lunes, 23 de junio de 2014

AnK - Volumen 1, Capítulo 6

El viento que soplaba desde la verde línea bajo el profundo cielo azul, se hacía más frío cada día. La luz del sol que teñía el cielo azulado en esa época del año era fresca y brillante.
Ceres. Una-cincuenta de la tarde.
El automóvil aéreo se movía con rapidez a través del concurrido centro urbano como la temblorosa lengua de una serpiente. Las multitudes se hicieron una en lo que aceleraba, rozando brevemente sus sentidos. Las luces traseras parpadeaban sin descanso mientras el vehículo se balanceaba y movía a lo largo de las avenidas, como publicitando la curiosa visión que resultaba.
La elegancia del cuerpo plateado de alta calidad era obvia a simple vista. Ni una mancha o desperfecto opacaba la superficie del metal. Aunque era de tamaño compacto, la estética funcional del cuerpo optimizado y ágil indicaba una eficiencia extraordinaria.
Esa exquisita gema que los moradores de los barrios bajos casi nunca tenían la oportunidad de observar, se abrió paso por la calle principal, dispersando la basura esparcida por el pavimento, agrupando el polvo en pequeños remolinos.
Directo al edificio, girando a la izquierda de la intersección.
Los espectadores se quedaron boquiabiertos por la sorpresa. No podían quitarle los ojos de encima.
Habiéndose entretenido hasta saciarse, aparentemente, y como si finalmente estuviese satisfecho con su presentación, el auto aéreo descendió por fin.
“¿Quién diablos era ese?” se preguntaban todos. ¿Piloteando esa cosa escandalosa y tan fuera de lugar hasta ahí?
Haciendo su camino a través de la algarabía inquisitiva, el auto aéreo descendió a tierra y se detuvo. Con la mayor de las gracias, y sin el más mínimo chirrido o queja, la puerta opuesta se abrió produciendo un suave whoosh. La bulliciosa multitud se aquietó y contuvo la respiración en anticipación a lo que vendría en lo que la ágil figura de un hombre bajaba del auto. Al ver su cara, la conmoción se hizo peor.
Ahí estaba un refinado y elegante Kirie, casi irreconocible.
Su resplandeciente atuendo hecho a medida prácticamente brillaba sobre su esbelta silueta. Su pecho estaba descubierto solo lo suficiente para revelar una cadena dorada. El brazalete en su muñeca izquierda desprendía una luz única y lustrosa como si fuera parte del conjunto. Para todos los que sabían, no eran adornos de imitación.
La gente jadeó a su pesar, exhalando suspiros de envidia. Las miradas que lo acompañaban de codicia intensa alcanzaron una fuerza igual sino mayor, gradualmente circundándolo como enredaderas espinosas.
Con todo, la expresión de Kirie no cambió. Aparcando su coche de lujo que flotaba en el aire con el control remoto en la mano, echó a andar de una forma en la que pretendía sacudirse los ojos siguiéndolo, y giró a la izquierda en la primera intersección.
Al final de esa calle había un destartalado y viejo edificio. Se dirigió hacia el quinto piso utilizando el anticuado elevador, atravesando corredores levadizos en el corazón de la estructura. Se trataba de Laura, el escondite de reserva que Riki y el resto de la pandilla disponían.
Kirie se acercó a la puerta de color verde oscuro y se detuvo ahí. Por primera vez una sonrisa curvó sus labios. Aunque era muy improbable que aquella repentina sonrisa se debiera al hecho de pensar en volver a ver a sus viejos amigos después de tanto tiempo.
Había un pequeño panel en la pared de la izquierda, y con mano experta Kirie ingresó la contraseña. La puerta se abrió como presentándolo en escena.



