Esa noche Riki se refugió a solas en un bar de
las afueras para beber. No era un lugar que frecuentara a menudo, pero había
ido hasta él con el único propósito de embriagarse. Allí nadie lo conocía. Era
como sentarse al fondo de un océano oscuro en la cima de una fuente
hidrotermal.
Se hizo bien atrás. En la
taberna subterránea la única iluminación extra provenía del brillo azul
surgiendo del vaso que tenía en la mano. La débil luz parecía dibujar una línea
entre él y las seductivas voces guturales y los gritos y abucheos que llegaban
desde las mesas de billar.
Se bogaba cada trago en
sucesión rápida, pero no se sentía intoxicado en lo más mínimo. El recuerdo de
ese encuentro casual en Parque Mistral incrustado en su mente como una bala en
su cerebro: esa deletérea mirada penetrando la oleada de gentes, ese
sorprendente y llamativo rostro, su intensa y aguda presencia.
Y esa fría sonrisa que lo atravesaba.
La imagen congelada de ese
último momento era suficiente para hacer que su sangre hirviera, para hacer que
cada terminación nerviosa se estremeciera con un fuego electrizante. En cuanto
a coincidencias respectaba, aquella reunión había sido demasiado real,
demasiado cruda. El solo hecho de pensarlo le provocó náuseas y le aceleró el
pulso.
A pesar de todo—a pesar de
todo—no se había olvidado de nada. Ni de las perfectas proporciones de ese
Adonis, ni de los crueles ojos azules ocultos por unos lentes tintados. Como un
talismán grabado en sus retinas, los meros trazos de la imagen posterior
acariciando los bordes de su visión por sí solos eran capaces de pulsar el
interruptor, trayendo de vuelta a la realidad esos tres años llenos de rabia y
vergüenza.
Su rotundamente gélida voz—una
voz cargada de una confianza inquebrantable—estaba atrapada de manera inseparable
en las cámaras de eco de sus dos oídos.
Iason Mink. El nombre en la punta de su lengua tenía el sabor
de una píldora dura y amarga triturada entre sus dientes.
La fuente de toda esa amargura
seguía ocupando sus pensamientos. Desde ese día en adelante, no importaba cuán
profundo se inmergiera en la cloaca que eran los barrios bajos, la herida nunca
sería capaz de sanarse por sí sola.
El hormigueante ansia de
venganza se hacía evidente en la profunda línea de su ceño fruncido, en la
rabia entrecerrándole las esquinas de los ojos, dejando muy clara su naturaleza
de otro mundo. Lo que había estado volando bajo el radar de su consciencia
ahora escalaba a lo alto de lo obvio. El verdadero corazón del extraño,
habiendo caducado en medio de un denso, inmóvil y febril delirio regresaba ahora
a la vida.
“Oye, ¿quién es el sujeto?”
“Ni idea. Es nuevo por aquí.”
El cuchicheo se extendió por
todo el lugar de manera prosaica.
“Tío, qué mal aspecto trae ese
chico.”
“Sí. Vamos a componerlo un
poco.”
“Oye, oye, antes de empezar,
¿no crees que deberíamos contarle primero a Jigg?”
La inquietud por el interés en
el bar se trataba de algo más que ociosa curiosidad, y de repente se convirtió
en una hoguera en lo que un tipo larguirucho con un leonado corte de pelo
militar avanzó casualmente hacia Riki.
“Mierda, se trata de Jango.”
“Sí, tienes razón. Es Jango.”
“¿Jango dices?”
“Velo por ti mismo. Jango, la mismísima
parca de dios.”
“¿En serio?”
Era el dingo que, se rumoraba,
había provocado el actual conflicto entre Maddox y Jeeks, y su aparición en el
bar encendía una luz completamente diferente sobre las cosas. En cuanto a como
un simple informante había terminado siendo apodado “la parca”, nadie conocía
en realidad los detalles o la verdad de la situación. Solo la incertidumbre de
los rumores y la sugestión.
“Ese hombre está poseído.”
“Un tío que trató de engañarlo
terminó mal. No quieres saber.”
“Míralo a los ojos y se te
helará la sangre.”
“Se dice que, las pandillas
que se metieron con él fueron rebasadas y acabaron en pedazos.”
Los rumores daban paso a más
rumores, multiplicándose al mismo tiempo que el número de bocas aumentaba,
despertando un miedo y una repugnancia que permanecía a una distancia segura y
por lo bajo.
Impermeable como nunca a las
escandalosas reacciones que tenían lugar a su alrededor, Riki levantó el vaso
vacío en dirección al barman, quien se lo relleno sin que se lo pidiera y sin objetar.
Riki lo miró suspicaz.
“Tu amigo te compró uno,” explicó
el barman con una sonrisa insinuante.
Por primera vez, Riki se fijó
en el hombre que ocupaba el asiento junto a él y chasqueó suavemente la lengua.
Bebía sin lograr embriagarse en un bar miserable en las cercanías de la ciudad,
un espectador casual tomando cuenta de los vasos apilándose sin dudas llegaría
a la misma conclusión. Pero a Riki le molestaba que cualquier tío considerara
coquetear con él en su estado actual.
El cabello recortado del
hombre era distintivo y hacía sobresalir su perfil; como resultado, irradiaba
una especie de atmósfera extranjera. Sin embargo, no importaba cuál fuera su
perspectiva, no era del agrado de Riki. Todo lo contrario. Mirando al hombre
con los ojos vueltos hacia arriba, gruñó. “Tío si estás tratando de conquistarme,
estás perdiendo el tiempo.”
“¿Crees que soy tan estúpido
como para intentar llevarte a la cama con un par de tragos?” Se rió de una
forma extrañamente significativa. “¿Siempre has sido así? ¿Un tipo duro?”
El carnívoro cinismo en esa
sonrisa despertó momentáneamente en Riki una curiosa sensación de déjà vu. Este sujeto—En alguna
parte—
Ese hombre desconocido acogió
su intensa mirada y rió para sí mismo. “Tercera vez, ¿y sigues hablándome
así?”
