martes, 2 de diciembre de 2014

AnK - Volumen 3, Capítulo 2

La metálica ciudad de Tanagura.
La fantástica y grotesca ciudad que nunca dormía estaba cubierta por la oscuridad. La monstruosa metrópolis del sistema solar de Amoi que una vez había sido pobre, ahora intimidaba incluso a la Mancomunidad. Era un lugar que no conocía la diferencia entre el día y la noche, que no descansaba por más de una fracción de segundo y no permitía que nada impredecible aconteciera dentro de sus recintos, como si el abuso del mismísimo tiempo estuviera reservado como la más dulce de las dichas.
Tanagura era exquisita. Era enorme y aun así, gobernada por un funcional esteticismo libre de exceso, su apariencia por sí sola irradiaba un poder abrumador.
Sin embargo, reinando con derecho propio estaba Midas, luchando contra Tanagura en el extremo opuesto de la “belleza”. Entre las dos había una brecha demasiado grande para ser zanjada.
A las afueras de Tanagura. Midas Área 3. Parque Mistral. Doce y treinta de la noche.
Kirie esperaba en el interior de una suite para invitados de primera clase, ubicada en la cima de un grupo de edificios. Por la ventana, las luces de los autos aéreos se colaban como rayos a través de la sombría oscuridad.
“Con que esta es Tanagura,” murmuró Kirie. “Qué lugar tan jodidamente grande.” Estaba impresionado. La interminable expansión de la noche se desplegaba frente a sus ojos. “Hace parecer todos esos neones de Midas un juego de niños. Supongo que no importa cuán alto llegues, siempre habrá alguien mirándote hacia abajo.”
En una época y en un lugar distinto, otro mestizo de los barrios bajos había compartido esa misma sensación. Kirie no sabía si aquello constituía un buen o mal augurio.
Estaba en una habitación muy grande rodeado de paredes de marfil y alfombras gruesas. El blanco realzaba el azul oscuro del amoblado, y confería un aire lujoso al espacio. Cada tramo del recinto estaba cubierto por un aura limpia y antiséptica, y un placentero silencio llenaba la habitación.
Aún faltaba algo de tiempo para su cita… pero Kirie había llegado temprano, anticipándose a la llegada de él. Aunque Kirie deseaba tener más contacto, no había forma de lograrlo desde su posición. Las llamadas eran cortantes y solo las hacía el otro. Todo a lo que Kirie podía apegarse era a esas escasas discusiones que bien podían acabarse en cualquier instante.
Ir hasta allí para recibir el tan esperado comunicado dejaba a Kirie con una aireada sensación de exaltación. Un sentimiento de realización brotaba de sus entrañas. Y sin embargo…
En lo que transcurría el tiempo, Kirie se percató inevitablemente de las miserables dimensiones de su propia existencia. Como queriendo apartar la mirada de aquella realidad, soltó un pequeño suspiró. Acostumbrado solamente a las sucias y monótonas calles de la colonia de Ceres, cada imagen que se reflejaba en sus ojos se convertía en algo atractivo.
Este era el lugar al que pertenecía. Kirie era muy consciente de este hecho. Más cuando dirigió su atención a la ventana opuesta, se encontró con la brillante cara de una noche más familiar. La alegre iluminación desvanecía la oscuridad, y el Distrito del Placer se exhibía sin vergüenza, como era lo usual. La tan acostumbrada vulgaridad de Midas seguía siendo una imagen excepcional, su deslumbrante brillantez resistía en su memoria por alguna razón.
A la mierda todo, necesito una buena cerveza.
Kirie entornó los ojos con aire soñador. Era la tercera vez que se paraba frente a las ventanas de aquel rascacielos para contemplar las luces de Midas. El lugar asignado para la reunión era diferente al de antes, pero el centelleante bosque de neón que tenía debajo seguía deslumbrándolo y encantándolo.
La primera vez que vio los torbellinos de luz que no eran visibles desde Ceres, Kirie quedó estupefacto por el abrumador espectáculo que se desataba delante de él. Nunca había tenido contacto con tan magnífica belleza. Esto hizo que se le acelerara el corazón y le ardiera en el pecho. Su primer choque cultural lo dejó sin aliento, aún recordaba la tremenda emoción que lo había hecho tambalearse.
Pero la segunda vez, la cautivante belleza de Midas llegando desde la distancia solo lo irritó. Podía ver las vastas diferencias que separaban Ceres, su lugar de origen, de Midas, y el disparejo lo llenaba de ira.
¿Por qué solo nosotros? Se preguntaba. ¿Por qué estamos relegados a vivir vidas sin valor como escoria mestiza? No podía mantener sus pensamientos a raya. Pero, aun así, sus convicciones vacilaban con suspicacia.
Nunca antes había deseado tanto escapar de los barrios bajos. Había rayos de luz que ofrecían los encantos de un mundo diferente, un mundo separado de la sofocante vida que conocía. El complejo de inferioridad por haber nacido como un mestizo de los barrios bajos nunca sería expugnado—más el pecho de Kirie ardía con la dolorosa idea de que, por lo menos, podía intentarlo. ¡Pronto surgiría en el mundo! Ferozmente, sin descanso, aquel deseo surcó la mente de Kirie.
Se escuchó una voz que lo tomó por sorpresa.
“Gracias por la espera.”
El soñador Kirie se congeló en su lugar. La suave y tranquila voz lo empujó de vuelta a la realidad en tonos resonantes que de alguna forma lo hicieron sentirse cómodo. En lo que los latidos de su corazón se apaciguaban, despacio, Kirie llevó su mirada en dirección a la voz.
Ahí en frente de él estaba una agraciada, serena y atractiva silueta que parecía estarlo incitando a acercarse. La hermosa y llamativa vestimenta, diferente a las de sus reuniones previas, hizo acelerar el corazón de Kirie otra vez. Era una élite de Tanagura. Era Iason Mink.
“De nada.” Kirie inclinó la cabeza sin que se lo pidieran. Era como si la dignidad de Iason y su autoridad no le dejaran otra opción. Ante sus ojos estaba la clase de noble que bajo circunstancias ordinarias nunca se percataría de su existencia.