Casi de inmediato oyó la voz sarcástica y franca de Luke. “Cielos, pensé que se trataba de algún maldito aristócrata armando todo ese jaleo.”
El producto de su pequeña presentación pública de hacía un rato. O quizás Luke deseaba ponerlo en su lugar. El hombre que acababa de entrar era siempre el de ocupar la posición más baja en el escalafón.
“Ciertamente te puliste. Te hiciste dos veces el hombre que solías ser.”
“Sí, sí. Te has convertido en un espectáculo de luces ordinario.”
Se les había caído la venda de los ojos y estaban viendo finalmente a Kirie en su esplendor verdadero y natural. Aunque no parecieron en lo más mínimo perturbados por la transformación. Casi daba la impresión de que estaban tratando de engañarlo. Kirie sintió un pinchazo de decepción en su corazón.
Aun así respondió: “Oigan, solo el de siempre, el de siempre. Pero mientras que lo pidan tan amables—”
El mismo Kirie de siempre, incapaz de disimular su actitud sabelotodo. Estaba vestido perfectamente y su arrogancia no se quedaba atrás. O quizás se le estaban subiendo los humos adrede. En cualquier caso, el sentido de superioridad que Kirie estaba comandando sobre ellos era difícil de ignorar.
“Ciertamente te has superado, Kirie,” murmuró Guy por lo bajo con una sonrisa forzada en los labios. “Pero no vueles muy cerca del sol.”
Un pálpito, y Riki escupió en voz alta, “Sigue siendo un mocoso.”
“Oye, oye, considera las cosas desde su punto de vista. ¡Su triunfante regreso! Déjalo que se abroche los pantalones y se jacte un poco.”
Aun con todo, tan pronto reapareció por primera vez en tanto tiempo, Riki estaba allí echándole en cara su mal humor.
Solo estoy siguiendo tus pasos, colega. Pero ese era el tipo de granada verbal que solo Guy se atrevería a lanzarle.
“¿Heh, siguen bebiendo ese Stout de porquería? Les regalaré algo de Vartan vintage para la próxima.”
“¿En serio? Wow, parece ser que tienes mucho dinero. No sabía que vender a tus amigos a esos malditos androides pagara tan bien.”
El interior de Kirie ardió. Pero en lugar de lanzar un ataque como solía hacer, sonrió en cambio. “¿Entonces por qué no intentarlo? Les daré las instrucciones si gustan.”
“Seguro. Y cuando me quede sin alternativas te llamaré para pedir ayuda. Mientras tanto tomaré el Vartan. Una botella o dos. ¿Pero por qué tan tacaño? ¿Qué te parece la maldita despensa entera, su señoría?”
“Vale, vale. Déjenmelo todo a mí. Hay más que suficiente de aquello de su elección para beber. Solo inténtenlo y asegúrense de que no morir.”
Las ofensivas chanzas que iban y venían arrojaban chispas que amenazaban con convertirse en un infierno, y esta vez Norris interrumpió. “Nah, lo que sea que puedas gastarnos, está bien. El Vartan no significa una mierda comparado con tener que lidiar con Jeeks y sus engendros. Mandaron la casa de Herma al otro mundo. Se está saliendo completamente de control.”
Esta vez, Kirie se mofó imprudente y sarcásticamente de su timidez. “¿Lloras hasta quedarte dormido por las noches? Hombre, qué vergüenza. Es obvio que Bison tiene el rabo entre las patas.”
El silencio se sentía como un pesado telón. Kirie no conocía el significado de aquel silencio. Los problemas que habían visto. Los enfrentamientos y la discordia teniendo lugar ahí en el filo de la cuchilla. Razón por la cual Kirie malentendió sus palabras.
“Bueno, si gustan, les reventaré la boca,” dijo con cada pedazo de su insufrible confianza. “Quien no tenga ganas de pelear solo dígame y yo tomaré su lugar.” Carente de inseguridad, cavaba su propia tumba.
“Oye, eso es espantosamente bueno de ti,” dijo Norris con ironía. “Sí, suficiente con las palabrerías. Nada está reteniendo a este muchacho.”
Aquella era difícilmente la opinión general de la pandilla, pero podría haber sido suficiente para expresar el enredijo de complejidades en sus corazones. Sin sarcasmo y sin hacer burla. Fue suficiente para hacer que Kirie se sintiera de lo más desconcertado.
“¿Qué? ¿Creen que estoy alardeando?” Forzó una inflexión más alta en el corazón de la pregunta. “Podría derribar a esos mocosos de los Jeeks sin derramar una sola gota de sudor.” Completamente atrapado en la ilusión y olvidando donde se encontraba, Kirie frunció sus hermosas cejas desafiante.
“Bueno—es obvio que tienes una boca demasiado grande, pero lo creeré en cuanto lo vea. No es fácil tomar en serio a los niños con grandes imaginaciones echándote cuentos del mismo tamaño. Aunque no podemos ignorar el hecho de que gracias al montón de debiluchos apropiándose de nuestros bienes y colgándose de las glorias pasadas, todo el mundo ha sido tan amable en darnos más crédito del que merecemos.”
Luke y Sid intercambiaron miradas—no concordaban tanto con lo que Norris había dicho como lo hicieron con la forma en que lo había dicho—y se rieron, la risa brotó de sus gargantas.
Kirie se mordió el labio. Le dio la impresión de que sus plumas se erizaron deliberadamente por haber sido noqueado después de un par de rounds. Le dio rabia. Por primera vez fue consciente de lo que significaba labrarse un nombre en los barrios bajos. Si retrocedía ahora terminaría siendo el perdedor del intercambio, así que apretó los dientes y habló: “Vale. Muy pronto sabrán de qué estoy hecho. Soy un hombre al que debe tomársele en serio.”
Se atrevió a mantenerse firme, y en lo que los fulminaba con la mirada se sintió a la altura de las circunstancias. ¡Estoy labrándome un nombre y brindándole honor con mis actos! Pero primero tenía una preocupación más grande: derribar la pared que se interponía en su camino. Fue entonces cuando Kirie recordó por qué había venido hasta allí en primer lugar.
Se compuso, tomó un largo respiro, y caminó determinadamente hacia Guy. “¿Entonces, reconsideraste nuestra conversación del otro día?”
Ignorando a Riki, Kirie se sentó y miró a Guy directo a los ojos. No demostró ni un poco la antipatía y repulsión que había estado experimentando hacía un minuto, cambiando de estrategia sin esfuerzo. La transformación impresionó incluso a Guy. Pero una cosa no tenía nada que ver con la otra.
Guy habló francamente, sin denotar la más mínima prevaricación. “Si estás diciendo lo que creo que estás diciendo, la respuesta sigue siendo no.”
Kirie chasqueó la lengua sin querer. Ahora solo estaban empeorando las cosas. “Es por eso que pregunté si tenías segundas intenciones.” Incontrolables sentimientos de irritación espinaban su lengua y su voz se hizo más afilada.
“Eres un mocoso persistente, Kirie.”
“¿Pero por qué?” Insistió Kirie con rabia. “¿Por qué desaprovechar una grandiosa oportunidad? ¿No lo entiendes? Son las élites. Te examinaron y te aprobaron. ¿Por qué declinar? Es un verdadero desperdicio.”
Habló sin sarcasmo ni amargura, y ni una vez intentó recurrir al respeto propio de Guy. En cambio, Kirie se tomó el rechazo como una pérdida personal. Si hubiera sido capaz de llevarlo a cabo, solo un rayo de esa gloria recayendo sobre él habría sido suficiente.
Sin embargo, la franqueza de la expresión en su rostro no conmovió a Guy ni un poco. “Estás esforzándote demasiado por convencerme, y no me lo creo,” dijo Guy, su tono de voz no cambiaba.
“Pero te estoy diciendo, ¡esto va a ser un éxito!” Kirie suspiró como si no pudiera creerse la cosa. “Estás dándole demasiadas vueltas al asunto.”
“¿Un Blondie de Tanagura quiere convertirnos en mascota a nosotros los mestizos?” Guy siseó entre dientes. “¿Qué clase de maldita broma es esa?” A su lado la cabeza de Riki se irguió de repente con brusquedad. “Además,” continuó Guy, “¿Me estás diciendo que viniste hasta aquí para escogerme a ? Me parece algo muy difícil de creer. Soy un tipo ordinario, no importa cuán prometedores sean los anteojos tras los que me mires. ¿No crees que alguien me confundió con un chico de una clase más alta?”
“¿Por qué tienes que ser tan negativo? Solo porque somos mestizos de los barrios bajos no significa que tengamos que vivir así. ¡Te lo digo, no hay fallo! Lo escuché fuerte y claro: el chico que anda con el hombre de cabello negro. En ese entonces, estabas con Riki, así que tiene que tratarse de ti, ¿verdad?”
Entonces tiene que tratarse de mí, repitió Guy para sus adentros. Su cabello era gris carbón. Era obvio que el Blondie no se sentía atraído por ninguna particularidad de la persona de Guy. Con el hombre de cabello negro. Si de hecho era eso lo que había dicho, entonces era a Riki a quien había estado buscando desde el principio.
¿Pero por qué? ¿Por qué escogerlo a él y no a Riki? Kirie insistió en que aquel trato sería un “éxito”. Quizás tenía razón. En cuanto a los Blondies de Tanagura respectaba, no tenía idea de qué cosas los hacía excitarse. Como Kirie decía, grandes oportunidades como esas simplemente no se presentaban a diario. Cuando se presentaba una oportunidad tan maravillosa, el sentido común te aconsejaba abalanzarte sobre ella.
Pero había estado con Riki desde su época en Guardián y era capaz de verse a sí mismo de manera objetiva y descarada, en el más frío de los términos. Permitirse ceder a sus deseos delante de sus ojos, haría que las consecuencias por ello le cobraran un precio muy alto. Podía ver la verdad de esa regla donde fuera que mirara. Si albergaba incluso la más mínima de las dudas, lo mejor que podía hacer era no lanzarse imprudentemente adelante. Ese instinto era crucial.
Kirie sostenía el llamativo señuelo frente a sus ojos. No seas el cobarde que no fue a por el éxito y el poder. Pero a ese punto Guy no tenía intenciones de quebrantar las normas básicas que regían su vida.
“Pensemos en esto otra vez. ¿De acuerdo? Una dulce oferta como esta—no existe el primer tonto que no la aceptaría de plano.”
Pero Riki había escuchado suficiente de Kirie. “¡Oye!” interrumpió, inclinándose hacia adelante y sujetándole el brazo.
Kirie frunció el ceño y se liberó de su agarre. “¿Qué?” gruñó claramente fastidiado por la interrupción.
“¿Ese Blondie es el mismo bastardo que vimos en la subasta de mascotas?”
“¿Y qué si lo es?”
En ese instante, como un golpe directo a la cabeza, la imagen de Iason cruzó por su mente. Esa fría y significativa sonrisa que había visto en Parque Mistral. Una extraña y gélida sensación de pánico recorrió su espinazo. Se quedó en silencio.
Kirie lo miró de vuelta, sus ojos expresaban todo su resentimiento y su rabia. “La invitación no era para ti,” dijo con una risa burlona.
Pero Riki no prestó atención a los zafios intentos de ridiculizarlo. Su silencioso desprecio estaba enfocado en una persona y solo una persona. En la imagen de ese Adonis en toda su terrible y sagaz belleza. En Iason.