Tercera vez— más sentimientos de déjà vu ardieron en el cerebro de
Riki.
“Siento no haberte pegado lo
suficientemente fuerte la última vez para dejarte una mejor impresión.”
Riki lo vio con un ojo más
abierto que el otro. “Robby—¿no?”
El hombre—era Robby—se acabó
el contenido de la copa que sostenía. “Bueno, por lo menos lo has recordado
después de un momento. Estoy encantado. Aunque mejor aún si no has necesitado
un examen de selección múltiple. Hombre, has cambiado, ¿no es así?”
Riki dedicó un largo y
profundo escrutinio a Robby—tan largo que se hizo consciente del tiempo. “¿Qué
mierda has estado comiendo para ponerte así de enorme?”
El sarcasmo residía enteramente
junto al punto. Sin haber visto a Robby en casi ocho años, no quedaba mucho de
los fragmentos de sus recuerdos en su mente. De lo que sí se acordaba en
cuanto a él respectaba era de la discordia y el antagonismo del centro de
crianza de Guardián.
“Es gracioso, ¿no te
parece? Siempre que tuvieras a Guy, no necesitabas a nadie más, ¿verdad?” Una
sonrisa impúdica arrimó a sus labios fruncidos. “Perdí lo más importante que
tenía en la vida. El solo hecho de que tú seas feliz es lo que soy incapaz de
perdonar. ¡Así que tú también debes perder algo!”
Un chillido perforador. Y
entonces…
“¿Te parece bien eso? ¿En
serio te parece bien?”
En el último segundo dejando
entrever un poco de su verdadera furia.
Parecía un pecado que de todos
los recuerdos de Guardián atrapados en su mente, solo restaran los que tenían
que ver con Robby. De hecho, como aguardando por la esperanzadora hada al fondo
de la caja de Pandora, todo lo que podía hacer era morderse el labio y sobrellevarlo.
“Parece que te va muy bien.”
“Gracias. Pero no has cambiado
en absoluto.”
Una sonrisa torcida de desprecio
por sí mismo curvó momentáneamente los labios de Riki. “¿Qué se supone que
significa eso?” escupió, las palabras amargas en su boca.
¿Cuánto había cambiado en
estos últimos muchos años? Suficiente para escaldarle el alma. “Significa que
no has cambiado.” Dijo Robby simplemente, antes de añadir con rapidez: “Guardián
o los barrios bajos, ya sea Sr. Carisma o el perdedor, siempre has sido un
forastero.”
Un latido.
Se sentía como si le
estuvieran pateando una vieja y palpitante herida. Riki entornó los ojos hasta
que fueron solo un par de rendijas. Sin denotar miedo, Robby insistió con un
aire casi displicente, aparentemente con la intención de hacer enojar a Riki.
“Ahora lo entiendo, a lo que Schell de verdad se refería entonces cuando decía
que eras el más fuerte y el más lindo. Eres una especie de
fenómeno de la naturaleza, hermano.”
“¿Exactamente qué es lo que me
quieres decir?” El susurro bajo y áspero se afiló. Incluso la neblina estancada
y saturada de alcohol del humo del cigarrillo pareció retroceder, dándole un
espacio más amplio.
“Quizás lo que estoy diciendo
es que nunca averiguaste por tu cuenta qué es lo que te hace tan malditamente
temible. Y esa es la razón por la que eras una carga para todo el mundo.”
Un segundo después, Riki había
arrojado el contenido restante de su vaso en la cara de Robby. Absortos en la
escena, un jadeo audible emergió de las bocas de los espectadores. Ahí estaba
la parca de dios, y este loco hijo de puta en serio lo estaba retando. Debía
estar fuera de sus putos cabales.
Riki puso el dinero para pagar
la cuenta de manera brusca sobre el mostrador y se puso de pie. Actuando como
si nada hubiera pasado, y sin el más mínimo cambio en su voz, Robby escupió el
licor de su boca y lo miró.
“Tan pronto como dejaste
Guardián, Schell empezó a revertirse a un estado infantil. Luego de eso no duró
ni medio año. Era como si, tan pronto los dos, tú y él, fueron separados, algo
se hubiera marchitado dentro de él y se le hubieran ido las luces. Así fue su
final.”
Si Riki no pretendía quedarse
para escuchar más de las remembranzas de Robby, con seguridad no estaba
interesado para nada en lamer viejas heridas juntos. Pero Robby se había
reservado lo mejor para el final y dirigió su ataque directo al corazón.
“Además, también está Junker.
Desapareció de Guardián tal como lo hizo Haruka.”
Los pies de Riki se clavaron
al suelo por un breve instante. “¿Junker—?” Los ojos de su mente evocaron el rostro
joven de Junker, ahora nada más que una sombra…
“Pero supongo que ese no es un
tema que te interese—”
Aquellas eran palabras que
clavaron el puñal una vez más en su pecho. Su corazón dolió de una forma que
encontró difícil de explicar. Como para dejar atrás Guardián y el resto, Riki no
dedicó a Robby ni siquiera una mirada.
Robby vio salir a Riki, sin
moverse ni un centímetro. Su brusquedad hasta entonces había estado, contrario
a lo que parecía, impregnada de melancolía. Incluso después de que Riki se
desvaneció de su campo de visión, la conexión entre ambos persistió por otro
rato.
“¿Hombre, por qué te ves tan
deprimido? No es el tipo de cara que la Parca de Dios quisiera expuesta al
público.”
La repentina voz trajo a Robby
de vuelta a sus sentidos. No percibió ningún dejo particular de cinismo en su
tono. Como una luz parpadeando en las profundidades del océano de sus ojos casualmente
levantados, reconoció a un jovencito pelirrojo y la tensión abandonó sus
hombros.
