martes, 12 de agosto de 2014

AnK - Volumen 2, Capítulo 7

Riki no tenía idea de donde estaba.
Salvo que se encontraba en una habitación sin ventanas, rodeado por cuatro paredes de marfil. Una cama simple. Una silla y una mesa. Nada más. La puerta, la única salida, estaba bloqueada desde afuera.
La golpeó. La pateó incluso. Pero esta ni se inmutó.
La habitación era una celda limpia y ordenada.  Aparentemente había sido traído hasta allí desde ese lugar que le recordaba a un profundo océano azul. Lo último que recordaba era haberle lanzado un puñetazo a Iason. Sabía que aquel había sido un movimiento muy tonto.
Iason le había respondido propinándole un fuerte puñetazo en el estómago que lo dejó inconsciente.
Cuando despertó, estaba recostado en la cama ya mencionada, completamente apaleado. Sus bolsillos habían sido desocupados, le habían quitado el dinero, la tarjeta de  identificación que Katze le había dado y la moneda unida a su llavero. Incluso el cuchillo mariposa que mantenía metido en sus zapatos en caso de emergencia se había ido. Todo.
Habiendo sido despojado de todas sus pertenencias y arrojado en esa celda, Riki no estaba de humor para calmarse. Al contrario. Su mente daba vueltas: ¿En qué mierda estaba pensando ese maldito? ¿Qué tenía pensado hacer exactamente, encerrándolo allí sin decir una palabra?
Riki sabía que debía estar pensando en otras cosas, pero para empezar, no tenía idea de cuales debían ser esas otras cosas.
¡Mierda!
Apretando los dientes Riki pateó la silla con todas sus fuerzas y la mandó a volar.