Ese día, el escondite usado por Jeeks y su pandilla fue perpetrado por una bomba de gas lacrimógeno. En medio de los gritos y gruñidos enojados, envueltos por las punzantes y asfixiantes nubes de humo blanco, los muchachos salieron tropezando del edificio de uno en uno.
La respuesta de los curiosos a sus chillidos por ayuda fue fría e indiferente.
No, contraria a ser indiferente.
La impudencia y ferocidad de esos mocosos se había vuelto en su contra, y aunque nadie era tan atrevido como para aplaudir a los perpetradores del “crimen” en público, algunos pocos satisfechos espectadores los felicitaban en voz baja.
Se lo tienen bien merecido.
A diferencia de Bison, reverenciados tanto con miedo como con admiración, la pandilla de los Jeeks había agotado la paciencia de todo el mundo y se habían vuelto el objeto de un odio general en los barrios bajos.
“Qué imagen tan lamentable.”
“Mírenlos, mojando sus pantalones.”
“Es todo lo que se necesita para convertirlos en un montón de bebitos.”
Retorciéndose en el suelo, aun llorando y moqueando no despertaron ni una pizca de lastima. Solo un gran desdén y despotismo.
Esa humillación convirtió rápidamente a los Jeeks en el blanco de todas las bromas, y el júbilo despertó en la gente sentimientos de disgusto de nuevo. Nadie sabía quién lo había comenzado, pero empezó a tomarse como verdadero y a comentarse como tal: hasta donde los Jeeks sabían—Maddox también—su enemigo natural permanecía siendo el fantasma de Bison y su igualmente fantasma reputación.
Ojo por ojo.
Esta era la venganza de Bison. Los rumores recorrieron los barrios bajos. La especulación se propagó como una enfermedad contagiosa, creciendo y mutando hasta el más recóndito de los rincones, alcanzando proporciones pandémicas.

domingo, 22 de junio de 2014

AnK - Volumen 1, Capítulo 5

Esa noche Riki se refugió a solas en un bar de las afueras para beber. No era un lugar que frecuentara a menudo, pero había ido hasta él con el único propósito de embriagarse. Allí nadie lo conocía. Era como sentarse al fondo de un océano oscuro en la cima de una fuente hidrotermal.
Se hizo bien atrás. En la taberna subterránea la única iluminación extra provenía del brillo azul surgiendo del vaso que tenía en la mano. La débil luz parecía dibujar una línea entre él y las seductivas voces guturales y los gritos y abucheos que llegaban desde las mesas de billar.
Se bogaba cada trago en sucesión rápida, pero no se sentía intoxicado en lo más mínimo. El recuerdo de ese encuentro casual en Parque Mistral incrustado en su mente como una bala en su cerebro: esa deletérea mirada penetrando la oleada de gentes, ese sorprendente y llamativo rostro, su intensa y aguda presencia.
Y esa fría sonrisa que lo atravesaba.
La imagen congelada de ese último momento era suficiente para hacer que su sangre hirviera, para hacer que cada terminación nerviosa se estremeciera con un fuego electrizante. En cuanto a coincidencias respectaba, aquella reunión había sido demasiado real, demasiado cruda. El solo hecho de pensarlo le provocó náuseas y le aceleró el pulso.
A pesar de todo—a pesar de todo—no se había olvidado de nada. Ni de las perfectas proporciones de ese Adonis, ni de los crueles ojos azules ocultos por unos lentes tintados. Como un talismán grabado en sus retinas, los meros trazos de la imagen posterior acariciando los bordes de su visión por sí solos eran capaces de pulsar el interruptor, trayendo de vuelta a la realidad esos tres años llenos de rabia y vergüenza.
Su rotundamente gélida voz—una voz cargada de una confianza inquebrantable—estaba atrapada de manera inseparable en las cámaras de eco de sus dos oídos.
Iason Mink. El nombre en la punta de su lengua tenía el sabor de una píldora dura y amarga triturada entre sus dientes.
La fuente de toda esa amargura seguía ocupando sus pensamientos. Desde ese día en adelante, no importaba cuán profundo se inmergiera en la cloaca que eran los barrios bajos, la herida nunca sería capaz de sanarse por sí sola.
El hormigueante ansia de venganza se hacía evidente en la profunda línea de su ceño fruncido, en la rabia entrecerrándole las esquinas de los ojos, dejando muy clara su naturaleza de otro mundo. Lo que había estado volando bajo el radar de su consciencia ahora escalaba a lo alto de lo obvio. El verdadero corazón del extraño, habiendo caducado en medio de un denso, inmóvil y febril delirio regresaba ahora a la vida.
“Oye, ¿quién es el sujeto?”
“Ni idea. Es nuevo por aquí.”
El cuchicheo se extendió por todo el lugar de manera prosaica.
“Tío, qué mal aspecto trae ese chico.”
“Sí. Vamos a componerlo un poco.”
“Oye, oye, antes de empezar, ¿no crees que deberíamos contarle primero a Jigg?”