“No solo has llegado tarde a
nuestra cita,” el chico hizo un puchero, “Sino que te encuentro con los ojos
puestos en algún Don nadie.” Se sentó en el taburete de bar, todavía caliente
por el calor corporal de Riki. “Y al final, te echa la cerveza en la cara y te
manda a la mierda. ¿No es eso a lo que llaman ponchar?”
Enjugándose el licor de la
cara con la manga, Robby no se molestó en inquirir si en serio le estaba
preguntando o se trataba simplemente de una pregunta retórica.
“¿Y bien? ¿Quién era ese?” El
chico pateó el travesaño del taburete de Robby en un repentino arrebato de ira.
“No me mandes a la mierda tampoco. Si tienes una buena excusa quiero
escucharla. O si te parece, alcanzaré a ese bastardo y haré que me la diga él.”
“Cállate. Cáele mal a ese
bastardo y terminarás de lo peor por ello.”
“Huh. ¿Estás rompiendo conmigo
entonces?”
“No. Me refiero a que él es un
sujeto muy peligroso.”
“¿Cuán peligroso?” presionó,
inclinándose hacia adelante.
Robby dejó salir un sonoro
suspiro. ¿Por qué demonios estaba tan embobado por ese chiquillo cabreado que no
se parecía en lo más mínimo a Schell? Pero si trataba de explicárselo a sí
mismo, aquel niño presumido lo bombardearía verbalmente con todo lo que tenía: ¿Qué
carajos estás diciendo? ¿Crees que era yo el único curioso por conocer a la
famosa Parca de dios?
“Era un compañero de bloque
cuando estuvimos juntos en Guardián. No lo había visto en un largo tiempo,”
dijo Robby con un aire desinteresado, escogiendo muy cuidadosamente sus
palabras.
Después de ocho años, Riki de
verdad había sido la última persona sobre la faz de la tierra que hubiera
esperado toparse. En el momento en que lo vislumbró por el rabillo del ojo, la
sangre se le agitó en las venas y su cuerpo entero comenzó a temblar. Su
corazón y su alma no vibraban a causa de una nostalgia terrible. La sensación
que obtuvo de la inesperada presencia de Riki en un bar a las afueras de la
ciudad en un callejón sin salida—el
único lugar donde tal anomalía podría pasar desapercibida—fue suficiente para
hacer que le ardiera la garganta.
Impulsado por estos inusuales sentimientos de hambre y
sed, Robby no tuvo otra opción más que acercarse a Riki. Pero mientras
hablaban, la fiebre solo se hizo peor, sacudiendo su cuerpo como el revuelto
pegajoso de sus vísceras o el temblor de la hipotermia.
“Sí, pero, ¿cuál es tu excusa?”
De hecho, ese incidente
había sido el producto del antagonismo arremolinándose en torno a Riki en
Guardián, y él era el único testigo de la verdad. No, por entonces, la “verdad”
que había dividido en dos el límite entre la fantasía y la realidad—¿qué había
visto exactamente? Robby seguía sin saberlo a ciencia cierta.
Solo que cualquiera que fuera el aura envolviendo a Riki
abrasaba todos sus cinco sentidos. El miedo y el marcado asombro que rebosaba
de los poros de su piel como un sudor frío habían afectado las partes más
profundas de su memoria.
Schell, el fundamento de su corazón, había muerto. E
incluso Junker, el instigador del incidente, se había esfumado de Guardián en
algún punto. Sin embargo, la sensación de disforia en la boca de su estómago
había perseguido a Robby por todos esos ocho años, muy a menudo gritándole de
vuelta en una pesadilla viviente.
“¿Quizás fue él el primero al que te rendiste?”
“No soy tan descuidado o estúpido.”
“¡No me digas! ¿Y ahora afirmas que hay un jugador allá afuera
capaz de intimidar al rudísimo Jango?”
“Jugador, huh.” La observación no estaba necesariamente
errada, y Robby respondió con una cínica media sonrisa. Si él era la Parca de
dios y el infierno lo seguía de cerca, entonces Riki debía ser esa bestia rara
y vampírica que seducía hombres para después chuparles el alma. “Sí, puede ser.
Después de todo, lo conocían como Varja.”
“¿Varja?”
Robby sujetó con gentileza al chico por las raíces de su
cabello rojo y le susurró suavemente en el oído. “El sujeto era el Varja de los
barrios bajos. Riki de Bison.”
Viendo como los ojos del chico se abrían de par en par,
Robby sofocó una risa desde lo profundo de su pecho.
Ese día, una extraña y fría lluvia nubló el cielo desde
el amanecer. Como resultado, las podridas calles llenas de basura, las
derruidas paredes de la colonia y todo lo demás descansaba en paz y parecía
exhalar un suspiro de alivio.
Aunque las oxidadas y corroídas horas transcurrían
penosamente a la sombra de la estridente noche de Midas, cubiertas por el
oscuro velo de un cielo de baja altitud. Gruñendo profundamente para sus
adentros en lo que arrastraba sus pesados pies y su trasero, por primera vez en
mucho tiempo Riki se encaminó solo hacia la guarida.
No tenía a Kirie delante de sus narices siguiendo cada
uno de sus pasos. Que aquella pequeña monstruosidad no estuviera a la vista fue
suficiente para remover un poco de tensión de sus hombros, pero todavía le
quedaba una extraña sensación de malestar. No podía evitar verse asaltado por
el hecho de que la sola ausencia de Kirie succionaría mucha de la energía del
lugar.
“Hola,” dijo Guy al ver a Riki. Se levantó del sofá, pasándose
el vaso de mano en mano como persuadiéndolo a que tomara. “Qué lata, hombre.
¿Dónde diablos has estado? Llegué a creer que habías elegido un lugar diferente
para descansar.”
Riki aplacó su sed con un trago y alzó los ojos. Guy se
encogió de hombros. “Sí, es un mocoso quejica, pero cuando no está dando
vueltas por ahí no parece haber nunca nada de lo cual hablar.”
Riki se dedicó a mirarlo y ya.
“Últimamente no ha estado muy sociable.”