“¿Algún avance desde la última vez?” Iason caminó elegantemente hacia el sofá y se sentó, hundiéndose en él.
“Ah, no—”
Las primeras palabras que salieron de la boca de Kirie sonaron extrañamente roncas. ¡Contrólate! Se mordió la lengua y se reprochó a sí mismo, relamiendo sus resecos labios. “Un montón de especulación desenfrenada, otro tanto de confusión. Me dice que algo sospechoso está sucediendo—”
Iason sonrió inesperadamente. Era una sonrisa delgada, que tiraba solamente de las comisuras de sus labios, y que le añadía algo más al terrible atractivo de su hermosamente maléfico rostro. Kirie tragó grueso, acometido por la fuerza de un encanto físico tan insondable.
“Ya veo. No debí esperar que esto fuera sencillo.”
“Pues claro que no. Debo tener cuidado.”
Iason no reprochó a Kirie por dirigirse a él de forma grosera y brusca; haciendo que Kirie fantaseara con que disfrutaba de privilegios especiales con el Blondie. Permitió que sus expectativas llegaran un poco más alto, eso sí, manteniendo su ego bajo control. No tenía intenciones de dejar que esta oportunidad se le escapara.
“No, supongo que no es tan fácil de convencer. No ha perdido todos sus instintos básicos.”
Había sido el segundo al mando de la pandilla más fuerte de los barrios bajos, pero aquello era pasado. Con esa gran historia circulando por las calles, era de esperarse que el miedo se tomara la ciudad antes de que las cosas se salieran de control. Kirie no lo dudaba en lo más mínimo.
Aunque había un hombre entre los miembros originales de Bison que no había podido convencer. Dicho hombre seguía adelante como si no le importara, y Kirie era ajeno a la animadversión que este a su vez sentía por él.
“Hasta este punto no tengo quejas. Pero, ¿cuál es el trasfondo real? ¿Es firme en su decisión?”
“No por mucho.” Kirie habló con convicción. “Todo el mundo quiere largarse de los barrios bajos—solo que no tienen las agallas para dar el primer paso.” Y así nadie en los barrios bajos era lo suficientemente estúpido para desperdiciar un tiquete al paraíso. “Dame un poco más de tiempo y sellaré el acuerdo. El único problema es él.
“¿Él?” repitió Iason con un repentino despliegue de interés.
Kirie chasqueó la lengua en una muestra de exasperación. “El chico de cabello negro que solía salir con Guy. Siempre está lanzando indirectas con disimulo. La tenía en mi puta contra porque no seguía cada una de sus instrucciones.”
“¿Te refieres a que no eran amigos de verdad?” dijo Iason con un toque de burla en su voz, insinuando que una delgada corriente de sangre cálida aún fluía por sus venas a pesar de sus fríamente atractivas facciones.
Los ojos de Kirie se abrieron brevemente por la sorpresa. “No es divertido. Esto fue antes de ti, pero la verdad es que esos dos estaban emparejados.”
“¿Emparejados?” el tono en la voz de Iason cambió abruptamente.
Mierda, no debí dejar que eso se me saliera. “De cualquier modo,” añadió Kirie rápido, “ahora son historia.”
“¿Pero me dices que fueron una pareja? ¿Un compañero como ese…?”
“No tiene nada de inusual en los barrios bajos. Casi no se pueden encontrar mujeres ahí, ya sabes.”
“Sí. Una proporción de nueve a uno, ¿no es cierto?”
“Ajá. Las mujeres solo tienen hijos varones aquí. Es por eso que en los harems de Midas se les da un trato tan especial. Los barrios bajos apestan a sujetos calientes que nunca van a estar con nada mejor que una vieja bruja.”
“Pues desde que una mujer es un privilegio tan raro, pensaría que los hombres tomarían lo que fuera que pudieran conseguir, incluso si está vieja y desgastada.”
“Pero si lo vas a hacer con una chica, quieres que sea una joven y estrecha.”
Kirie soltó aquello con un airecito cínico. Lo cierto era que nunca había visto siquiera a una vieja bruja. En los barrios bajos, la oportunidad de toparse con la rara especie que era el sexo femenino era una posibilidad de una en un millón. Kirie solo poseía la incoherente sabiduría impartida por los borrachines de los bares.
Pero Kirie aún tenía uno o dos puntos de sabiduría que deseaba compartir, incluso si en el mundo real ese conocimiento se remontaba a nada. Si nada más, quería dejarle a Iason la impresión de que era más que un crío estúpido.
“Todo el mundo sabe que hay escasez de mujeres,” continuó Kirie. “Deben estar utilizando inseminación artificial. Mujeres y hombres nacen en Midas usando matrices artificiales, ¿cierto? Los partos naturales son una jodida reliquia.”
“Ceres es conocida por sus principios inflexibles. Tomar el primer paso que vaya en contra de una vieja tradición tan arraigada requiere de una enorme cantidad de energía y causa gran sufrimiento.”
“Ajá, bueno, Ceres puede meterse sus principios en ya sabes dónde. No tenemos dinero, ni sueños. Como si fuera poco, no hay impulso juvenil a la vista. Puede decirse que no tenemos razones para vivir. ¿Qué saben ustedes los sangre azul del sufrimiento?”
La única respuesta de Iason fue una preciosa y delgada sonrisa que le formó un hoyuelo en la mejilla.
“Incluso si te cambias de sexo y te conviertes en alguna clase de nena ardiente,” siguió Kirie, “no significa que lo hayas logrado. Al final, todos se enganchan con el que esté más cerca y disponible.”
“Supongo que tomas lo que puedes conseguir en los barrios bajos. ¿Y en cuanto a ti?”
“No me vendo barato. Tengo mis principios.” Mientras hablaba, Kirie lanzó una miradita a Iason  hacia arriba como insinuándosele. ¿Quieres intentar domarme?
Pero como antes, Iason simplemente lo miró devuelta y no develó nada en su mirada.