La inquietud por el interés en el bar se trataba de algo más que ociosa curiosidad, y de repente se convirtió en una hoguera en lo que un tipo larguirucho con un leonado corte de pelo militar avanzó casualmente hacia Riki.
“Mierda, se trata de Jango.”
“Sí, tienes razón. Es Jango.”
“¿Jango dices?”
“Velo por ti mismo. Jango, la mismísima parca de dios.”
“¿En serio?”
Era el dingo que, se rumoraba, había provocado el actual conflicto entre Maddox y Jeeks, y su aparición en el bar encendía una luz completamente diferente sobre las cosas. En cuanto a como un simple informante había terminado siendo apodado “la parca”, nadie conocía en realidad los detalles o la verdad de la situación. Solo la incertidumbre de los rumores y la sugestión.
“Ese hombre está poseído.”
“Un tío que trató de engañarlo terminó mal. No quieres saber.”
“Míralo a los ojos y se te helará la sangre.”
“Se dice que, las pandillas que se metieron con él fueron rebasadas y acabaron en pedazos.”
Los rumores daban paso a más rumores, multiplicándose al mismo tiempo que el número de bocas aumentaba, despertando un miedo y una repugnancia que permanecía a una distancia segura y por lo bajo.
Impermeable como nunca a las escandalosas reacciones que tenían lugar a su alrededor, Riki levantó el vaso vacío en dirección al barman, quien se lo relleno sin que se lo pidiera y sin objetar. Riki lo miró suspicaz.
“Tu amigo te compró uno,” explicó el barman con una sonrisa insinuante.
Por primera vez, Riki se fijó en el hombre que ocupaba el asiento junto a él y chasqueó suavemente la lengua. Bebía sin lograr embriagarse en un bar miserable en las cercanías de la ciudad, un espectador casual tomando cuenta de los vasos apilándose sin dudas llegaría a la misma conclusión. Pero a Riki le molestaba que cualquier tío considerara coquetear con él en su estado actual.
El cabello recortado del hombre era distintivo y hacía sobresalir su perfil; como resultado, irradiaba una especie de atmósfera extranjera. Sin embargo, no importaba cuál fuera su perspectiva, no era del agrado de Riki. Todo lo contrario. Mirando al hombre con los ojos vueltos hacia arriba, gruñó. “Tío si estás tratando de conquistarme, estás perdiendo el tiempo.”
“¿Crees que soy tan estúpido como para intentar llevarte a la cama con un par de tragos?” Se rió de una forma extrañamente significativa. “¿Siempre has sido así? ¿Un tipo duro?”
El carnívoro cinismo en esa sonrisa despertó momentáneamente en Riki una curiosa sensación de déjà vu. Este sujeto—En alguna parte—
Ese hombre desconocido acogió su intensa mirada y rió para sí mismo. “Tercera vez, ¿y sigues hablándome así?”
Tercera vez— más sentimientos de déjà vu ardieron en el cerebro de Riki.
“Siento no haberte pegado lo suficientemente fuerte la última vez para dejarte una mejor impresión.”
Riki lo vio con un ojo más abierto que el otro. “Robby—¿no?”
El hombre—era Robby—se acabó el contenido de la copa que sostenía. “Bueno, por lo menos lo has recordado después de un momento. Estoy encantado. Aunque mejor aún si no has necesitado un examen de selección múltiple. Hombre, has cambiado, ¿no es así?”
Riki dedicó un largo y profundo escrutinio a Robby—tan largo que se hizo consciente del tiempo. “¿Qué mierda has estado comiendo para ponerte así de enorme?”
El sarcasmo residía enteramente junto al punto. Sin haber visto a Robby en casi ocho años, no quedaba mucho de los fragmentos de sus recuerdos en su mente. De lo que se acordaba en cuanto a él respectaba era de la discordia y el antagonismo del centro de crianza de Guardián.
Es gracioso, ¿no te parece? Siempre que tuvieras a Guy, no necesitabas a nadie más, ¿verdad?” Una sonrisa impúdica arrimó a sus labios fruncidos. “Perdí lo más importante que tenía en la vida. El solo hecho de que tú seas feliz es lo que soy incapaz de perdonar. ¡Así que tú también debes perder algo!
Un chillido perforador. Y entonces…
¿Te parece bien eso? ¿En serio te parece bien?
En el último segundo dejando entrever un poco de su verdadera furia.
Parecía un pecado que de todos los recuerdos de Guardián atrapados en su mente, solo restaran los que tenían que ver con Robby. De hecho, como aguardando por la esperanzadora hada al fondo de la caja de Pandora, todo lo que podía hacer era morderse el labio y sobrellevarlo.
“Parece que te va muy bien.”
“Gracias. Pero no has cambiado en absoluto.”
Una sonrisa torcida de desprecio por sí mismo curvó momentáneamente los labios de Riki. “¿Qué se supone que significa eso?” escupió, las palabras amargas en su boca.
¿Cuánto había cambiado en estos últimos muchos años? Suficiente para escaldarle el alma. “Significa que no has cambiado.” Dijo Robby simplemente, antes de añadir con rapidez: “Guardián o los barrios bajos, ya sea Sr. Carisma o el perdedor, siempre has sido un forastero.”
Un latido.
Se sentía como si le estuvieran pateando una vieja y palpitante herida. Riki entornó los ojos hasta que fueron solo un par de rendijas. Sin denotar miedo, Robby insistió con un aire casi displicente, aparentemente con la intención de hacer enojar a Riki. “Ahora lo entiendo, a lo que Schell de verdad se refería entonces cuando decía que eras el más fuerte y el más lindo. Eres una especie de fenómeno de la naturaleza, hermano.”
“¿Exactamente qué es lo que me quieres decir?” El susurro bajo y áspero se afiló. Incluso la neblina estancada y saturada de alcohol del humo del cigarrillo pareció retroceder, dándole un espacio más amplio.
“Quizás lo que estoy diciendo es que nunca averiguaste por tu cuenta qué es lo que te hace tan malditamente temible. Y esa es la razón por la que eras una carga para todo el mundo.”
Un segundo después, Riki había arrojado el contenido restante de su vaso en la cara de Robby. Absortos en la escena, un jadeo audible emergió de las bocas de los espectadores. Ahí estaba la parca de dios, y este loco hijo de puta en serio lo estaba retando. Debía estar fuera de sus putos cabales.
Riki puso el dinero para pagar la cuenta de manera brusca sobre el mostrador y se puso de pie. Actuando como si nada hubiera pasado, y sin el más mínimo cambio en su voz, Robby escupió el licor de su boca y lo miró.
“Tan pronto como dejaste Guardián, Schell empezó a revertirse a un estado infantil. Luego de eso no duró ni medio año. Era como si, tan pronto los dos, tú y él, fueron separados, algo se hubiera marchitado dentro de él y se le hubieran ido las luces. Así fue su final.”
Si Riki no pretendía quedarse para escuchar más de las remembranzas de Robby, con seguridad no estaba interesado para nada en lamer viejas heridas juntos. Pero Robby se había reservado lo mejor para el final y dirigió su ataque directo al corazón.
“Además, también está Junker. Desapareció de Guardián tal como lo hizo Haruka.”
Los pies de Riki se clavaron al suelo por un breve instante. “¿Junker—?” Los ojos de su mente evocaron el rostro joven de Junker, ahora nada más que una sombra…
“Pero supongo que ese no es un tema que te interese—”
Aquellas eran palabras que clavaron el puñal una vez más en su pecho. Su corazón dolió de una forma que encontró difícil de explicar. Como para dejar atrás Guardián y el resto, Riki no dedicó a Robby ni siquiera una mirada.

Robby vio salir a Riki, sin moverse ni un centímetro. Su brusquedad hasta entonces había estado, contrario a lo que parecía, impregnada de melancolía. Incluso después de que Riki se desvaneció de su campo de visión, la conexión entre ambos persistió por otro rato.
“¿Hombre, por qué te ves tan deprimido? No es el tipo de cara que la Parca de Dios quisiera expuesta al público.”
La repentina voz trajo a Robby de vuelta a sus sentidos. No percibió ningún dejo particular de cinismo en su tono. Como una luz parpadeando en las profundidades del océano de sus ojos casualmente levantados, reconoció a un jovencito pelirrojo y la tensión abandonó sus hombros.
“No solo has llegado tarde a nuestra cita,” el chico hizo un puchero, “Sino que te encuentro con los ojos puestos en algún Don nadie.” Se sentó en el taburete de bar, todavía caliente por el calor corporal de Riki. “Y al final, te echa la cerveza en la cara y te manda a la mierda. ¿No es eso a lo que llaman ponchar?”
Enjugándose el licor de la cara con la manga, Robby no se molestó en inquirir si en serio le estaba preguntando o se trataba simplemente de una pregunta retórica.
“¿Y bien? ¿Quién era ese?” El chico pateó el travesaño del taburete de Robby en un repentino arrebato de ira. “No me mandes a la mierda tampoco. Si tienes una buena excusa quiero escucharla. O si te parece, alcanzaré a ese bastardo y haré que me la diga él.”
“Cállate. Cáele mal a ese bastardo y terminarás de lo peor por ello.”
“Huh. ¿Estás rompiendo conmigo entonces?”
“No. Me refiero a que él es un sujeto muy peligroso.”
“¿Cuán peligroso?” presionó, inclinándose hacia adelante.
Robby dejó salir un sonoro suspiro. ¿Por qué demonios estaba tan embobado por ese chiquillo cabreado que no se parecía en lo más mínimo a Schell? Pero si trataba de explicárselo a sí mismo, aquel niño presumido lo bombardearía verbalmente con todo lo que tenía: ¿Qué carajos estás diciendo? ¿Crees que era yo el único curioso por conocer a la famosa Parca de dios?
“Era un compañero de bloque cuando estuvimos juntos en Guardián. No lo había visto en un largo tiempo,” dijo Robby con un aire desinteresado, escogiendo muy cuidadosamente sus palabras.
Después de ocho años, Riki de verdad había sido la última persona sobre la faz de la tierra que hubiera esperado toparse. En el momento en que lo vislumbró por el rabillo del ojo, la sangre se le agitó en las venas y su cuerpo entero comenzó a temblar. Su corazón y su alma no vibraban a causa de una nostalgia terrible. La sensación que obtuvo de la inesperada presencia de Riki en un bar a las afueras de la ciudad en un callejón sin salida—el único lugar donde tal anomalía podría pasar desapercibida—fue suficiente para hacer que le ardiera la garganta.
Impulsado por estos inusuales sentimientos de hambre y sed, Robby no tuvo otra opción más que acercarse a Riki. Pero mientras hablaban, la fiebre solo se hizo peor, sacudiendo su cuerpo como el revuelto pegajoso de sus vísceras o el temblor de la hipotermia.
“Sí, pero, ¿cuál es tu excusa?”
De hecho, ese incidente había sido el producto del antagonismo arremolinándose en torno a Riki en Guardián, y él era el único testigo de la verdad. No, por entonces, la “verdad” que había dividido en dos el límite entre la fantasía y la realidad—¿qué había visto exactamente? Robby seguía sin saberlo a ciencia cierta.
Solo que cualquiera que fuera el aura envolviendo a Riki abrasaba todos sus cinco sentidos. El miedo y el marcado asombro que rebosaba de los poros de su piel como un sudor frío habían afectado las partes más profundas de su memoria.
Schell, el fundamento de su corazón, había muerto. E incluso Junker, el instigador del incidente, se había esfumado de Guardián en algún punto. Sin embargo, la sensación de disforia en la boca de su estómago había perseguido a Robby por todos esos ocho años, muy a menudo gritándole de vuelta en una pesadilla viviente.
“¿Quizás fue él el primero al que te rendiste?”
“No soy tan descuidado o estúpido.”
“¡No me digas! ¿Y ahora afirmas que hay un jugador allá afuera capaz de intimidar al rudísimo Jango?”
“Jugador, huh.” La observación no estaba necesariamente errada, y Robby respondió con una cínica media sonrisa. Si él era la Parca de dios y el infierno lo seguía de cerca, entonces Riki debía ser esa bestia rara y vampírica que seducía hombres para después chuparles el alma. “Sí, puede ser. Después de todo, lo conocían como Varja.
“¿Varja?”
Robby sujetó con gentileza al chico por las raíces de su cabello rojo y le susurró suavemente en el oído. “El sujeto era el Varja de los barrios bajos. Riki de Bison.”
Viendo como los ojos del chico se abrían de par en par, Robby sofocó una risa desde lo profundo de su pecho.