“No hay mal que por bien no venga, ¿no?” dijo Riki con
franqueza. “Estoy seguro de que un mocoso como él tiene un montón de infantes
con los que pasar el rato.”
“Oye, sabes que eso no es cierto,” reviró Guy. Su tono de
voz revelaba un grado de preocupación y desasosiego sobre lo que no podía solucionar.
Miró amablemente a Riki a los ojos.
“¿Qué?”
“¿Cómo que ‘qué’?” preguntó Guy saliéndose por la
tangente. Cuando vio que no iba a ser capaz de penetrar la falta de expresión
de Riki, suspiró. “Bueno, lo que sea, supongo.”
Se terminó su trago con un aire de resignación.
Independientemente de cómo se sentía Guy en realidad, Riki honestamente no
podría haberse interesado por el paradero de Kirie, con quién estaba, o qué
estaba haciendo.
No tiene nada que ver conmigo.
Desentendiéndose del asunto, Riki también deseaba derrotar
esa sensación de la existencia de Iason envuelta en torno a sus entrañas.
Intentando empujarla por la fuerza hacia las periferias de su cerebro, cambió
de tema.
“Guy—”
“¿Sí?”
Una vez rompió el hielo, Riki continuó empleando un tono
de voz desinteresado. “Me encontré a Robby.”
Los ojos de Guy se abrieron y Riki le lanzó una mirada
escéptica, jugando con el vaso en una mano mientras le contaba sobre no haber
reconocido el rostro de Robby después de ocho años, la muerte de Schell y el
misterio de la desaparición de Junker.
En lo que Riki hablaba, Guy solo respondía con un
ocasional “Huh” y “¿En serio?” y otras expresiones conversacionales sin
sentido. Cuando Riki llegó al final de su narrativa, Guy le advirtió por lo
bajo. “Riki, Robby solo puede significar malas noticias. No te conviene
involucrarte con él.”
Si bien odiaba tener que admitirlo, Riki se había dado
cuenta de que algo más que la apariencia de los barrios bajos había cambiado
durante esos tres años de ausencia, y no sería fácil rellenar los espacios.
“¿Qué clase de malas noticias?”
“Es un dingo. Un informante. Un tipo rudo que la gente
llama la Parca de Dios.”
Aunque la apariencia del semblante de Guy denotaba cierto
desagrado personal que era menos de lo que la intensidad de sus palabras
sugería. En cuanto Riki lo miró de vuelta, la cínica sonrisa del rostro
cambiado de Robby se le vino a la mente.
“Eso es terrible, hombre.”
“Juntarse con Robby hará que la gente saque conclusiones
equivocadas sobre ti.”
“¿Tiene vínculos con Jeeks?”
“Sí,” declaró Guy de una inusual asertiva manera. “Para
cada uno de nosotros poseído por los fantasmas de Bison, hay quienes abanican
las llamas desde la distancia, y oportunistas aguardando la oportunidad de
sacarnos.”
Riki—o mejor dicho, Guy y los otros—habían tomado los
restos arrastrados por el viento de Bison y continuaron ardiendo de una forma
distinta, su sentimentalismo y expectativas habían sido puestos en hiatus
indefinido.
Sin mencionar que la pandilla de Jeeks ahora no ocultaba
su intención de extinguir Bison. Al regresar a sus viejos escondrijos después
de tres años, sin proponérselo Riki había llevado consigo una ráfaga de
brillantes ascuas de vuelta a una clamorosa llama.
Los inciertos rumores de que la resurrección de Bison se
acercaba no eran más que cómica especulación para Guy y los otros, pero no
podían simplemente apartarlos.
“Sí, pero es pura mierda, ¿verdad?” murmuró Riki
sordamente.
Todo lo que Guy podía hacer era mostrar una sonrisa
torcida. Poco después de eso, su preocupación más grande se hizo realidad de
una sola vez: el derruido edificio que usaban como su cuartel y resguardo fue
mandado abajo con un único y furioso estallido.
En un parpadeo, los rumores recorrieron los barrios
bajos.
“Oigan, parece que por fin ha empezado.”
“Eso parece.”
“¿Lo has oído también?”
“Sí. La guarida de Herma fue vuelta añicos.”
“El que golpea primero gana, ¿eh?”
El alboroto del asombro y la impresión.
“Jeeks está tomando medidas drásticas.”
“Esos bastarditos suyos no conocen el miedo.”
“Eso es seguro. Pero solo porque no tienen ni idea de
cuán grandioso era Bison cuando estaba en la cima.”
Y más apasionado que la ovación ciegamente entusiasta,
era el hincapié de la oposición.
“Hasta Maddox huye asustado ahora.”
“¿Crees que Jeeks le ha tomado la delantera?”
“Si nadie lo hace, debe ser Jeeks.”
Y un toque de ansiedad surgiendo.
“Maddox y sus amigos deben estar zapateando por la
frustración.”
“Esa es solo una trampa, ¿no lo crees? Se dice que están
esperando a que Bison y Jeeks se coman los unos a los otros antes de echarse al
ataque.”
“¿Y tomar la parte del león por ellos mismos?”
“Pero eso no significa que ya lo tengan en las manos.”
“Sí. Después de todo, Bison se retiró cuando eran los
líderes.”
Mientras tanto, el gran interés por cualquier pedazo de
información no flaqueó.
“Es solo cuestión de tiempo para que estalle una guerra
de verdad.”
“¿En serio eso crees?”
“Puedes apostarlo. Ser atacados así a plena luz del día y
no hacer nada—el nombre de Bison ya no vale una mierda.”
Ventilando sentimientos de condenación inminente.
“¿Crees que Riki tome cartas en el asunto?”
“Nah. ¿Qué podría hacer ese perdedor?”
“Cierto. Tal vez el viejo Riki sí, pero el nuevo regresó
incompleto.”
Quienes permanecían al margen de la acción se quejaban entre
ellos amargamente.
“Esos pequeños imbéciles que Jeeks ha reclutado no son
las bombillas más brillantes del mercado tampoco. En cuanto a Riki, más
conviene dejar en paz a ese perro dormido.”