Kirie bajó la vista, su expresión fue auto despreciativa mientras se ruborizaba ligeramente. Cuando Iason le contó la historia, ¿Por qué se trataba de Guy? ¿Por qué no sobre Kirie? Era embarazoso. Kirie era más guapo y más joven que Guy.
¿Entonces por qué?
Pero Guy tenía algo que Kirie no—un pasado en Bison con Riki. Kirie sabía que estaba en busca de algo que estaría por siempre fuera de su alcance, y eso lo hizo sentirse fuera de lugar. Le dejaba un mal sabor en la boca.
“¿Sabes?” dijo Kirie, “no eres tan normal. Tú mismo lo has dicho; los mestizos de los barrios bajos no son nada más que unos revoltosos sin valor a los que les falta un tornillo. No puedes decir nada bueno sobre nosotros. Para las élites como tú, nada que no sea una mascota de la Academia vale la pena, ¿o no?”
Kirie usó el lenguaje de los barrios bajos a propósito. Aparentar a ese punto no engañaría a Iason, así que en vez de eso habló con orgullo; prefería poner en pantalla su herencia mestiza que pretender ser algo que no era solo para adular.
Esa simplista pureza era la virtud compensatoria de Kirie. “Supongo que todo es cuestión de gustos,” dijo Iason con una pequeña sonrisa, desviando las preguntas que Kirie le había hecho.
¿Por qué un Blondie estaría interesado en un mestizo de los barrios bajos? Era apenas natural que Kirie se muriera por saber. Pero Kirie dudó sobre si insistir con el asunto. Si preguntaba demasiado, o se rehusaba a tomar un no por respuesta, podría encontrarse con el lado malo de Iason. El miedo le contuvo la lengua.
En cuanto a Kirie respectaba, encontrarse con Iason ese día en Parque Mistral entre la muchedumbre fue su oportunidad única en la vida. Sabía que sus posibilidades eran pocas, pero había tenido un encuentro con un Blondie, y eso le había abierto un nuevo mundo—para bien o para mal. Kirie nunca antes había tenido una oportunidad así. Simplemente esperaba a que la vida comenzara a garantizarle que jamás pasaría. Pero no tenía ni la más mínima idea acerca de a donde se dirigía, y su frustración creció.
Con todo, el encuentro con Iason le había dado algo por lo que vivir, así que Kirie se apegó tenazmente a los delgados e inciertos hilos que Iason le ofrecía. Pidió muy poco y observó cada paso a lo largo del camino. Un hombre saliendo de los barrios bajos no podía permitirse tomar grandes riesgos, después de todo. Pero a pesar de las propias precauciones de Kirie sobre qué tan lejos presionar y cuando, era Iason quien hizo a un lado sus prejuicios sobre los mestizos y dejó a Kirie a cargo del asunto.
En los barrios bajos, Kirie era la rata que había recibido las ganancias de vender a sus amigos a los bastardos androides. A Kirie no le importaba si le ponían apodos—solo estaban celosos del dinero que estaba haciendo así que ladraban como perros llorones. No merecían un segundo pensamiento.
No es el peleador más fuerte quien termina en la cima; es el más inteligente. Solo los tontos y los don nadie se quejan por la pérdida. Había dicho Sid una vez, y desde entonces Kirie había hecho caso.
Bison se había acabado cuando estaban en la cima. Lo que quedó no pudo ni siquiera derrotar a los advenedizos de mierda de los Jeeks. Como los más poderosos habían caído.
Kirie no podía creer que había admirado a Riki cuando había sido el líder de Bison—era un cobarde que le revolvía el estómago. Kirie no era el mismo chico que una vez había recogido las sobras de Bison. Para probarle eso a Riki y a todos los demás, sacó a los críos fuera de la seguridad de la casa de los Jeeks con una bomba de gas lacrimógeno para enseñarles a esos pedazos de mierda una lección. A este punto, apenas si valían su tiempo. Su auténtica prueba como hombre estaba por venir, pero aun así sabía que tenía lo que se requería.
¿Te gusta, huh? Esa es la clase de poder que tengo ahora. No son nada sino basura. Una nueva tradición empieza conmigo, y las cosas van a ser diferentes.
Podía sacar adelante cualquier negocio, no importaba qué, si le daban la oportunidad. Y había tenido tan mala suerte ya que las cosas solo podían ponerse mejores. Siempre y cuando guardara esos pensamientos para sí mismo, su confianza nunca titubeaba.
No era tan arrogante como para creer que disfrutaba de la entera confianza de Iason. Pero el Blondie no parecía despreciarlo. Por entonces, Kirie se dijo que aquello era suficiente. Entendía la única condición que prevalecía en la conexión entre ambos:
No hables, no preguntes.
Después de eso, Kirie se levantó y se fue. Iason solo había conseguido diez minutos en su, de lo contrario, apretada agenda, pero Kirie contaba ese tiempo a solas con el Blondie como una ganancia sólida.
Iason observó la figura de Kirie que se alejaba hasta que desapareció. Rió para sí mismo. El chico tenía las manos vacías y se estaba promocionando lo mejor que podía. Aunque provenían del mismo lugar en los barrios bajos, la diferencia en sus personalidades era extraordinaria.
Este solo es bueno para hacer recados. La cruel, fría sonrisa reflejó su duda en haber puesto los ojos sobre Kirie otra vez. Pero—aquellas cosas siempre eran difíciles de decir.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de la voz de Raoul.
“¿Llegué temprano?” preguntó. A pesar de que trató de disimularlo con un tono de voz seco, la sonrisa en sus ojos revelaba su profunda curiosidad. Debía haberse topado con Kirie por el camino.
Una sonrisa torcida apareció en los labios de Iason. “No en realidad. Ciertamente nada por lo que necesites preocuparte.”
“¿En serio? Me pareció capturar el olorcillo de gente que no trama nada bueno.”
“Estás imaginando cosas.”
“Creí que no tenías tiempo para recoger mestizos de los barrios bajos por estos días.”
El dentado borde de sarcasmo en el estamento de Raoul no perturbó el comportamiento de Iason. “¿Por qué no utilizas uno para uno de tus experimentos, Raoul? Puede que te guste.”