Ese día, una extraña y fría lluvia nubló el cielo desde el amanecer. Como resultado, las podridas calles llenas de basura, las derruidas paredes de la colonia y todo lo demás descansaba en paz y parecía exhalar un suspiro de alivio.
Aunque las oxidadas y corroídas horas transcurrían penosamente a la sombra de la estridente noche de Midas, cubiertas por el oscuro velo de un cielo de baja altitud. Gruñendo profundamente para sus adentros en lo que arrastraba sus pesados pies y su trasero, por primera vez en mucho tiempo Riki se encaminó solo hacia la guarida.
No tenía a Kirie delante de sus narices siguiendo cada uno de sus pasos. Que aquella pequeña monstruosidad no estuviera a la vista fue suficiente para remover un poco de tensión de sus hombros, pero todavía le quedaba una extraña sensación de malestar. No podía evitar verse asaltado por el hecho de que la sola ausencia de Kirie succionaría mucha de la energía del lugar.
“Hola,” dijo Guy al ver a Riki. Se levantó del sofá, pasándose el vaso de mano en mano como persuadiéndolo a que tomara. “Qué lata, hombre. ¿Dónde diablos has estado? Llegué a creer que habías elegido un lugar diferente para descansar.”
Riki aplacó su sed con un trago y alzó los ojos. Guy se encogió de hombros. “Sí, es un mocoso quejica, pero cuando no está dando vueltas por ahí no parece haber nunca nada de lo cual hablar.”
Riki se dedicó a mirarlo y ya.
“Últimamente no ha estado muy sociable.”
“No hay mal que por bien no venga, ¿no?” dijo Riki con franqueza. “Estoy seguro de que un mocoso como él tiene un montón de infantes con los que pasar el rato.”
“Oye, sabes que eso no es cierto,” reviró Guy. Su tono de voz revelaba un grado de preocupación y desasosiego sobre lo que no podía solucionar. Miró amablemente a Riki a los ojos.
“¿Qué?”
“¿Cómo que ‘qué’?” preguntó Guy saliéndose por la tangente. Cuando vio que no iba a ser capaz de penetrar la falta de expresión de Riki, suspiró. “Bueno, lo que sea, supongo.”
Se terminó su trago con un aire de resignación. Independientemente de cómo se sentía Guy en realidad, Riki honestamente no podría haberse interesado por el paradero de Kirie, con quién estaba, o qué estaba haciendo.
No tiene nada que ver conmigo.
Desentendiéndose del asunto, Riki también deseaba derrotar esa sensación de la existencia de Iason envuelta en torno a sus entrañas. Intentando empujarla por la fuerza hacia las periferias de su cerebro, cambió de tema.
“Guy—”
“¿Sí?”
Una vez rompió el hielo, Riki continuó empleando un tono de voz desinteresado. “Me encontré a Robby.”
Los ojos de Guy se abrieron y Riki le lanzó una mirada escéptica, jugando con el vaso en una mano mientras le contaba sobre no haber reconocido el rostro de Robby después de ocho años, la muerte de Schell y el misterio de la desaparición de Junker.
En lo que Riki hablaba, Guy solo respondía con un ocasional “Huh” y “¿En serio?” y otras expresiones conversacionales sin sentido. Cuando Riki llegó al final de su narrativa, Guy le advirtió por lo bajo. “Riki, Robby solo puede significar malas noticias. No te conviene involucrarte con él.”
Si bien odiaba tener que admitirlo, Riki se había dado cuenta de que algo más que la apariencia de los barrios bajos había cambiado durante esos tres años de ausencia, y no sería fácil rellenar los espacios.
“¿Qué clase de malas noticias?”
“Es un dingo. Un informante. Un tipo rudo que la gente llama la Parca de Dios.”
Aunque la apariencia del semblante de Guy denotaba cierto desagrado personal que era menos de lo que la intensidad de sus palabras sugería. En cuanto Riki lo miró de vuelta, la cínica sonrisa del rostro cambiado de Robby se le vino a la mente.
“Eso es terrible, hombre.”
“Juntarse con Robby hará que la gente saque conclusiones equivocadas sobre ti.”
“¿Tiene vínculos con Jeeks?”
“Sí,” declaró Guy de una inusual asertiva manera. “Para cada uno de nosotros poseído por los fantasmas de Bison, hay quienes abanican las llamas desde la distancia, y oportunistas aguardando la oportunidad de sacarnos.”
Riki—o mejor dicho, Guy y los otros—habían tomado los restos arrastrados por el viento de Bison y continuaron ardiendo de una forma distinta, su sentimentalismo y expectativas habían sido puestos en hiatus indefinido.
Sin mencionar que la pandilla de Jeeks ahora no ocultaba su intención de extinguir Bison. Al regresar a sus viejos escondrijos después de tres años, sin proponérselo Riki había llevado consigo una ráfaga de brillantes ascuas de vuelta a una clamorosa llama.
Los inciertos rumores de que la resurrección de Bison se acercaba no eran más que cómica especulación para Guy y los otros, pero no podían simplemente apartarlos.
“Sí, pero es pura mierda, ¿verdad?” murmuró Riki sordamente.
Todo lo que Guy podía hacer era mostrar una sonrisa torcida. Poco después de eso, su preocupación más grande se hizo realidad de una sola vez: el derruido edificio que usaban como su cuartel y resguardo fue mandado abajo con un único y furioso estallido.

En un parpadeo, los rumores recorrieron los barrios bajos.
“Oigan, parece que por fin ha empezado.”
“Eso parece.”
“¿Lo has oído también?”
“Sí. La guarida de Herma fue vuelta añicos.”
“El que golpea primero gana, ¿eh?”
El alboroto del asombro y la impresión.
“Jeeks está tomando medidas drásticas.”
“Esos bastarditos suyos no conocen el miedo.”
“Eso es seguro. Pero solo porque no tienen ni idea de cuán grandioso era Bison cuando estaba en la cima.”
Y más apasionado que la ovación ciegamente entusiasta, era el hincapié de la oposición.
“Hasta Maddox huye asustado ahora.”
“¿Crees que Jeeks le ha tomado la delantera?”
“Si nadie lo hace, debe ser Jeeks.”
Y un toque de ansiedad surgiendo.
“Maddox y sus amigos deben estar zapateando por la frustración.”
“Esa es solo una trampa, ¿no lo crees? Se dice que están esperando a que Bison y Jeeks se coman los unos a los otros antes de echarse al ataque.”
“¿Y tomar la parte del león por ellos mismos?”
“Pero eso no significa que ya lo tengan en las manos.”
“Sí. Después de todo, Bison se retiró cuando eran los líderes.”
Mientras tanto, el gran interés por cualquier pedazo de información no flaqueó.
“Es solo cuestión de tiempo para que estalle una guerra de verdad.”
“¿En serio eso crees?”
“Puedes apostarlo. Ser atacados así a plena luz del día y no hacer nada—el nombre de Bison ya no vale una mierda.”
Ventilando sentimientos de condenación inminente.
“¿Crees que Riki tome cartas en el asunto?”
“Nah. ¿Qué podría hacer ese perdedor?”
“Cierto. Tal vez el viejo Riki sí, pero el nuevo regresó incompleto.”
Quienes permanecían al margen de la acción se quejaban entre ellos amargamente.
“Esos pequeños imbéciles que Jeeks ha reclutado no son las bombillas más brillantes del mercado tampoco. En cuanto a Riki, más conviene dejar en paz a ese perro dormido.”
“Confronta a la cara al Varja de los barrios bajos y no va a quedarse simplemente ahí quieto aguantándose, ¿o sí?”
“¿Así de malo es ese tal Riki?”
“¿Qué piensas tú? Estamos hablando de Riki de Bison. Así que pues claro que sí, mierda.”
Perdiendo el tiempo con nada para guiarlos aparte de sus propios egos.
“Sí, será ojo por ojo.”
“Directo a la carne y al hueso.”
Y así los rumores y especulaciones solo se incrementaron.