“Confronta a la cara al Varja de los barrios bajos y no
va a quedarse simplemente ahí quieto aguantándose, ¿o sí?”
“¿Así de malo es ese tal Riki?”
“¿Qué piensas tú? Estamos hablando de Riki de Bison. Así
que pues claro que sí, mierda.”
Perdiendo el tiempo con nada para guiarlos aparte de sus
propios egos.
“Sí, será ojo por ojo.”
“Directo a la carne y al hueso.”
Y así los rumores y especulaciones solo se incrementaron.
“¿Qué quieres hacer?” preguntó Sid. Se plantó frente a
las ruinas de su vieja guarida y se levantó cuan alto era, su cara más fiera de
lo habitual.
“¿Qué quieres hacer?” repitió Norris en un suspiro
desdeñoso. “Destruido así a plena luz del día, ¿qué puta mierda se supone que
haga al respecto?”
Aquello no era lo que Sid había preguntado, pero Norris
no sabía cómo lidiar con la pregunta real a la que se estaban enfrentando.
“Quizás esto por fin sea suficiente para despertar a
alguien.” Dijo Luke, como si articulara los pensamientos de los otros. Caló su
cigarrillo y pateó los escombros a sus pies.
Riki le dedicó una mirada de medio lado, una línea
vertical plegando su ceño. No podía saberlo con seguridad, pero la verdad
parecía demasiado obvia. Moler a golpes a
esos mocosos de Jeeks pudo no haber sido la mejor de las ideas. Sin dudas he
estado mostrando mis verdaderos matices hace ratos.
No tenía la culpa de todo, pero ciertamente proporcionó
el impulso, fue la llama que encendió el mechero.
“De cualquier modo… podemos descansar en Laura’s,”
sugirió Guy y nadie lo contradijo.
Una mentalidad acosadora y un hambre no correspondida. Durante
ese breve periodo de locura y furia en que lideraron la jauría en los
degenerados barrios bajos, los miembros de Bison se habían dado cuenta del poco
sentido que tenía la estupidez de enseñar los colmillos con frecuencia. Pero no
había punto de comparación entre el antes y el ahora sencillamente.
Antes, podían
aplacar sus emociones de sangre caliente y calcular cuando y donde atestarles
el golpe a sus superiores, incrementando la cantidad exacta de tensión al punto
del estallido.
Antes, la
visión del carismático Riki por sí sola era suficiente. Sus palabras los
intoxicaba. Compartían por igual su ardiente entusiasmo a cada momento. La
tremenda sensación de exuberancia que surgía al encontrarse cerca de él era más
que suficiente.
Pero ahora Riki no tenía nada para decir. El poder de su
carisma se había extinguido y este Varja neutralizado no poseía una dirección en
la cual orientarlos. Debían estarse dando cuenta de eso desde hacía ratos, pero
la mortificación de ver la prueba justo delante de sus narices quedaba más allá
de la lógica y la razón.
Los barrios bajos eran inquietos y movidos, como
suspendidos en las puntas de sus pies, listos para darse a la fuga a la menor
de las señales. Temblando, fuera de balance, mirando abajo a sus propios pies
inciertos y comprobando el rostro de todos los desconocidos.
En medio de todo eso, rondaba un nuevo rumor. “¿Me estás
jodiendo? Escuché que Kirie les consigue compañeros a esos bastardos
mecanoides.”
“Sí, escuché que es un modo excelente de ganar un poco de
dinero extra. Dicen que la última gran moda entre esos tipos es hacerlo con un humano.”
“¿Ni siquiera pueden hacerse con las damas profesionales
de Midas para conseguir lo que desean, así que nos fijan en sus miras a
nosotros los mestizos?”
“Idiota. Los androides no sienten así la urgencia de
tener sexo. Debe haber una trampa en alguna parte.”
“Probablemente. Oye, ¿conoces a Tom de Creutz? Aceptó la
oferta de Kirie—medio llevado por la curiosidad, estoy seguro—pero se hizo de
veras adicto. Ahora merodea por ahí todo el día buscando hacerlo otra vez.”
“¿Crees que tal vez nos estén usando como conejillos de
indias humanos para esa droga nueva? Dicen que te la metes en el trasero y te
vienes, algo así como que instantáneamente. Y no deja ni un solo rastro.”
“Sí, pero si me dices que ese es mi tiquete al paraíso en
este mundo, entonces independientemente del dinero me gustaría probarla solo
una vez.”
“Imposible. Te digo, un montón de sujetos jodidos y
cansados como nosotros serían rechazados a una milla de distancia.”
“Joder, ni ellos pueden ser tan exigentes, hombre. De
cualquier forma, solo les hacen ofertas a los chicos más jóvenes según he oído.”
“Sí, es malditamente obvio que están arrinconando al
objetivo. Te digo, algo sospechoso está ocurriendo.”
“¿Y Kirie y los otros se están repartiendo algo del
dinero?”
“Eso parece. Los hijos de puta lo tienen todo cubierto.”
“Tacaños es lo que son. Creerías que quieren lograr un
poco de cambio para el resto de nosotros. Pero no.”
Con Sid era difícil entender cuando estaba bromeando y
cuando estaba hablando en serio, de modo que los demás se rieron secamente y
con poco entusiasmo con él. Pero una vez que aquella incómoda interrupción se
acabó, el tedioso silencio volvió a descender.
Incapaz de tolerar más esa atmosfera forzada, Norris
rompió el hielo. “En ese tipo de asuntos, Riki era el que pensaba. Fue él quien
nos llevó a una especie de lugar especial que los barrios bajos nunca habían
visto.”
Solo recordar el pasado podía superar el desaprovechado apático
tiempo.
“Me pregunto qué mierda hizo,” meditó Luke. Sabiendo que
no era suficiente, añadió: “No me sorprendería si hubiera hecho lo mismo que
Kirie, ¿saben?” Una risa sorda le escaló por la garganta. “¿Y qué si en lugar
de vender a sus amigos alguien se aprovechó él? ¿Pero no es eso lo que Kirie
siempre dice?”
