La indignación de Riki era palpable. Nunca haría nada para arriesgarse a ser castigado por Iason—al menos, nada por lo cual lo descubrieran de inmediato.
“¿Qué puta mierda es el código 17 del Salón Sección 5?” demandó saber Riki.
Iason le envió una mirada a Cal para que continuara.
“El artículo 17 habla sobre las áreas fuera de los límites establecidos. La sección 5 trata sobre los daños a la propiedad.”
Riki no lo podía creer, sin tener idea de lo que había hecho, se le ocurrió pensar que quizás lo habían confundido con alguien más—solo para desechar la idea de inmediato. Nadie iba a ser confundido con el mestizo en Eos.
La voz de Iason era austera.
“Todo lo que se encuentra fuera de los caminos demarcados en el jardín, se considera fuera de los límites. Por no mencionar quedarse dormido en las ramas de un árbol exótico.”
“Eso…” Riki se quedó callado. Eso había sido para evitar a Miguel. Había sido la única manera de alejarse de él—pero el árbol resultó tan cómodo que Riki acabó quedándose dormido. Riki no había visto ningún letrero, pero se puso a pensar.
Las cercas que circundan los caminos son de color rojo—¿tal vez eso significa que lo demás está fuera de los límites?
Las mascotas era analfabetas por lo que todas las señales venían en colores. Riki habiendo regresado de los barrios bajos se había olvidado de eso. Había sido un descuido de su parte, pero, aun así—tres semanas de castigo. ¿Sin ni siquiera una advertencia verbal?
Incluso si Riki le pegaba a una mascota, la prohibición de visitar el salón no se extendía más allá de tres días. En vista de eso, esta penalización parecía excesiva y había algo detrás. ¿Tal vez es para mantenerme alejado del salón? Riki no sabía quién podía estar detrás de ello, pero sabía que era tan odiado en Eos que bien podía tratarse de cualquiera.
“Maldita sea, deja de rebuscar excusas de mierda con las cuales condenarme. Puto Orphe.”
Cal se quedó ahí conmocionado. Iason no se molestó en levantar una sola ceja.