“A diferencia de ti,” dijo Raoul casualmente mientras se sentaba en el sofá, “rebuscar en la basura no se ajusta a mi paladar. Una mascota exquisitamente aseada tiene más por ofrecer que entrenar a un mestizo salvaje. Preferiría analizar virus con un microscopio electrónico de barrido antiguo.”
Raoul Hamm era uno de los especialistas en biotecnología de Tanagura. Los testarudos burócratas de la Mancomunidad—y especialmente aquellos que se autodenominaban “religiosos” —se referían a él como un científico loco que no temía ni a Dios.
Según Raoul, los misterios de la vida ya no eran la provincia de Dios. Prefería aquello que podía ser probado científicamente. Si de verdad era un científico loco, entonces al menos no estaba tan mal como esos que conducían a sus contrapartes por el mal camino en nombre de Dios. Mientras que Raoul no era muy de entrar en conflictos descuidadamente, aquel era importante y necesitaba ser comprobado en su totalidad.
“Pero no necesitas tomártelo como nada más que la expresión de mis innecesarios temores. Interrumpir tu ocupado horario para acordar encuentros con mestizos me hace pensar en que estás volviendo a tus malos hábitos de nuevo. ¿Por qué insistes en hacer lo prohibido? ¿Lo disfrutas?” la voz de Raoul estaba cargada de implícito entendimiento.
 “No es nada como la primera vez.”
“¿Pero te gustan ese tipo de cosas ahora?”
“¿Qué es esto?” contraatacó Iason con suavidad. “¿Por qué el repentino interés?”
Raoul se encogió de hombros. “Hay un extraño rumor que me llama la atención acerca de un hombre en los barrios bajos que luce exactamente igual a él.
“Lógico. Es él. Son noticias horriblemente viejas, sin embargo—casi ha pasado un año desde que las escuché por primera vez.”
La sonrisa se desvaneció de la cara de Raoul. “No es gracioso, Iason. Las mascotas deben ser desechadas y vendidas en Midas. No puedes pasar por alto tales regulaciones.”
“¿Nunca has roto las reglas? Todo lo que hice fue quitarle el anillo. Solo necesitaba un poco de libertad.”
“Quitar el anillo solo sirve para borrar sus registros de inscripción. No hay excepciones.”
“Es un mestizo de los barrios bajos. Ni siquiera tiene un registro PAM de Midas. Las leyes de mascotas solo abarcan a las mascotas nacidas en Midas. ¿Qué hay de malo en quitarle el anillo a la criatura y devolverlo a los barrios bajos?”
En lo que Iason exponía su caso, Raoul no podía encontrar las palabras para responder. Más que su actitud temeraria, era la forma que tenía de torcer las leyes de mascotas para sus propios propósitos lo que inquietaba a Raoul.
“Sin controles externos, y sin ninguna impronta psicológica en juego, tomé a un mestizo y pasé tres años entrenándolo. ¡Tres años, Raoul! Después de todo eso, ¿de veras esperabas que lo tirara a la basura?”
“¿O sea que en realidad no has borrado sus datos de registro?”
“¡Por supuesto que no! Le quité al anillo para darle un poco de espacio. Es un mestizo tan tercamente rebelde; mantenerlo encadenado día y noche solo lo sofocaría.”
Raoul se echó hacia atrás, emitiendo un ronco gemido. Su cara se hizo de lo más fiera. “Creí que habías aprendido la lección después de lo que pasó.”
Los ojos de Iason se entornaron un poco al recordar el escándalo del año pasado. El tan llamado “Incidente Daryl”. El furniture de Iason había hackeado la red de seguridad y le había permitido a Riki escapar. La seguridad de Eos fue hackeada por un pedazo de furniture. Eso por sí solo era un golpe serio que sacudió la confianza de la élite entera.
Pero incluso entonces, Iason había reaccionado a las situaciones en Eos con su acostumbrada frialdad. Aunque aceptaba la responsabilidad por su papel en el asunto, encuadró las cosas tan lógica y desapasionadamente como le fue posible.
Raoul aún podía recordar cada detalle.

Ese día, Iason estaba trabajando en el cuarto de seguridad de Eos. Se suponía que la seguridad allí era tan fuerte como cualquier otro dispositivo de protección en Tanagura. Había terminado una tarea cuando Raoul lo invitó a un almuerzo privado y entonces le comentó el asunto: “Esa cosa tuya se sigue comportando mal.”
Una sonrisa crispó uno de los lados de la cara de Iason. “Qué orejas tan grandes tienes, Raoul. ¿No estuviste en el laboratorio de Keeler hasta ayer?”
“Y regresé para encontrar a Eos hecho un desastre. Por supuesto que me di cuenta de inmediato. ¿Qué fue esta vez?”
“Burló el equipo de seguridad y logró salir de Eos,” relató Iason en un tono de voz plano.
Pero hasta Raoul—quien desde hacía tiempos había descrito el comportamiento de Riki como el producto de su mal entrenamiento—se alarmó por el nuevo escándalo.
“Pensé que lo habías domesticado después del asunto con Mimea. Pero es tan recalcitrante como siempre, después de todo este tiempo, sigue viviendo acorde a su reputación de mestizo.”
“Acabas de regresar y ya estás riéndote de mí. ¿Por qué te molestas tanto cada vez que escuchas el nombre de Riki?”
“No me importa él,” escupió Raoul, frunciendo el ceño. “No soporto ver que esa basura te esté haciendo quedar como un tonto.”
En los últimos tres años, sin importar qué tan malgeniadas fueran sus observaciones, los propósitos de Iason no cambiaban en absoluto. “¿Es eso todo lo que viniste a decir?”
“¿Supongo que fue arrestado?”
“Naturalmente. No podría haberse escapado en realidad. El pet-ring se encargaría de eso.”
Y solo tu estúpida mascota podría hacer uso de tal truco mientras tenía puesto un anillo tipo D con un GPS incorporado. Tan tenazmente desviado comportamiento ponía a Riki bastante lejos de los límites de la comprensión de Raoul.
