Un silencio mortal dentro de la
habitación.
“…ha…n…nn…aa…hnnn…haa..”
Jadeos calientes y resuellos se
derramaban mezclándose entre ellos, haciendo que una flor obscena floreciera.
La atmósfera que emergía de la
difusa luz sobre la enorme cama matrimonial era pesada y húmeda. Las desesperadas suplicas de Riki se añadían a la
depravación y al calor que se arremolinaba por toda la habitación.
“Ah… aghr…”
Un áspero suspiro que se asemejaba a un gruñido sonó de
repente con dulzura.
Riki tenía la frente perlada por el sudor. Sus dedos
aferraban las sabanas, temblando. Sus labios resplandecían eróticamente en la
oscuridad con un brillo nuevo.
Sus extremidades estaban rígidas.
Contorsionado.
Su garganta ahogó un gemido para dejar salir la dicha que
le era aplicada.
El calor y hormigueo del momento se hundían en sus
caderas como colmillos expuestos.
Riki contenía los sollozos y su cuerpo se retorcía y
giraba, pero la rubia cabeza sobre sus caderas no se quitaba.
Los húmedos sonidos de la lengua de Iason no cesaban, se
enroscaba en torno a la carne de Riki sin descanso.
Qué hacer para complacerlo.
Cómo le gustaba.
Donde se sentía bien.
Cómo le gustaba que lo hiciera venir.
No había nada que Iason no conociera sobre Riki.
Aflojaba.
Apretaba.
Provocándolo.
Tensionándolo.
Con su hombría preparada.
Volviendo a empezar.
Sus músculos tensos.
Sus vasos sanguíneos dilatados.
El néctar de su cuerpo derramándose.
Riki se estremeció, arqueando la espalda por los
espasmos, sus testículos se levantaron sin pretenderlo, colgando. No podía
resistir la técnica de la lengua hábil y deliciosa de Iason que lo asaltaba.
Riki puso los ojos en blanco.
Además, tocando a tientas con la punta de su lengua,
Iason metió sus dedos profundamente dentro de Riki. El fuego arremetió por su
columna.
El cuerpo de Riki sucumbió ante el placer, la razón
abandonó sus sentidos, y el deseo sexual pasó a primer plano.
El peso de las eróticas sensaciones se arremolinó a su
alrededor y aplastaron su corazón en su agarre. La visión de Riki se tornó roja
y no pudo ser consciente de nada más.
Incluso la ambrosía en exceso se convertía en veneno. El
sexo con Iason era esa clase de droga mágica para Riki.
Riki temblaba desde su ingle, expuesta sin protestar,
hasta las puntas de sus dedos, incapaz de acallar sus gemidos.
Atrapado por completo por la boca de Iason, el cuerpo
entero de Riki se estremeció de nuevo.
En ese momento, Riki contuvo el aliento y arqueó la
espalda.
La boca de Iason con Riki adentro se movía de arriba
abajo. A pesar de que el cuerpo de Riki se había venido con un gemido fuerte,
Iason no trató de levantar la cara. La garganta de Iason bebió lasciva y
ávidamente.
Durante los primeros seis meses como mascota en Eos, este
entrenamiento indecente e implacable le había correspondido ser ejecutado a
Daryl. Riki había sido humillado para colocarlo erecto, con sus secretos
expuestos para acoger el dedo de Iason. Eso hasta que la saliva de Daryl se
pusiera viscosa. La humillación y el éxtasis habían recorrido la mente de Riki
hasta dejarla en blanco, y acabar con su orgullo.
Riki no consideraba algo vergonzoso ni se oponía al sexo
oral con Guy. Pero su entrenamiento como una mascota en Eos había sido una
tortura, había sido un castigo. Después de su primera fiesta de presentación,
cuando el anillo había sido colocado en Riki, a Daryl nunca más le fue
solicitado que actuara sobre él—pero aun así ni el
mismo Iason, nunca, había puesto su boca en la carne de Riki más que para
marcársela dolorosamente. La preferencia de Iason era dominar. Quizás porque
Riki era tan rebelde y obstinado siempre y resistía la urgencia de ceder ante
el placer o el dolor.
En Eos, el sexo entre las mascotas era llamado
apareamiento. No había vergüenza ni atracción, solo coito entre mascotas hembra
y macho.
A Riki se le había permitido complacerse a sí mismo al
principio en lugar de ser sometido a las fiestas de apareamiento, pero de
repente un día Iason le prohibió eso también, sin advertencia.
Desde entonces, Iason le prestó atención personal a su
mascota tan a menudo que Riki ya no tuvo la energía ni la fuerza física para
masturbarse. Así debía ser.