“¿Qué quieres hacer?” preguntó Sid. Se plantó frente a las ruinas de su vieja guarida y se levantó cuan alto era, su cara más fiera de lo habitual.
“¿Qué quieres hacer?” repitió Norris en un suspiro desdeñoso. “Destruido así a plena luz del día, ¿qué puta mierda se supone que haga al respecto?”
Aquello no era lo que Sid había preguntado, pero Norris no sabía cómo lidiar con la pregunta real a la que se estaban enfrentando.
“Quizás esto por fin sea suficiente para despertar a alguien.” Dijo Luke, como si articulara los pensamientos de los otros. Caló su cigarrillo y pateó los escombros a sus pies.
Riki le dedicó una mirada de medio lado, una línea vertical plegando su ceño. No podía saberlo con seguridad, pero la verdad parecía demasiado obvia. Moler a golpes a esos mocosos de Jeeks pudo no haber sido la mejor de las ideas. Sin dudas he estado mostrando mis verdaderos matices hace ratos.
No tenía la culpa de todo, pero ciertamente proporcionó el impulso, fue la llama que encendió el mechero.
“De cualquier modo… podemos descansar en Laura’s,” sugirió Guy y nadie lo contradijo.

Una mentalidad acosadora y un hambre no correspondida. Durante ese breve periodo de locura y furia en que lideraron la jauría en los degenerados barrios bajos, los miembros de Bison se habían dado cuenta del poco sentido que tenía la estupidez de enseñar los colmillos con frecuencia. Pero no había punto de comparación entre el antes y el ahora sencillamente.
Antes, podían aplacar sus emociones de sangre caliente y calcular cuando y donde atestarles el golpe a sus superiores, incrementando la cantidad exacta de tensión al punto del estallido.
Antes, la visión del carismático Riki por sí sola era suficiente. Sus palabras los intoxicaba. Compartían por igual su ardiente entusiasmo a cada momento. La tremenda sensación de exuberancia que surgía al encontrarse cerca de él era más que suficiente.
Pero ahora Riki no tenía nada para decir. El poder de su carisma se había extinguido y este Varja neutralizado no poseía una dirección en la cual orientarlos. Debían estarse dando cuenta de eso desde hacía ratos, pero la mortificación de ver la prueba justo delante de sus narices quedaba más allá de la lógica y la razón.

Los barrios bajos eran inquietos y movidos, como suspendidos en las puntas de sus pies, listos para darse a la fuga a la menor de las señales. Temblando, fuera de balance, mirando abajo a sus propios pies inciertos y comprobando el rostro de todos los desconocidos.
En medio de todo eso, rondaba un nuevo rumor. “¿Me estás jodiendo? Escuché que Kirie les consigue compañeros a esos bastardos mecanoides.”
“Sí, escuché que es un modo excelente de ganar un poco de dinero extra. Dicen que la última gran moda entre esos tipos es hacerlo con un humano.”
“¿Ni siquiera pueden hacerse con las damas profesionales de Midas para conseguir lo que desean, así que nos fijan en sus miras a nosotros los mestizos?”
“Idiota. Los androides no sienten así la urgencia de tener sexo. Debe haber una trampa en alguna parte.”
“Probablemente. Oye, ¿conoces a Tom de Creutz? Aceptó la oferta de Kirie—medio llevado por la curiosidad, estoy seguro—pero se hizo de veras adicto. Ahora merodea por ahí todo el día buscando hacerlo otra vez.”
“¿Crees que tal vez nos estén usando como conejillos de indias humanos para esa droga nueva? Dicen que te la metes en el trasero y te vienes, algo así como que instantáneamente. Y no deja ni un solo rastro.”
“Sí, pero si me dices que ese es mi tiquete al paraíso en este mundo, entonces independientemente del dinero me gustaría probarla solo una vez.”
“Imposible. Te digo, un montón de sujetos jodidos y cansados como nosotros serían rechazados a una milla de distancia.”
“Joder, ni ellos pueden ser tan exigentes, hombre. De cualquier forma, solo les hacen ofertas a los chicos más jóvenes según he oído.”
“Sí, es malditamente obvio que están arrinconando al objetivo. Te digo, algo sospechoso está ocurriendo.”
“¿Y Kirie y los otros se están repartiendo algo del dinero?”
“Eso parece. Los hijos de puta lo tienen todo cubierto.”
“Tacaños es lo que son. Creerías que quieren lograr un poco de cambio para el resto de nosotros. Pero no.”
Con Sid era difícil entender cuando estaba bromeando y cuando estaba hablando en serio, de modo que los demás se rieron secamente y con poco entusiasmo con él. Pero una vez que aquella incómoda interrupción se acabó, el tedioso silencio volvió a descender.
Incapaz de tolerar más esa atmosfera forzada, Norris rompió el hielo. “En ese tipo de asuntos, Riki era el que pensaba. Fue él quien nos llevó a una especie de lugar especial que los barrios bajos nunca habían visto.”
Solo recordar el pasado podía superar el desaprovechado apático tiempo.
“Me pregunto qué mierda hizo,” meditó Luke. Sabiendo que no era suficiente, añadió: “No me sorprendería si hubiera hecho lo mismo que Kirie, ¿saben?” Una risa sorda le escaló por la garganta. “¿Y qué si en lugar de vender a sus amigos alguien se aprovechó él? ¿Pero no es eso lo que Kirie siempre dice?”
Nadie se rió. Después de un rato, las observaciones provocativas de Luke simplemente se evaporaron sin ningún otro comentario adicional.
“Oigan, ¿Cuál es el problema? ¿O están insinuando que le di al clavo?”
El escarnio era obvio en el tono de voz de Luke. A pesar de lo que había dicho, Riki dejó que todo aquello escurriera sobre él como agua sobre mármol pulido. Luke entornó los ojos más intensamente, incapaz de digerir la indiferencia.
“De veras, en serio no me importa si eso piensas o no. Adelante, puedes creer lo que se te da la gana,” decía Riki.
El brusco y franco desaire provocó que Luke se chupara las mejillas con desdén. “Sabes, Riki, ver esa parte de ti me hace querer vomitar.” Escupió las palabras con una voz forzada, como si expulsara el aliento desde su tráquea. “Me cabreas tanto que quiero ponerte en cuatro patas y darte por el culo hasta que te pongas a llorar por misericordia.”
Nadie consideró que aquello fuera el sentido del humor de Luke saliéndose de control. El alcohol había revelado la verdadera naturaleza de su exasperación, ahora brillaba en todas partes como el sudor sobre el cuerpo de un atleta.
Quizás envenenado por la presencia de Luke, o quizás enredado en sus propios fieros sentimientos agitándose bajo la superficie del agua y queriendo enterrar el clavo de un solo martillazo, Riki respondió: “Si eso es lo que quieres hacer, pues da lo mejor que tengas. Pero no quiero escuchar ningún lloriqueo después de que te convierta en una maravilla sin polla.”
Riki pronunció la amenaza deliberadamente, muy despacio. No había filo iracundo o enojado en su voz, solo fría indiferencia. Sin embargo el fuego agudo escondido en sus penetrantes ojos negros como una espada envainada se revelaba en su extraña e intimidante aura. Todo el mundo contuvo el aliento y acalló su boca. Habían visto lo que se suponía no debían ver y sintieron el látigo castigador reservado para tales pecados.
Un silencio pesado y sofocante prosiguió. Incapaz de soportarlo más, Norris apartó la vista de manera abrupta. Sid contuvo la respiración y exhaló, lamiendo sus labios adoloridos repetidas veces. Y Luke hizo un gran espectáculo de bogarse la botella entera de un solo trago.
Solo Guy siguió mirando a Riki con ojos preocupados.