“Aunque alcanzó a llegar hasta Prage. Todo el mundo estaba muy impresionado.” Iason dejó salir un dramático suspiro. Por alguna razón parecía bastante satisfecho consigo mismo.
En cuanto a Raoul respectaba, esto solo evidenciaba más su mal gusto. “Deja de sonreír, Iason. Tu mascota se abrió paso entre la seguridad de Eos y se escapó. Nadie se está riendo. Debe ser castigado.”
Raoul habló con un tono particularmente disgustado, pero Iason no le prestó atención. “No digas eso,” replicó Iason. “Gracias a él, descubrimos una falla en los supuestamente perfectos protocolos de seguridad de Eos. Piensa en cuan peor pudo haber resultado.”
Raoul soltó una larga bocanada de aire. “Sales de cada desastre sin un rasguño, Iason. Manipulas cualquier serie de hechos para ajustarlos a tu conveniencia.”
Iason no demostró ninguna indicación de la presión que lo acometía al ser el guardián de Riki. En momentos así, Raoul se impresionaba por la habilidad de Iason de devolver la pelota con sus propios argumentos.
“Solo tomo las cosas como son. Si no pudiera manejarlo, no estaría calificado para conducir los mercados.”
“¿Pero puede el temido Hombre de Hielo controlar a una mascota revoltosa?”
Raoul había usado esa expresión muchísimas veces, y estaba empezando a hartar a Iason. ¿Por qué Raoul no podía actuar como los otros Blondies y resignarse a mirar desde la distancia?
“No deseo debatir más contigo sobre de Riki,” dijo Iason, aplicándole un aire adicional de frialdad a su voz, declarando sin palabras que algunas cosas eran innegociables.
“¿Pero puedes dejar realmente que las cosas fluyan esta vez? No se trata solo de la gestión entre una mascota y seguridad. Hackear el sistema es un crimen real.”
“No hay forma de que una simple mascota pueda acceder a la terminal de seguridad y hacer algo. Y si una mascota pudiera hacer tal cosa, con mayor razón la seguridad necesita ser ejecutada y reelaborada.”
“Esa mascota tuya es más astuta y mañosa de lo que debería.”
En efecto, en cuanto a astucia y maña respectaba, el IQ de Riki estaba fuera de serie. Algunos culparían a la educación que recibiera en Guardián. Pero considerando que todos los mestizos eran arrojados a ese decrépito ambiente y forzados a sobrevivir a la edad de trece años, quizás sus engaños eran difícilmente nada por lo que sentirse orgulloso a comparación. Un IQ alto no necesariamente se atribuía a una mente aguda.
Sin dudas, Riki tenía la cabeza para dirigir una organización criminal de primera. Su arrogancia sin elegancia permanecía invariable, pero la educación que Iason le había inculcado volvía esas cualidades todavía más obvias.
Raoul quería creer que Iason simplemente había traído materia bruta a Eos para probar que podía pulir una piedra hasta convertirla en una joya… pero quizás Iason solo estaba presumiendo a Riki con una sonrisa irrisoria y burlona. La cosa poseía maldad en los ojos y un gusto espantoso a la hora de vestirse. Era inimaginable para cualquier otra mascota de Blondie. Hacer pasear a esa cosa con una correa solo les dejaba a todos en claro las diferencias entre él y las otras mascotas.
Como las élites estaban acostumbradas a la imbecilidad de las mascotas, esto se les había antojado una completa perversidad. Las exclamaciones de sorpresa e indignación volvieron a escucharse otra vez. Se ofendieron tanto por esta cualidad única de la mascota de Iason que su escándalo original por los orígenes de Riki quedó en el olvido.
Aun así, estaban fascinados con la criatura, y no podían quitarle los ojos de encima. Era la mascota de Iason, y era un completo delincuente. Declamaron que era esa la razón por la que seguían cada una de sus acciones.
“Y entonces está este incidente sobre tu mascota aliándose con el furniture,” dijo Raoul. “Necesitas hacerte cargo de eso de inmediato.”
“¿A quién crees que le estás hablando? No podría ignorar nada en cuanto a este asunto se refiere.”
“Lo siento,” replicó Raoul de manera informal. “Por supuesto que no pretendía insinuar lo contrario.”
Iason había terminado con Raoul. Pero la conversación claramente lo había molestado, a juzgar por la feroz expresión que tenía en el rostro.

Iason no era tan compasivo como para pasar por alto un crimen de esa magnitud como era hackear el sistema. Tal cual prometió, sentenció al furniture de nombre Daryl a pena de muerte. Además, Iason finalmente renunció a Riki por haber estado implicado también en el crimen y haber sido la causa de tanto alboroto. Riki fue desechado.
O eso creyó Raoul y muchos otros residentes aliviados de Eos. De un solo golpe, la infección había sido purgada por fin. Eos podía regresar a sus maneras normales y pacíficas.
Iason había estado atendiendo las subastas más recientes de Midas con mayor frecuencia. La conclusión fue que estaba en busca de una nueva mascota. Naturalmente, este se volvió el nuevo foco de atención en Eos. Pero cuando la gente escuchó rumores sobre que Iason estaba empleando a otro mestizo de los barrios bajos en busca de nuevas experiencias…
Nunca aprende, se dijeron los unos a los otros entre risas de complicidad.
Y entonces surgió el inesperado rumor de que un hombre muy parecido a Riki había aparecido en los barrios bajos. Raoul se escandalizó. Con seguridad Iason no llegaría tan lejos.
No obstante, no podía sacarse las dudas de la cabeza. Con el fin de comprobarlo por su cuenta, las investigaciones de Raoul lo llevaron a Parque Mistral. Pero antes de que pudiera asegurarse, Iason confirmó la verdad enseguida. Raoul se había sentido muy ofendido cuando Iason había torcido el significado de las leyes de mascotas para acomodarlas a sus necesidades.
“Le di un ‘respiro’ de un año,” explicó Iason. “Lo dejé en libertad un rato. Un generoso límite de tiempo, me pareció. No creí que volvería a ser el mismo de antes. Pero ya que lo hizo, traerlo aquí de vuelta era la única acción responsable que podía tomar yo como su dueño, ¿no estás de acuerdo?” Iason moduló una sonrisita encantadora.