Las otras mascotas adoraban ostentar chupetones y se
asombraban cuando veían a Riki caminar con ellos, pero para Riki era
insoportable exponerse de esa forma. Y como Iason le había prohibido a Riki
masturbarse, Iason había bebido del néctar de la carne de Riki él mismo,
regularmente. Eso era esencial para una mascota lasciva.
Era más frecuente que las otras maneras en que Iason lo
violaba—pero el dolor era infinitamente mayor. Aun cuando era
drenado en su totalidad, Iason no se detendría.
No tengo más.
Sin importar cuantas veces Riki suplicara por piedad.
No.
Era inútil volver el rostro.
Dame un respiro.
Incluso si Riki torcía la cintura y trataba de escapar, Iason
lo empujaba hacia atrás por la fuerza y lo acostaba. Riki se estremecía una y
otra vez.
Violado hasta lo más profundo, sentenciado a convertirse
en la mascota de Iason—esclavo de la
despiadada avaricia sexual de este y de su incansable y esculpido físico artificial.
Riki fue abierto cada vez más profundo.
El placer era interminable.
El éxtasis no llegaba a su fin.
Antes de Iason, Riki nunca había conocido tales
sensaciones. Su cuerpo entero se sacudía hasta quedar seco quedando inconsciente
a menudo, y una vez que Iason lo había hecho suyo… Riki no pudo pensar en nadie
que pudiera comparársele. Su cuerpo recordaba la forma de Iason, y el profundo
placer que le brindaba estaba teñido de recuerdos, por lo que se sentía
incómodo con cualquier otro.
El pensamiento le daba miedo de una forma que nada había
logrado.
Cuando Riki había regresado a los barrios bajos, tenía
miedo.
Tenía miedo de que nadie a quien tocara pudiera
compararse a Iason. Miedo de convertirse en lo que había sido en Eos en toda su
desvergonzada depravación. Riki quería alejar los recuerdos, las sensaciones, lavar
todo ese veneno de la mera esencia de su ser. Al menos Riki creyó que la
monotonía de los barrios bajos le ayudaría a olvidar.
Pero solo podía sentir sed por su hambre insatisfecha.
Aun cuando tenía una erección, no podía alcanzarla. No
quería recordar la familiar fría voz de Iason en su oído, pero no podía
eyacular a menos que recordara su tono hipnótico, su fiero tacto.
Riki se odiaba a sí mismo por desear todo eso.
Y aquella noche.
Cuando Iason había entrado a su apartamento por primera
vez en un año, cuando Riki había sido tomado por Iason, Riki no había podido
evitar ser consciente del hambre que sentía y su cuerpo había perdido la razón
con la esperanza de obtener las caricias de Iason.
Ese momento, fue la primera vez que Riki quiso estar con
Iason de verdad.
Riki estaba dispuesto a elegir satisfacer esa sensación
de hambre a cambio de su libertad. Incluso si era una elección irreversible.
Tener sexo con Iason había cambiado algo en él. En el
verdadero sentido, no podía evitar darse cuenta.
En los tres años como mascota, Riki había sido Riki
negando completamente las sensaciones agradables y la humillación que
conllevaban. Sin embargo, al regresar a Eos, Riki se había dado cuenta de que
no era el único que había cambiado. La manera en que Iason tenía sexo con él
también era diferente.
Iason decidiendo colocar su boca sobre Riki era prueba
suficiente.
Antes del regreso de Riki, Iason se dedicaba a estimular sus
zonas erógenas lamiendo sus pezones suavemente y, aunque daba besos sofocantes,
nunca había tomado las partes más íntimas de Riki en su boca.
Qué un amo disfrutara de acostarse con su mascota era ir
en contra de Eos, es decir, la línea final del mal gusto de Iason como Blondie,
la única que nunca cruzaría.
Hasta ahora.
Sin tabúes o recelos, Iason feló a Riki como si fuera su
derecho.
Riki pensaba que habiendo sido criado por tres años en
Eos como la mascota de Iason, había experimentado ya cada aspecto de la
vergüenza. Estaba equivocado.
Aguantar y eyacular hasta el cansancio. No debía sentirse
apenado porque Iason inspeccionara todo su cuerpo. Ese era el paso número uno en
el veneno de mascota, deshacerse del pudor.
Daryl había sido parte de ese proceso. Riki no tenía
forma de saber que implicar directamente a los furniture en el entrenamiento
sexual era algo insólito en Eos, pero ese había sido el propósito de Iason
desde el principio.