Nadie se rió. Después de un rato, las observaciones
provocativas de Luke simplemente se evaporaron sin ningún otro comentario
adicional.
“Oigan, ¿Cuál es el problema? ¿O están insinuando que le
di al clavo?”
El escarnio era obvio en el tono de voz de Luke. A pesar
de lo que había dicho, Riki dejó que todo aquello escurriera sobre él como agua
sobre mármol pulido. Luke entornó los ojos más intensamente, incapaz de digerir
la indiferencia.
“De veras, en serio no me importa si eso piensas o no.
Adelante, puedes creer lo que se te da la gana,” decía Riki.
El brusco y franco desaire provocó que Luke se chupara
las mejillas con desdén. “Sabes, Riki, ver esa parte de ti me hace querer
vomitar.” Escupió las palabras con una voz forzada, como si expulsara el
aliento desde su tráquea. “Me cabreas tanto que quiero ponerte en cuatro patas
y darte por el culo hasta que te pongas a llorar por misericordia.”
Nadie consideró que aquello fuera el sentido del humor de
Luke saliéndose de control. El alcohol había revelado la verdadera naturaleza
de su exasperación, ahora brillaba en todas partes como el sudor sobre el
cuerpo de un atleta.
Quizás envenenado por la presencia de Luke, o quizás enredado
en sus propios fieros sentimientos agitándose bajo la superficie del agua y
queriendo enterrar el clavo de un solo martillazo, Riki respondió: “Si eso es
lo que quieres hacer, pues da lo mejor que tengas. Pero no quiero escuchar ningún
lloriqueo después de que te convierta en una maravilla sin polla.”
Riki pronunció la amenaza deliberadamente, muy despacio.
No había filo iracundo o enojado en su voz, solo fría indiferencia. Sin embargo
el fuego agudo escondido en sus penetrantes ojos negros como una espada
envainada se revelaba en su extraña e intimidante aura. Todo el mundo contuvo
el aliento y acalló su boca. Habían visto lo que se suponía no debían ver y
sintieron el látigo castigador reservado para tales pecados.
Un silencio pesado y sofocante prosiguió. Incapaz de
soportarlo más, Norris apartó la vista de manera abrupta. Sid contuvo la
respiración y exhaló, lamiendo sus labios adoloridos repetidas veces. Y Luke
hizo un gran espectáculo de bogarse la botella entera de un solo trago.
Solo Guy siguió mirando a Riki con ojos preocupados.
¿Se había atrevido a asumir la posición de un perro
apaleado con el fin de mantener su libertad? No. Ese no era el caso.
Era cautivo de los fantasmas de su pasado, y su único pecado
era llegar a verse a sí mismo en dichas condiciones. ¿Enfrentarse directamente a
la verdad y ser demasiado cabeza dura para dejarse llevar por las emociones era
todo producto de su ego?
No, no era el estado actual de su orgullo lo que lo subió
al estrado. La parte acusada era la pasión que había brotado de aquel
sorprendentemente ingenuo y desorientado periodo en su vida. Aunque estas pasiones
hacía tiempo que se habían desgastado, los reverentes ojos rasgados sobre todo él
no habían cambiado.
Estaba mucho más que harto de todo, hasta el punto en que
su hirviente irritación estaba cerca de derramarse. No se convertiría en el
esclavo de nadie. Ninguna cadena lo ataría. Sería libre, y sin embargo los
grilletes del pasado que deseaba apartar en cambio lo sostuvieron rápido, un
peso invisible sobrecargaba cada uno de sus pasos.
El verano tocaba su final. Había sido “verano” únicamente
en nombre, carente del calor de un sol abrasador, una estación efímera que pasó
veloz, dejando atrás solo remolinos turbulentos y tensos en el aire.
“¿Eh?” Norris respondió reflexivamente, como si pensara
que de alguna forma había oído mal.
A pesar de ser medio día, el escondrijo llamado Laura
estaba sumido en la oscuridad. Norris estaba afilando el recuerdo de su
cuchillo mariposa, para él era más un curioso artefacto del pasado que una
antigüedad vieja escuela.
“Nos abalanzamos sobre Riki esta noche,” se le salió a
Luke.
“Eso no es divertido.”
Luke le frunció el ceño a Guillory y Sid. “Hablo en
serio.”
Norris resopló. “Deja de hablar de lo que no tienes idea.
Guy estará con él, ¿sabes?”
“Oigan, ¿no habíamos arado este terreno ya? Las cosas
entre esos dos se acabaron hace mucho. ¿No lo sabías?”
Encontrándose falto de palabras, Norris se sumió de nuevo
en el silencio.
“Desde que Riki volvió, no he escuchado nada sobre el
regreso de Yori.”
Norris habló más que todo para sí mismo, “Eso no
significa una mierda. Puedes poner el cielo y la tierra patas arriba y Riki
nunca sería tu perra.”
Fuera que hubieran terminado de veras o fuera que Guy
hubiera vuelto con Yori, no venía al caso. Riki y Guy estaban entrelazados a un
nivel mucho más profundo, más profundo que el sexo. Había evidencia más que
suficiente sobre ese hecho, suficiente para ponerlo absurdamente celoso.
Luke debía saber todo eso también, ¿entonces por qué
seguía tocando el tema? Norris no podía empezar a imaginar qué le pasaba a Luke
por la mente.
“Oye, Luke. ¿Por qué continúas guardando ese rencor? Ya
déjalo… ni Guy se sigue riendo. Y además, Riki no insistió sobre lo que te haría.”
“Sí, qué interesante, ¿no? Todos ustedes reaccionando de
esa forma. Yo, francamente me he estado aburriendo ahora último con sujetos
como ustedes que sacan el culo sin que se lo pidan siquiera.”
Hablaba suavemente, pero si su intención era resolver el
asunto entre sus amigos de una manera divertida, no funcionó en absoluto.