Raoul no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando por la mente de Iason. “¿Qué intentas hacer con esa cosa?”
“En realidad nada. Solo tengo curiosidad por ver cómo reaccionará cuando lo haga elegir entre su viejo compañero y su orgullo. Es todo.”
“No es nada más que un mestizo de los barrios bajos. No es propio de ti tomarte esto en serio.”
“¿No es propio de mí?” Iason miró hacia el suelo y tomó un profundo respiro. “Si no fuera más que una mascota, no habría pasado tres años manteniéndolo bajo mi poder. Pude haber estado actuando por capricho al principio, pero me enfrasqué a un punto inesperado. Especialmente después de aquel asunto con Mimea. Solo mi cerebro es orgánico, pero aun así eso me hace meramente humano al final.”
A Raoul le gustaba jactarse de eso todo el tiempo, ningún misterio acechaba dentro de las verdades eternas del universo. Pero ahora sus ojos se abrían a causa de la sorpresa. En lo que a Raoul respectaba, la mente de Iason era un enigma más grande que todos los secretos escondidos del cosmos.
“Si te dijera que yo—que yo amaba a Riki, probablemente te reirías. ¿Verdad, Raoul?”



Raoul estaba tan perturbado por las palabras saliendo de la boca de Iason que se quedó en silencio. No podía decidir si desviar tan alarmarte confesión con una burla o un improperio frívolo.
Iason miró a Raoul de soslayo con una sonrisa sardónica torciendo sus facciones. Estaba luchando con un dilema surgido de sus emociones en contradicción con su orgullo de Blondie. Para aclarar su cabeza por un momento, Iason se echó hacia atrás, imaginando los días complicados que estaban por venir.

Hacía un año,  el día en que Riki había sido aprehendido en Prage, Daryl había sido llevado a una celda aparte en el centro de seguridad. Daryl no opuso resistencia ni mostró indicios de querer escapar. La expresión de su rostro era una inusualmente dócil. Examinándola más de cerca, sin embargo, era una expresión que Iason nunca había visto antes—tal vez de satisfecha seguridad.
“¿Entiendes la razón por la que has sido traído aquí, Daryl?”
“¿Cómo está el Amo Riki? ¿Qué ha sido de él?” inquirió Daryl, ignorando la pregunta de Iason.
“Fue detenido en Prage.”
Los ojos de Daryl se estremecieron después de un rato. A Iason se le hizo difícil creerlo. ¿De verdad Daryl había creído que Riki escaparía? Una sombra cubrió el rostro del furniture, un reflejo de la estupidez de la cual se arrepentía ahora.
Es demasiado tarde para tales arrepentimientos. Iason, por supuesto, no podía dejar de notar que aquellas palabras se le devolvían envueltas en escarnio y criticismo.
“Riki se encuentra en una celda de detención en este momento. Era difícil de controlar, por lo que se le administraron algunos sedantes.”
“No está herido, ¿verdad?”
“El cuerpo de seguridad de Eos está entrenado para aprehender mascotas sin infligirles ningún tipo de daño injustificado.”
Daryl suspiró de alivio.
En realidad, Riki había opuesto más resistencia de la esperada, y había sido lastimado casi tanto como él había lastimado a los de seguridad. Pero no había necesidad de decirle eso a Daryl. No fue un acto de amabilidad humana, sino que preocuparse no haría bien a ninguno de los dos.
“Así que dime—¿por qué tomaría Riki parte en la complicidad de tan débil mente?”
Daryl levantó sus ojos y dijo en una voz distintiva y clara, “No. Esta fue mi idea. El Amo Riki no sabía nada al respecto.”
“Te amenazó y no tuviste de otra. Di eso y las cosas serán más fáciles para ti.”
Pero Daryl se rehusó a ir por el camino fácil. “Soy el responsable de hackear el sistema de seguridad. Nadie me ordenó hacerlo ni fui amenazado.”
En cierto sentido, Iason se sentía satisfecho de ver a Daryl siendo tan valiente. Pero al mismo tiempo, lo que había dicho desgarró emociones desagradables en lo profundo de su corazón.
“¿Por qué?” preguntó otra vez Iason.
“Porque Riki estaba obsesionado con esas puertas,” respondió Daryl simple y claramente.
Iason de inmediato dedujo que Daryl se refería a las puertas en el vestíbulo principal de Eos. Era la única conexión entre Eos y el mundo de afuera. De vez en cuando, Riki iba a ese vestíbulo exclusivamente para fijar la mirada en esas puertas. Las miraba sin mover un musculo, hasta que el guardia de seguridad lo arrastraba de vuelta a su habitación. Había pasado suficientes veces para que fuera necesario mencionarlo. Sin decir una palabra, los pensamientos fluyendo a través de su mente eran tan evidentes como la nariz en su rostro: Algún día me desharé de este pet-ring y voy a atravesar esas puertas.
Atravesar la puerta e introducirse en el mundo del otro lado nunca se le había ocurrido a una mascota aparte de Riki. Pasar esa puerta equivalía a la supresión de sus archivos de registro en lo que se iban de cabeza a la basura. Solo Riki era lo suficientemente perverso para desearlo.
“Fue criado en la misma jaula que tú. ¿Estás diciendo que sentiste lastima por el estado en que se encontraba?”
“No. Yo solo—”
“No debías estar particularmente insatisfecho con tu estatus de furniture de un Blondie. El castigo por hackear es severo. Debías haber sido consciente de eso. ¿Entonces por qué hacerlo?”
Iason necesitaba saber. ¿Cómo este furniture—que había sido infaltablemente fiel a él—podría haber hecho algo tan estúpido? ¿En qué estaba pensando Daryl? ¿Qué habían visto esos ojos?
“¿No se daba usted cuenta, Amo Iason? Recientemente, el Amo Riki había estado muy callado. Después de dormir con usted, le daba fiebre. Estaba pasándole factura.”
Iason sí se había dado cuenta aunque pretendía que no. “Nada salió en sus exámenes médicos. Durante estos tres años, nada salió en sus chequeos. Los doctores se lo atribuyen a tus atenciones.”