¿Se había atrevido a asumir la posición de un perro apaleado con el fin de mantener su libertad? No. Ese no era el caso.
Era cautivo de los fantasmas de su pasado, y su único pecado era llegar a verse a sí mismo en dichas condiciones. ¿Enfrentarse directamente a la verdad y ser demasiado cabeza dura para dejarse llevar por las emociones era todo producto de su ego?
No, no era el estado actual de su orgullo lo que lo subió al estrado. La parte acusada era la pasión que había brotado de aquel sorprendentemente ingenuo y desorientado periodo en su vida. Aunque estas pasiones hacía tiempo que se habían desgastado, los reverentes ojos rasgados sobre todo él no habían cambiado.
Estaba mucho más que harto de todo, hasta el punto en que su hirviente irritación estaba cerca de derramarse. No se convertiría en el esclavo de nadie. Ninguna cadena lo ataría. Sería libre, y sin embargo los grilletes del pasado que deseaba apartar en cambio lo sostuvieron rápido, un peso invisible sobrecargaba cada uno de sus pasos.

El verano tocaba su final. Había sido “verano” únicamente en nombre, carente del calor de un sol abrasador, una estación efímera que pasó veloz, dejando atrás solo remolinos turbulentos y tensos en el aire.

“¿Eh?” Norris respondió reflexivamente, como si pensara que de alguna forma había oído mal.
A pesar de ser medio día, el escondrijo llamado Laura estaba sumido en la oscuridad. Norris estaba afilando el recuerdo de su cuchillo mariposa, para él era más un curioso artefacto del pasado que una antigüedad vieja escuela.
“Nos abalanzamos sobre Riki esta noche,” se le salió a Luke.
“Eso no es divertido.”
Luke le frunció el ceño a Guillory y Sid. “Hablo en serio.”
Norris resopló. “Deja de hablar de lo que no tienes idea. Guy estará con él, ¿sabes?”
“Oigan, ¿no habíamos arado este terreno ya? Las cosas entre esos dos se acabaron hace mucho. ¿No lo sabías?”
Encontrándose falto de palabras, Norris se sumió de nuevo en el silencio.
“Desde que Riki volvió, no he escuchado nada sobre el regreso de Yori.”
Norris habló más que todo para sí mismo, “Eso no significa una mierda. Puedes poner el cielo y la tierra patas arriba y Riki nunca sería tu perra.”
Fuera que hubieran terminado de veras o fuera que Guy hubiera vuelto con Yori, no venía al caso. Riki y Guy estaban entrelazados a un nivel mucho más profundo, más profundo que el sexo. Había evidencia más que suficiente sobre ese hecho, suficiente para ponerlo absurdamente celoso.
Luke debía saber todo eso también, ¿entonces por qué seguía tocando el tema? Norris no podía empezar a imaginar qué le pasaba a Luke por la mente.
“Oye, Luke. ¿Por qué continúas guardando ese rencor? Ya déjalo… ni Guy se sigue riendo. Y además, Riki no insistió sobre lo que te haría.”
“Sí, qué interesante, ¿no? Todos ustedes reaccionando de esa forma. Yo, francamente me he estado aburriendo ahora último con sujetos como ustedes que sacan el culo sin que se lo pidan siquiera.”
Hablaba suavemente, pero si su intención era resolver el asunto entre sus amigos de una manera divertida, no funcionó en absoluto.
“¿No crees que tal vez hayas estado tomando mucho licor y hayas perdido unas cuantas neuronas en el regateo?” Norris se relajó en el sofá, estirando las piernas, como preguntándose qué sentido tenía seguir así.
No obstante, Luke permaneció inmutable. “No digo que necesite tu ayuda. Solo que se mantengan amables y borrachos hasta que se lleve a cabo el acto.”
“Bueno discúlpame, perdón.”
“Por amor a los viejos tiempos, nos tomaremos eso como una broma. Pero solo por esta vez.”
Luke sonrió. “¿Por qué entras en pánico, Sid? Ha pasado mucho tiempo desde que Riki lideró Bison y saldó cuentas. Es demasiado tarde ahora para empezar a ser el héroe.”
“¿Qué demonios intentas decir?” preguntó Sid. En la mayoría de los casos Sid era bastante indiferente a la extraña manera indirecta que tenía Luke de insistir con el tema, pero esta vez Luke en realidad lo estaba poniendo de los nervios.
“El Riki de Bison que solías adular ha desaparecido. ¿Comprendes eso? El chico es un perro apaleado, pero tiene el mismo maldito cuerpo hermoso de siempre. Un culo tan duro como un tambor. Solo pensar en él allí abajo me la pone dura. En serio. ¿A ti te pasa igual? Es por eso que te ligaste a Kirie, ¿verdad? Porque Kirie es la viva imagen del antiguo Riki. ¿Pero hacerlo de verdad? Eso consigue que hasta una polla diminuta como la tuya se pare.”
Por un largo segundo, Sid lo miró con los ojos desorbitados y palideció, como si toda la sangre se le hubiera ido de la cabeza. Solo sus ojos desencajados ardían rojos, como si otra persona se hubiera asomado dentro de su corazón y se hubiera reído de lo que encontrara allí. Lo que Sid estaba sintiendo en ese momento era más la pura sed de sangre de un deseo homicida que simple rabia.
En vez de dejarlos desplumarse en ese preciso instante, Norris se aclaró la garganta amenazadoramente.
“Mira, Sid, cuando veo la engreída cara de me importa una mierda de Riki, me da tanta ira que apenas puedo soportarlo.” Habló con un registro completamente diferente del cínico tono que había usado hasta entonces. En las estranguladas profundidades de su voz, las verdaderas intenciones de Luke fueron puestas al descubierto. “Con el antiguo Riki, te daba la sensación de que un inoportuno roce de tu mano te chamuscaría los dedos. Riki ardía, hermano, una fuerza de la naturaleza. Solo ponerse a su lado era como pararse junto a un incendio crepitante.”
El recuerdo seguiría latente y vivo por siempre en su mente, hasta el calor de su cuerpo:
“¡Y Luke! ¡No te pongas a perder el tiempo con semejante inútil! ¡Es solo Barth! ¡Deja que el hijo de puta se caiga! ¿De acuerdo? ¡No vayamos a cagarla, gente!”
Las palabras de ánimo de Riki se abrían paso entre el estruendo como un elixir dulce, dándoles una descarga de adrenalina más poderosa que cualquier droga. Esos ojos negros como el carbón. Esa voz. La sensación placentera y estremecedora cuando los llamaba por su nombre los inspiraba a creer que cualquier cosa era posible, no importaba cuán peligrosa.
“A pesar de ese airecito indiferente que tiene, cuando estaba ahí al frente era una maldita bola de fuego. No importaba cuán jodidos estuviéramos, no importaba cuán locas se pusieran las cosas, él estaba dispuesto a afrontar lo que fuera que se interpusiera en nuestro camino.”
El rugido de la motocicleta acuática dirigiendo la carga. Las calientes y punzantes ráfagas de viento en sus rostros. Ese sentido real de “unidad” que llegaba cuando Riki estaba liderando la marcha era mejor que el éxtasis del sexo.
Caliente. Vibrante. Ensordecedor. Abrasador. Paralizante.
Con Riki a la cabeza, pararse a sus espaldas era como pararse tras la cámara de postcombustión al rojo vivo de un motor a reacción. Cuando Riki y Guy se montaban juntos en la motocicleta, era el privilegio de Guy hacer que Riki se montara atrás.
“Si se trata de una motocicleta de dos plazas, yo conduzco, Riki. No puedo soportar que trates esa valiosa pieza de maquinaria como a un juguete.”
Era solo en esos casos que el siempre reservado Guy no pasaba las llaves. No era que la motocicleta fuera valiosa. Y aunque aquello no constituía necesariamente una crítica al estilo salvaje de conducir de Riki, Guy no era el único cubriéndose los ojos con las manos. En cuanto a Guy respectaba, sentar a Riki tras él era mil veces mejor que verle la espalda y que la ansiedad le provocara ulceras.
No solo Luke, sino Norris y Sid también (aunque no lo admitían en esos términos) querían quejarse. ¿Por qué Guy es el único que tiene permitido darse esa clase de privilegios especiales?
Si tales arrebatos de celos llegaban a sus corazones, con el tiempo se los comería por los cuatro costados.
“Cuando estabas con Riki sentías que la sangre se te batía en las venas, sentías como que podías hacer cualquier cosa, que no le tenías miedo a nada. ¿Sabes?”
Sid y Norris no dudaron en asentir vigorosamente en respuesta a aquella acusación. Habían estado encantados de forma similar por el carisma de Riki.
“Pero ahora cuando pienso en eso, comparado con lo que significaba ser los pit bulls de Hot Crack entonces, somos un montón de niñitos. Es por eso, aun cuando Riki dice que se retira de Bison y se va, nadie lo agarró y lo trajo de vuelta aquí.”
Pero eso era llorar sobre la leche derramada. ¿Nos dejarás de lado y ya? Quizás si lo hubieran regañado, le hubieran enterrado las uñas y no lo hubieran dejado ir, las cosas hubieran resultado diferente.
Después de todo, solo estaban perdiendo el tiempo. “Pero por la razón que sea, ¿no significa eso que todos estamos calientes por Riki de una forma u otra?”
Con la suficiente extrañeza, sin pretensión ni cohibición, la proposición triunfaba. Y por eso era lógico preguntar: “¿Pero qué le ocurre ahora? Siempre está alcoholizándose con Stout con esa apariencia medio drogada en sus ojos.”
El dejo de decepción era doble. Aun plenamente consciente de que aquella era una reacción irracional, los sentimientos supuraron como veneno lento y arrancó en sus corazones de la oscuridad.
“Siempre dedicándonos esas miradas como de que ya no somos bienvenidos en su presencia.”
Pretendía ser la palabra final pero denotando tanto arrepentimiento que parecían un montón de bultos tristes, arrastrando por siempre el ancla de su pasado con ellos.
“Siendo ese el caso, seguiremos persiguiéndolo hasta que no pueda ignorarnos más.”
Siendo ese el caso, debían obligarlo a que se los demostrara, fastidiarlo, y seguir así hasta el amargo final. Eso era lo que Luke estaba diciendo. Tal acercamiento era mucho más atractivo que arrastrar las cosas de esa manera inconclusamente para siempre.
Sid y Norris miraron a Luke sin parpadear.
¿Tan desconcertados se encontraban por su arrogante palabrería que habían perdido cualquier intención de bajarle los humos? No. Simplemente ninguno de los dos tenía nada qué decir. Descargar su incomprensible rabia en Riki, Luke parecía estar hablando por todos ellos, y a ese punto no sentían la necesidad de exagerar.
Los sentimientos de superioridad y satisfacción personal que habían compartido con Riki fueron acoplados con una repentina sensación de pérdida. Un hambre inefable y una sed remplazaron lo que debían haber tenido en común después de cuatro años. Sin embargo, sabían que no podían llegar a los mismos extremos que Luke. Mudos de la consternación, su racionalidad se deformó y se refractó, el silencio se estancó y el tiempo transcurrió para ellos como prisioneros consumiéndose en la soledad. En la pesada penumbra se hacía difícil hasta respirar.
El sonido familiar de la puerta abriéndose y cerrándose de repente perturbó el ambiente.
Todos tragaron, se les contrajeron los hombros. Como si hubieran escuchado un disparo, se volvieron hacia la puerta de inmediato.
“¿Qué? ¿Qué pasa?” preguntó Riki, deteniéndose en el lugar con una expresión perpleja en la cara.
Pero nadie abrió la boca, cada uno a su propia manera apartó la vista con vergüenza.
“¿Dónde está Guy?”
Luke respondió cortante. “¿No estaba contigo hoy? Sí mencionó algo sobre tener un compromiso previo con alguien.”
Sid miró a Luke amenazadoramente. Norris también cloqueó para sus adentros, finalmente entendiendo por qué Luke había estado divulgando sus planes para esa noche.