“¿No crees que tal vez hayas estado tomando mucho licor y
hayas perdido unas cuantas neuronas en el regateo?” Norris se relajó en el
sofá, estirando las piernas, como preguntándose qué sentido tenía seguir así.
No obstante, Luke permaneció inmutable. “No digo que
necesite tu ayuda. Solo que se mantengan amables y borrachos hasta que se lleve
a cabo el acto.”
“Bueno discúlpame, perdón.”
“Por amor a los viejos tiempos, nos tomaremos eso como
una broma. Pero solo por esta vez.”
Luke sonrió. “¿Por qué entras en pánico, Sid? Ha pasado
mucho tiempo desde que Riki lideró Bison y saldó cuentas. Es demasiado tarde
ahora para empezar a ser el héroe.”
“¿Qué demonios intentas decir?” preguntó Sid. En la
mayoría de los casos Sid era bastante indiferente a la extraña manera indirecta
que tenía Luke de insistir con el tema, pero esta vez Luke en realidad lo
estaba poniendo de los nervios.
“El Riki de Bison que solías adular ha desaparecido. ¿Comprendes
eso? El chico es un perro apaleado, pero tiene el mismo maldito cuerpo hermoso
de siempre. Un culo tan duro como un tambor. Solo pensar en él allí abajo me la pone dura. En serio. ¿A
ti te pasa igual? Es por eso que te ligaste a Kirie, ¿verdad? Porque Kirie es
la viva imagen del antiguo Riki. ¿Pero hacerlo de verdad? Eso consigue que
hasta una polla diminuta como la tuya se pare.”
Por un largo segundo, Sid lo miró con los ojos
desorbitados y palideció, como si toda la sangre se le hubiera ido de la
cabeza. Solo sus ojos desencajados ardían rojos, como si otra persona se
hubiera asomado dentro de su corazón y se hubiera reído de lo que encontrara allí.
Lo que Sid estaba sintiendo en ese momento era más la pura sed de sangre de un
deseo homicida que simple rabia.
En vez de dejarlos desplumarse en ese preciso instante,
Norris se aclaró la garganta amenazadoramente.
“Mira, Sid, cuando veo la engreída cara de me importa una
mierda de Riki, me da tanta ira que apenas puedo soportarlo.” Habló con un
registro completamente diferente del cínico tono que había usado hasta
entonces. En las estranguladas profundidades de su voz, las verdaderas
intenciones de Luke fueron puestas al descubierto. “Con el antiguo Riki, te
daba la sensación de que un inoportuno roce de tu mano te chamuscaría los
dedos. Riki ardía, hermano, una fuerza de la naturaleza. Solo ponerse a su lado
era como pararse junto a un incendio crepitante.”
El recuerdo seguiría latente y vivo por siempre en su
mente, hasta el calor de su cuerpo:
“¡Y Luke! ¡No te pongas a perder el tiempo con semejante
inútil! ¡Es solo Barth! ¡Deja que el hijo de puta se caiga! ¿De acuerdo? ¡No
vayamos a cagarla, gente!”
Las palabras de ánimo de Riki se abrían paso entre el
estruendo como un elixir dulce, dándoles una descarga de adrenalina más
poderosa que cualquier droga. Esos ojos negros como el carbón. Esa voz. La
sensación placentera y estremecedora cuando los llamaba por su nombre los
inspiraba a creer que cualquier cosa era posible, no importaba cuán peligrosa.
“A pesar de ese airecito indiferente que tiene, cuando
estaba ahí al frente era una maldita bola de fuego. No importaba cuán jodidos estuviéramos,
no importaba cuán locas se pusieran las cosas, él estaba dispuesto a afrontar
lo que fuera que se interpusiera en nuestro camino.”
El rugido de la motocicleta acuática dirigiendo la carga.
Las calientes y punzantes ráfagas de viento en sus rostros. Ese sentido real de
“unidad” que llegaba cuando Riki estaba liderando la marcha era mejor que el éxtasis
del sexo.
Caliente. Vibrante. Ensordecedor. Abrasador. Paralizante.
Con Riki a la cabeza, pararse a sus espaldas era como
pararse tras la cámara de postcombustión al rojo vivo de un motor a reacción.
Cuando Riki y Guy se montaban juntos en la motocicleta, era el privilegio de
Guy hacer que Riki se montara atrás.
“Si se trata de una motocicleta de dos plazas, yo
conduzco, Riki. No puedo soportar que trates esa valiosa pieza de maquinaria
como a un juguete.”
Era solo en esos casos que el siempre reservado Guy no
pasaba las llaves. No era que la motocicleta fuera valiosa. Y aunque aquello no
constituía necesariamente una crítica al estilo salvaje de conducir de Riki,
Guy no era el único cubriéndose los ojos con las manos. En cuanto a Guy
respectaba, sentar a Riki tras él era mil veces mejor que verle la espalda y
que la ansiedad le provocara ulceras.
No solo Luke, sino Norris y Sid también (aunque no lo
admitían en esos términos) querían quejarse. ¿Por qué Guy es el único que tiene permitido darse esa clase de
privilegios especiales?
Si tales arrebatos de celos llegaban a sus corazones, con
el tiempo se los comería por los cuatro costados.
“Cuando estabas con Riki sentías que la sangre se te
batía en las venas, sentías como que podías hacer cualquier cosa, que no le tenías
miedo a nada. ¿Sabes?”
Sid y Norris no dudaron en asentir vigorosamente en
respuesta a aquella acusación. Habían estado encantados de forma similar por el
carisma de Riki.
“Pero ahora cuando pienso en eso, comparado con lo que significaba
ser los pit bulls de Hot Crack entonces, somos un montón de niñitos. Es por
eso, aun cuando Riki dice que se retira de Bison y se va, nadie lo agarró y lo
trajo de vuelta aquí.”
Pero eso era llorar sobre la leche derramada. ¿Nos dejarás de lado y ya? Quizás si lo
hubieran regañado, le hubieran enterrado las uñas y no lo hubieran dejado ir,
las cosas hubieran resultado diferente.