No era una exageración—en cuanto a cuidar de la salud de Riki respectaba, Daryl era más atento que la mayoría de los furniture. Su solo sentido de obligación como furniture no podía ser responsable de ello. No importaba qué tan malo se tornara el temperamento de Riki, Daryl no daba su brazo a torcer.
Ser terco e irritable era una de las características fuertes de Riki, pero Daryl tenía paciencia y perseverancia para darle batalla. El peso del razonamiento de Daryl lo dejaba callado. Ese se había convertido en el patrón repetitivo por dos años.
Pero mientras se mordía la lengua, sus ojos mostraban un complejo rango de emociones. Riki vio algo en Daryl, algo que ni siquiera Iason había podido atisbar. Era algo más que simplemente familiarizarse con su rostro. Iason nunca había visto antes entre mascota y furniture el sentido de distancia que se mantenía entre esos dos sin que se convirtiera en algún tipo de enemistad.
“El Amo Riki dijo que no era nada, pero yo no creo que ese fuera el caso.”
“No eres médico. Solo eres un furniture, Daryl.” Iason sentó la idea con su típica despreocupada sinceridad.
“No sé qué clase de vida tuvo el Amo Riki  en los barrios bajos, pero sé cómo era el Amo Riki cuando estaba en Guardián.”
Ni una pizca de emoción apareció en el semblante de Iason en respuesta a la alarmante revelación. No era imposible. Los furniture de Eos eran todos proveídos por Guardián, un secreto conocido solo por algunas de las élites. Fue por eso que Iason no se sorprendió al saber que Daryl y Riki habían cruzado caminos antes.
“¿Cuántos años le llevas?”
“Tres años. Pero nos asignaron a diferentes bloques.”
Guardián era escrupuloso sobre diferenciar la educación por bloque. Los chicos asignados a bloques separados, si nunca, rara vez tenían la oportunidad de entremezclarse. Añadirle a eso una brecha de tres años, y la extrañeza de conocerse era muy grande.
Y sin embargo Daryl dijo haber conocido a Riki en Guardián. Antes de que Iason pudiera preguntar cómo, Daryl le respondió. “A pesar de que fuimos asignados a bloques distintos, la mayoría de los furniture aquí recuerdan a Riki.”
“Riki no conoce a ninguno de vosotros,” dijo Iason. Podía decir que Riki no estaba pretendiendo no conocer a los otros furniture. Eran extraños para él.
“Pero nosotros a él sí. El Riki de cabello y ojos negros era difícil de olvidar. Era como una cosa extraña y ajena que había caído en Guardián. Riki era dueño de una naturaleza muy diferente a la nuestra. No se acercaba a nadie. La gente decía que ni siquiera recordaba a sus propios compañeros de bloque. Pero tratándose de Riki, no se nos hizo raro.”
“¿Como ahora?”
“Sí. No se congraciaba con nadie por nada. No importaba lo que pasara, nunca cambiaba quien era. Fue por eso que, cada vez que teníamos nuestro tiempo libre mensual, competíamos entre nosotros para echar un vistazo al chico problema con el que las Hermanas no sabían lidiar. Y cuando uno de nosotros lo hizo, no pudimos olvidarlo. Fue tan inusual.”
“Destaca incluso ahora.” Iason casi pudo imaginar a Riki en Guardián.
“No ha cambiado nada. Incluso si está atado, prefiere vivir su vida como un mestizo de los barrios bajos que ser reducido a la vida de una mascota. Es por eso que lo envidio, y sufro por él. Ser incapaz de hacer algo aparte de mirar y preguntarse, se convierte en una visión más dolorosa todavía.”
A cierto punto, Iason podía ver el punto de Daryl. Habiendo tenido al mismo Riki en frente de sus propios ojos, no era difícil imaginar la inquietud en los pensamientos del furniture. Sin mencionar el hecho de que Iason le había ordenado felar a Riki.
Daryl, con tu boca le enseñarás a esta basura mestiza lo que toda esa lucha fútil le ganará. Disfrútalo, pero no dejes que se corra. Seré yo quien dé el toque final.
Los furniture estaban obligados a obedecer a sus amos. Esa era la regla que aseguraba su existencia en Eos. Suprimiendo una expresión de pena, Daryl había enterrado su cara entre los muslos del desafiante mestizo, succionando lo que él nunca podría llegar a tener.
A pesar de la humillación, Daryl servía a Riki en una manera desinteresada y directa. Excepto una vez. Una vez en que las emociones de Daryl se salieron de control.
Fue cuando Riki se estaba resistiendo a sus atenciones orales como era habitual, abusándolo con cualquier lenguaje del que su mente pudiera hacer acopio. Pero entonces Riki dijo o hizo algo que tocó el sentido de lo prohibido de Daryl. Inesperadamente, Daryl se había enfurecido.
Eres el furniture, Daryl. Recuerda tu papel.
Iason había regañado a Daryl de manera suave, y eso hizo que Daryl se contuviera de golpear a Riki. Tener que reprender esa acción quería decir que Iason había subestimado el valor de Daryl como furniture.
Las mascotas eran ninfomaníacos tontos—fue así como se los crió. Pero tener igualmente furniture tontos sería problemático. En solo ese punto, Daryl era realmente ejemplar. Iason no podía evitar admirarlo por tener la facilidad mental de hackear el sistema de seguridad.
“Si el Amo Riki se rendía, podía ser feliz. Pero cuando pienso en la forma en que el Amo Riki solía ser, lo envidio tanto que hace que me duela el pecho. A menos que pudiera deshacerme de tales celos, no podría funcionar como furniture, y sin embargo…” la voz de Daryl se detuvo mientras luchaba por sacar las palabras. “…por eso no podía congraciarme con nadie. No puedo soportar pensar en que el Amo Riki se convirtiera en nada diferente de lo que solía ser. Fue por eso…”
“¿Querías ver si aún le quedaba orgullo o si había sido reducido a nada más que una mascota?”
La única respuesta de Daryl fue mirar de vuelta a Iason.