La boca de Iason sobre Riki provocaba olas de vergüenza y
negación que Riki no sabía que aún podía sentir.
Idiota.
Detente.
Pervertido.
Riki maldecía y maldecía a Iason.
No pasó mucho tiempo antes de que la voz de Riki se quebrara
y se hiciera obscena. Solo un giro de la lengua de Iason hacía a Riki gritar y
estremecerse. A diferencia de solo ser tocado con los dedos, la sensación de la
lengua era más profunda. La sensación en su sensible piel era distinta del
placer normal.
Reacio a permitirlo, Riki fue sometido hasta que se quedó
sin voz.
Iason estaba obsesionado con encontrar una nueva zona
erógena.
Quitando el líquido preseminal, para lograr más estimulación
Iason lo chupó suavemente hasta que la carne de la punta se puso de un color
obsceno.
No solo tomaba la base del pene de Riki en su boca sino
también los testículos, succionando cada joya una tras la otra. Era muy
diferente de ser tocado allí solo con los dedos.
Riki abrió las piernas involuntariamente y Iason se las
apresó hacia abajo con ambos codos exponiendo su miembro. Cuando cada esfera fue
succionada, Riki se estremeció inesperadamente.
Siendo engullido por esa lengua, el placer fue distinto, y
Riki temió ser aplastado por lo que sus dedos se crisparon dolorosamente.
Ahora ese miedo se convertía en placer.
Allí en Apatia, el sexo con Iason era más denso, tal vez
porque no estaba Cal. Solo se incrementaba la consciencia y el sentimiento hacia
Riki.
Desagradable.
Imposible.
Riki no había creído que dejaría Eos jamás. Aquel día, Iason
lo había acompañado llevándolo con correa y Riki permaneció ignorante del
destino al que se dirigían. Entró a un elevador gravitacional reservado
exclusivamente para los Blondies, hasta llegar a un parqueadero subterráneo donde
se subió a una limosina aérea que los esperaba y los llevó directo hasta
Apatia.
Además, por alguna razón, Katze estaba allí.
Riki, quien no tenía ni idea de lo que estaba pasando, fue
informado por primera vez de que Apatía sería su nuevo hogar y que sería un
mensajero en el Mercado Negro.
Aquella vez en ese cuarto médico.
Sácame de Eos, había gritado Riki.
Riki había dicho eso en un impulso, sin pensar que se
convertiría en esto.
Debía haber una razón para ello. Riki empezó a indagar al
respecto y dio con la respuesta.
Tal vez saber que todos los furniture en Eos era tomados
de Guardián y eran en esencia mestizos—hacía imposible
mantener a Riki en Eos.
Por supuesto, Iason no había dicho nada al respecto.
Parecía como si la falta de información era parte de la
verdad, y Riki no quería presionar.
Ahora.
Iason terminó de succionar a Riki hasta dejarlo seco. Aun
así, la sensación de adormecimiento permaneció. La respiración de Riki era desigual,
su pulso se aceleró. Sus pensamientos eran firmes, aunque su cabeza estaba
envuelta en vértigo.
La pesadez sobre sus caderas se fue. Riki supo que Iason
lo había liberado. Conteniendo el aliento, Riki se quitó el pegajoso cabello de
la frente. Su manó temblaba. Su cuerpo todavía se sacudía por los espasmos.
El deseo de su entrepierna aún no estaba completamente
satisfecho.
¿Qué… me pasa?
Era un misterio que no comprendía.
Algo diferente de lo habitual.
Pero no estaba seguro de qué era diferente.
Frustrado, la mano de Riki bajó hasta su entrepierna.
Había tenido tres orgasmos.
Iason se acomodó y lo besó. Riki inmediatamente se puso
erecto. Olas de vergüenza y negación lo golpearon.
No había visto a Iason en una semana, lo cual no era
excusa.
La segunda vez le había acariciado todo el cuerpo.
No parecía que fuera a funcionar.
Suavemente.
El fuego dentro de Riki quemaba con una sensación agradable.
Riki estaba impaciente.
“Solo… hazlo.”
Iason retorció sus pezones duros y los lamió.
“¿Qué quieres?”
“¿Dónde lo quieres?”
“¿Cómo te gustaría que te lo hiciera?”
Simplemente ser acariciado no proporcionaba el estímulo
donde más lo anhelaba.
Exprimido.
Frotado.
¡Deja que me corra!
Riki suplicó.
Riki no estaba acostumbrado a rogar por placer, y Iason
saboreó el momento.
Por favor.