Después de todo, solo estaban perdiendo el tiempo. “Pero
por la razón que sea, ¿no significa eso que todos estamos calientes por Riki de
una forma u otra?”
Con la suficiente extrañeza, sin pretensión ni cohibición,
la proposición triunfaba. Y por eso era lógico preguntar: “¿Pero qué le ocurre
ahora? Siempre está alcoholizándose con Stout con esa apariencia medio drogada
en sus ojos.”
El dejo de decepción era doble. Aun plenamente consciente
de que aquella era una reacción irracional, los sentimientos supuraron como
veneno lento y arrancó en sus corazones de la oscuridad.
“Siempre dedicándonos esas miradas como de que ya no
somos bienvenidos en su presencia.”
Pretendía ser la palabra final pero denotando tanto
arrepentimiento que parecían un montón de bultos tristes, arrastrando por
siempre el ancla de su pasado con ellos.
“Siendo ese el caso, seguiremos persiguiéndolo hasta que
no pueda ignorarnos más.”
Siendo ese el caso, debían obligarlo a que se los demostrara, fastidiarlo, y seguir así hasta
el amargo final. Eso era lo que Luke estaba diciendo. Tal acercamiento era mucho
más atractivo que arrastrar las cosas de esa manera inconclusamente para
siempre.
Sid y Norris miraron a Luke sin parpadear.
¿Tan desconcertados se encontraban por su arrogante
palabrería que habían perdido cualquier intención de bajarle los humos? No.
Simplemente ninguno de los dos tenía nada qué decir. Descargar su incomprensible
rabia en Riki, Luke parecía estar hablando por todos ellos, y a ese punto no sentían
la necesidad de exagerar.
Los sentimientos de superioridad y satisfacción personal
que habían compartido con Riki fueron acoplados con una repentina sensación de
pérdida. Un hambre inefable y una sed remplazaron lo que debían haber tenido en común después de cuatro años. Sin embargo,
sabían que no podían llegar a los mismos extremos que Luke. Mudos de la
consternación, su racionalidad se deformó y se refractó, el silencio se estancó
y el tiempo transcurrió para ellos como prisioneros consumiéndose en la
soledad. En la pesada penumbra se hacía difícil hasta respirar.
El sonido familiar de la puerta abriéndose y cerrándose de
repente perturbó el ambiente.
Todos tragaron, se les contrajeron los hombros. Como si
hubieran escuchado un disparo, se volvieron hacia la puerta de inmediato.
“¿Qué? ¿Qué pasa?” preguntó Riki, deteniéndose en el
lugar con una expresión perpleja en la cara.
Pero nadie abrió la boca, cada uno a su propia manera
apartó la vista con vergüenza.
“¿Dónde está Guy?”
Luke respondió cortante. “¿No estaba contigo hoy? Sí mencionó
algo sobre tener un compromiso previo con alguien.”
Sid miró a Luke amenazadoramente. Norris también cloqueó
para sus adentros, finalmente entendiendo por qué Luke había estado divulgando
sus planes para esa noche.
Ignorando la mala vibra con la que el resto de ellos llenaba
el silencio, Riki no dijo nada en lo que se sentaba en su lugar habitual. Luke le
extendió una botella de Stout. “¿Quieres
una?”
Riki respondió con un asentimiento. Masticó un bocado de
una especie de comida sin sabor, pero sólida y se la tragó, después se llevó el
Stout lentamente a los labios. Paladeando el licor en su lengua, sintió una
particular amargura punzante apuñalándolo como agujas diminutas, poco a poco conduciéndolo
hacia el fondo de su garganta.
Ya se había acostumbrado a ello. Riki tomó una profunda
bocanada de aire y la dejó salir, luego rotó la botella. Norris negó con la
cabeza. Bueno, siendo ese el caso… La
mirada de Riki se desplazó alentadoramente hacia Sid.
“No, gracias. No estoy de humor esta noche.”
Luke sonrió finamente. Fuera una sonrisa amarga o burlona,
era difícil darse cuenta. Riki no sacó nada en claro. Se encogió de hombros y
tomó otro sorbo del Stout.
En poco tiempo, sus ojos empezaron a llenarse de una capa
de neblina aguada e intoxicadora. Estirando sus lánguidas extremidades, una
débil sonrisa se le dibujó en los labios. Norris tragó sin querer, los ojos se
le abrieron como platos. El suspiro que emergió de los labios de Riki parecía
tener un aire de una casi abatida melancolía. El ensueño que Norris imaginó era
tan encantador que hizo que su garganta temblara.
Riki había expuesto ante sus ojos su rostro franco e
indefenso.
Ordinariamente, sobrellevados por las olas de placer
juntos, hubieran pasado por alto ese lado escondido de él. Eso, junto a la
ausencia de Guy—la única persona que podía servir como una válvula de retención
para Riki en esas situaciones—inesperadamente grabó la vivida imagen en la
parte posterior de sus retinas.
Sid apretó los labios y fijó los ojos en Riki, como si
quisiera devorarse entero su ser. Un momento en el cual dudó hasta de seguir
respirando. Un momento en el cual el eufórico deseo de tomarlo y penetrarlo—
Entre el tenso silencio, cada una de sus respiraciones
sincronizadas al pulso de Riki, empujándolos cada vez más cerca del borde del
abismo—
Pero nada ocurrió esa noche.
Frente a las narices de la
inusual galantería de Sid y Norris, Luke se vio forzado a ejercer un poco de
prudencia. O quizás más importante, nunca tuvo la oportunidad de actuar.
Incluso cuando los dos se
apresuraron incómoda y alternativamente hacia el lavabo, sobrecogidos por el
aura de Riki, Luke no se molestó en enseñar ni la más delgada de las sonrisas
despectivas. Pero el hambre batiéndose en su pecho era mucho peor de lo que
imaginó, y comprenderlo lo escaldó hasta la médula.