“¿Por ese único propósito estuviste dispuesto a sentenciar un buen furniture a ser despedido?”
Iason sentía que la acción había sido estúpida, pero eso fue todo lo que pudo considerarlo desde que empatizaba con la situación de Daryl. Estaba sorprendido de encontrarse a sí mismo pensando tales cosas acerca de un furniture. Tuvo que hacer una pausa para recolectar sus pensamientos.
“En Eos,” replicó Daryl, “los furniture son bienes desechables. Estamos sujetos a los caprichos de las mascotas y a sus ataques violentos—¿no es esa la razón por la cual la esperanza de vida de los furniture es tan corta?”
“Por cinco años, no has hecho nada para defraudar tu posición como furniture. ¿Riki vale tanto como para que estés dispuesto a arrojar así tu vida por la borda?”
“El Amo Riki no es un bien desechable como yo. Me trataba como a otro ser humano. Es cierto que nunca me habló con gentileza o trató de ganarse mi afecto; ni siquiera le llegué a ver la intención de hacerlo en los ojos. Pero no me despreciaba como otras mascotas lo han hecho. Quizás me he vuelto un poco arrogante, pero aun así quiero hacer algo por él. Solo así por un momento, podríamos compartir algo—no podría pedir nada más.”
“¿Me estás diciendo que preferirías ser un mestizo de los barrios bajos?”
Por un momento, una expresión de jubilosa tristeza apareció en la cara de Daryl. Se compuso rápidamente.
“Fue la primera y última jugada que hice, con el destino del Amo Riki y su prestigio, señor, en juego. Así que naturalmente ofrezco todo lo que poseo como colateral. Nada podría hacerme más me feliz que el Amo Riki estuviera completo otra vez.”
“Riki no se alegraría al oír sobre tu sacrificio.” Las palabras salieron abruptamente de Iason, tirando de las comisuras de su boca. En efecto, Riki se afligiría por lo que Daryl había hecho. No lloraría por sí mismo, pero seguramente se sentiría responsable por su final, y el recuerdo quedaría grabado en su corazón a modo de expiación personal por su muerte.
Iason no podía permitir eso. Nadie podía entrar en el corazón de Riki excepto él.
Daryl miró a Iason con los ojos muy abiertos. “Esto es todo mi culpa, así que tenga piedad del Amo Riki. Por favor—se lo ruego.”
“Si tomarás toda la responsabilidad y liberarás a Riki, te das cuenta de que ninguna sanción será inmerecida en lo que a ti respecta.”
“Sí.”
“En ese caso, has de servir de ejemplo a todo Eos de la miseria que aguarda a aquellos que cometan tan seria ofensa.”
Incluso diciendo esto, Daryl no mostró arrepentimiento. Solo se volvió hacia Iason e inclinó la cabeza.
De vez en cuando las criaturas de los barrios bajos hacían cosas sorprendentes—era lo que su tiempo con Katze le había enseñado. La gente evolucionaba de acuerdo al medio en el que vivían, por instinto de conservación, como un producto de su deseo o incluso como el resultado de la desesperación. Pero una cosa sobre ellos nunca cambiaba.
Siempre podían sorprenderte.

Iason Mink era una de las élites aristócratas elegidas por Júpiter para dirigir Tanagura. Era una nueva especie de hombre que había surgido del sentido del ser de Jupiter. Por un largo tiempo, Iason había vivido con un sentido de orgullo y lealtad hacia la voluntad colectiva que compartía con su creador. Por esta razón, tenía una convicción inquebrantable de que su existencia sobrepasaba la de los otros mortales. Antes de conocer a Riki, nunca había dudado de que su mente permanecía incontaminada de las emociones humanas de las que eran víctimas los nacidos de carne y hueso.
Creía que la existencia de los chicos deformes de Midas era necesaria para demostrar los esplendores de Tanagura. La crianza y disposición de seres humanos como mascotas era un reflejo de la dignidad y majestuosidad de la élite. Solo estaban haciendo su trabajo.
Pero entonces conoció a Riki, y esas convicciones sucumbieron.
Antes de Riki, Iason consideraba que razas como los mestizos de los barrios bajos eran basura sin esperanzas de un futuro respetable. Pero el vívido y vibrante movimiento de las extremidades de Riki, era algo hermoso de ver. El calor de su cuerpo, que aceptaba todos los placeres que le ofrecían, se le antojaba a Iason el privilegio especial de los descendientes de carne y hueso de la raza humana. Encima, Riki tenía una especie de orgullo insubordinado que lo metía en problemas. Sus preciosos y perlados ojos negros revelaban cada emoción sin dificultades.
Iason sentía el impacto de lo que significaba crecer sin condicionamiento conductual ni educación programada. Cada vez que veía a Riki, Iason experimentaba una renovada sensación de irritación, una fresca sensación de sorpresa. Sentía estremecimiento cálido correr por todo su ser.
Siendo un androide biodiseñado de la mera esencia de un cerebro biológico, Iason sabía que no debía estar experimentando eso. Pero el débil pulso de algo llamado “emoción” no desaparecía. Se había apoderado de su mente. Lo que no debía estar ahí se presentaba como un vago dolor.
Las emociones eran tan crudas que despertaban una sensación de disgusto en él. Una fiebre a menudo despertaba sensaciones incomprensibles, y le quemaba el alma. Le hizo preguntarse su razón para ser miembro de la élite de Tanagura, y dudó de su orgullo como Blondie.
Atrapado en los estremecedores remolinos del entumecimiento, a veces sentía un hambre que la razón no podía contener. ¿Quería a Riki más de lo que podía soportar? ¿Existe uno entre nosotros que no envidie a un alma tan viva?

Enojarse y negarlo todo era sencillo—pero Iason había abierto una puerta que ya no podía cerrar. Sus impulsos mataron la razón. Ya se había dado cuenta de que en algún lugar dentro de él, aunque muy poco,  había sido dotado con los instintos de un ser humano ordinario.
            

1 comentario:

  1. Obrigado pela tradução.
    Adorei o capítulo, Iason aprendendo a ter emoções, muito interessante.

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