Para un Blondie, el placer era un derecho, para ser tomado
a voluntad. Iason nunca había necesitado un gesto de consentimiento. Iason
deseaba subyugar a Riki. Hacerlo suplicar y finalmente tener a Riki a su
voluntad.
Pero en Apatia eso era un poco diferente.
“¿Quieres más?” le susurró Iason al oído.
Iason, que tenía la fuerza para tomarlo, se estaba conteniendo,
esperando las palabras de Riki.
Esa era otra de las incomodidades después de haberse mudado
a Apatía.
De acuerdo. Antes de que la sensación restante de su
segunda eyaculación que parecía estarse desvaneciendo, se enfriara.
Ciertamente, era la primera vez con Iason después de una
semana.
Pero esto era algo más.
Riki se agarró amargamente con la mano.
Y de repente, Iason se rio por lo bajo.
“¿Qué pasa? ¿Todavía no es suficiente?”
Como si pudiera ver a través de él.
“No es—eso.”
Su orgullo se hizo añicos con esa voz que gritaba.
“Entonces, ¿qué?”
Sin poder dar una respuesta, Riki se volvió de espaldas a
Iason.
Con una leve sonrisa Iason le acarició la espalda a Riki.
“¡…ah!”
El calor hizo a Riki jadear como si la sangre le
estuviese quemando ahí donde su piel encontraba las manos de Iason.
De inmediato, la entrepierna de Riki se estremeció otra
vez.
No puede… ser.
Pero era cierto, y Riki estaba molesto. sintiéndose
humillado, Riki se cubrió la ingle con ambas manos. Iason se las apartó a un
lado y agarró la hombría de Riki.
“Estás listo de nuevo.” La voz de Iason era un suave
suspiro en la oreja de Riki y a pesar de que su fría voz no estaba relacionada
con algo lascivo, por alguna razón, en ese momento su esencia inspiraba lujuria.
Aunque Riki lo odió, no pudo evitar colocarse más duro.
“¿Me quieres… adentro?”
Riki se mordió el labio.
“No puedes dormirte así” Iason paseó su lengua por el
lóbulo de la oreja de Riki.
Riki tembló y se endureció más en la palma de Iason. No
había forma de ocultarlo.
¿Qué mierda ocurre conmigo hoy? ¿Qué me está pasando?
Riki cerró los ojos con fuerza para recuperarse.
Iason dejó de sonreír.
Era el Muir.
Muir era un vino afrodisíaco de efecto retardado. Era un
licor muy raro usado para entrenar mascotas y estimularlas para las fiestas de
presentación y las veladas de apareamiento.
Después del segundo orgasmo de Riki, Iason lo usó en
lugar de agua mineral para refrescar la seca garganta de Riki pasándoselo de
boca a boca. Riki bebió ávidamente, inconsciente de lo que era. Como nunca se
lo habían administrado antes, no conocía ni el sabor del Muir ni lo que le
haría a su cuerpo y a su mente.
Iason generalmente no requería de un afrodisiaco con
Riki. Sin él, Iason podía dominar a Riki a pesar de todo. Pero por razones que
Iason no entendió muy bien o prefirió no hacerlo, decidió actuar por impulso.
A Iason no le importaba su estatus como Blondie. El
poder, el prestigio—el deseo de dominar, subyugar, poseer—había tomado ventaja
sobre él y llenado sus pensamientos. Deseo por la exquisita, frágil y orgánica
carne de Riki. Y envidia de las sensaciones que Iason nunca podría sentir.
¿Él, un blondie, inmortal de todo menos de nombre,
envidioso de la carne condenada a la mortalidad? ¿Era eso?
Incluso si entendía la pasión como un ejercicio
intelectual y la experimentaba en cierto sentido en su todavía orgánico
cerebro, el dilema de Iason era que no podía sentir el éxtasis que consumía a
Riki.
Los Blondies como Iason poseían el poder de la vida y la
muerte. Los mestizos como Riki eran comprados, vendidos y desechados. Esa era
la ley de la naturaleza.
La fría mirada de Aisha.
El tono incrédulo de Gideon.
La severa advertencia de Raoul.
Orphe.
Aquellas últimas palabras habían golpeado contra la mente
de Iason.
Caer del cielo, para dar vueltas fuera de control y
alcanzar el final—
Había sido para encontrar la respuesta por lo que
recurrió a emplear el Muir. Sin planteamiento ni razón, quizás dentro de Riki y
su mortalidad había algo que pudieran compartir, alguna respuesta que Iason encontraría.
Saberlo era inútil.
Iason vivía para dominar. Era la mera esencia de su
existencia. Era la única forma que tenía de ser él mismo.