Sasan (Área 8). Cúpula de la torre Número Tres. La subasta secreta había terminado sin ningún contratiempo. Iason Mink no aprovechaba la puesta de sol para tomarse un respiro al aire libre, sino que, como siempre, se relajaba con su habitual gracia y autoridad en la oficina de su penthouse.
Se reclinó, hundiéndose en el sofá, cruzando sus largas piernas y miró la pantalla en la pared. Esta mostraba un canal de video de Riki torciendo los labios con evidente irritación. Iason ajustó la imagen con el control remoto y en un segundo la pantalla se llenó de un primer plano del rostro de Riki.
A pesar de su apariencia desaliñada y desgreñada, su cabello negro brillaba suavemente. Su flequillo no lograba ocultar la displicencia de sus ojos oscuros. Su mal humor aplastaba con firmeza las esquinas de sus ojos, repletos de sus ásperas y vulgares emociones.
Iason casi creyó poder escuchar el rechinido de sus dientes escapando de la delgada y severa línea entre sus labios. Ahí en frente de él había un sucio gato de callejón. Sin modales, sin clase y sin la más mínima pizca de disciplina o control.  La vida de este impoluto e incivilizado “buen salvaje” brillaba con notoria luz propia.
Cuando se habían conocido bajo el llamativo brillo de neón de los anillos dobles de Midas, no le había parecido más que un orgulloso, ignorante y borracho niñito incapaz de reprimir sus feroces emociones. No tenía idea de cómo integrarse con los demás. No tenía otra habilidad social aparte de la de enseñar los dientes y gruñir como un perro.
Un mestizo de los barrios bajos.
Su decisión de hacerse el de la vista gorda y no aventarlo con la policía entonces, fue por puro capricho. Pero acompañarlo a ese lugar cuyo propósito era obvio desde el principio, y luego actuar movido por el deseo de humillar a ese chico—después de llevarlo a un grado de excitación que nunca antes había visto, por supuesto—no era más que ceder ante el capricho y dejar que la naturaleza siguiera su curso.
El chico había sido un rebelde insurrecto, sin embargo, sin ninguna estrategia o planeación en mente, y al haber mostrado tanto orgullo, no podía permitirse apartar la mirada del hombre que debía haber sabido era un Blondie.
Así que Iason lo había utilizado y lo había desechado. Arrojarle la Moneda Aurora al salir no había sido más que una cosa del momento. En cuanto a entretenimientos respectaba, esta tenía más sazón que la mayoría, pero al final seguía siendo solo un entretenimiento. Le pareció apropiado emplear dinero de mascota como “cambio” por el soborno que le habían forzado a aceptar.
El dinero de macota consistía en unas fichas de metal que no tenían valor alguno en los mercados minoristas, pero una Moneda Aurora era mucho más valiosa que el dinero común. Una de esas podía ser canjeada por más dinero que todas las tarjetas de crédito robadas por los chicos.
Iason estaba algo curioso de saber si un mestizo de los barrios bajos sería capaz de apreciar lo verdaderamente valioso cuando caía en sus manos. Así que le pidió a Katze que se mantuviera siempre alerta y le hiciera saber tan pronto esa moneda emergiera de los barrios bajos.
Estaba seguro de que sería cuestión de tiempo. Pero los días pasaron y nada ocurrió. Iason estaba decepcionado, y mucho más intrigado de por qué este mestizo desconocido no había canjeado su premio.
Al mismo tiempo, ¿Qué habría sido de ese mocoso después de que Iason había pisoteado su orgullo?
En lo que respectaba a la moneda, Katze siguió sus instrucciones sin objetar una sola palabra. Al mismo tiempo que expresaba su desacuerdo con Iason por hacerle disponer de uno de sus semejantes de los barrios bajos, en especial uno tan inexperto como ese.
Naturalmente, sin importar qué argumento tuviera Katze, Iason no estaba inclinado en lo más mínimo a retractarse. Que si el chico probaba ser útil o no, no era algo digno de discutirse en lo que a Iason respectaba.  Él era simplemente el producto de mera curiosidad.
“Riki el Siniestro,” ¿eh? Si se le cría apropiadamente quizás el sarnoso gato de callejón pueda convertirse en una fiera.
Durante los últimos meses, había sufrido un poco dicha transformación. Aquellos cambios no eran simplemente superficiales, sino sin dudas un reflejo del balance entre los buenos y malos aspectos de su carácter personal.
Pero aún no era suficiente. La satisfacción de su curiosidad bien podría haber desencadenado tales pensamientos.
Manipuló el control remoto otra vez.  Tal y como había predicho, Riki estaba mandando la silla a la mierda de una patada. Iason sonrió inconscientemente. Es un mestizo urgido de entrenamiento.
“Iason—” Tras él, otra voz irrumpió de repente en sus pensamientos. “¿Estás hablando en serio?” Ahí estaba Raoul Hamm, su bello e indómito rostro mostraba una sombría expresión inusual para una élite de Tanagura. “No le pusiste las manos encima a esa basura en realidad, ¿verdad? Traer a Eos a un macho que ni siquiera ha sido domesticado es simplemente buscarse problemas.”
“Cierto, pero ese desmesurado orgullo es definitivamente una mejora absoluta con respecto a esos descerebrados muñecos sexuales. ¿Por qué te angustias tanto? Es tan vulgar y ordinario. ¿No crees que vale la pena entrenarlo? Sería divertido criar una clase diferente de mascota para variar.”
“El tipo de cosas que elijas criar es tu problema, pero convertir a semejante criatura en una mascota no va a repercutir muy bien en el nombre de Iason Mink.”
“Me imagino. Aunque creo que con el entrenamiento apropiado puede convertirse en una mascota más interesante—”
“Cuanta confianza puedas llegar a tenerte no viene al caso.  ¿Y qué si no puede ser domesticado?”
“Si dicho momento llega, siempre podremos jugar con su cerebro, convertirlo en un muñeco sexual y luego disponer de él en el mercado negro. Solo con dar a conocer el hecho de que esta mascota fue alguna vez la propiedad de Iason Mink bastará para elevar significativamente su precio. ¿O quizás podamos quedárnoslo para uso de los huéspedes, acorralado hasta que expire por su propia cuenta? Debe haber docenas de otros usos en los que podamos pensar.”
Con esa casual y alegremente indiferente declaración, Iason dirigió su atención de vuelta a la pantalla.
Convertir a un mestizo de los barrios bajos en una mascota.

Nunca se le ocurrió que ese plan, poco más que un mero acto de fantasía sería capaz de sacudir su orgullo de Blondie por completo.

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