Ignorando la mala vibra con la que el resto de ellos llenaba el silencio, Riki no dijo nada en lo que se sentaba en su lugar habitual. Luke le extendió una  botella de Stout. “¿Quieres una?”
Riki respondió con un asentimiento. Masticó un bocado de una especie de comida sin sabor, pero sólida y se la tragó, después se llevó el Stout lentamente a los labios. Paladeando el licor en su lengua, sintió una particular amargura punzante apuñalándolo como agujas diminutas, poco a poco conduciéndolo hacia el fondo de su garganta.
Ya se había acostumbrado a ello. Riki tomó una profunda bocanada de aire y la dejó salir, luego rotó la botella. Norris negó con la cabeza. Bueno, siendo ese el caso… La mirada de Riki se desplazó alentadoramente hacia Sid.
“No, gracias. No estoy de humor esta noche.”
Luke sonrió finamente. Fuera una sonrisa amarga o burlona, era difícil darse cuenta. Riki no sacó nada en claro. Se encogió de hombros y tomó otro sorbo del Stout.
En poco tiempo, sus ojos empezaron a llenarse de una capa de neblina aguada e intoxicadora. Estirando sus lánguidas extremidades, una débil sonrisa se le dibujó en los labios. Norris tragó sin querer, los ojos se le abrieron como platos. El suspiro que emergió de los labios de Riki parecía tener un aire de una casi abatida melancolía. El ensueño que Norris imaginó era tan encantador que hizo que su garganta temblara.
Riki había expuesto ante sus ojos su rostro franco e indefenso.
Ordinariamente, sobrellevados por las olas de placer juntos, hubieran pasado por alto ese lado escondido de él. Eso, junto a la ausencia de Guy—la única persona que podía servir como una válvula de retención para Riki en esas situaciones—inesperadamente grabó la vivida imagen en la parte posterior de sus retinas.
Sid apretó los labios y fijó los ojos en Riki, como si quisiera devorarse entero su ser. Un momento en el cual dudó hasta de seguir respirando. Un momento en el cual el eufórico deseo de tomarlo y penetrarlo—
Entre el tenso silencio, cada una de sus respiraciones sincronizadas al pulso de Riki, empujándolos cada vez más cerca del borde del abismo—

Pero nada ocurrió esa noche.
Frente a las narices de la inusual galantería de Sid y Norris, Luke se vio forzado a ejercer un poco de prudencia. O quizás más importante, nunca tuvo la oportunidad de actuar.

Incluso cuando los dos se apresuraron incómoda y alternativamente hacia el lavabo, sobrecogidos por el aura de Riki, Luke no se molestó en enseñar ni la más delgada de las sonrisas despectivas. Pero el hambre batiéndose en su pecho era mucho peor de lo que imaginó, y comprenderlo lo escaldó hasta la médula.