La metálica ciudad de Tanagura.
La fantástica y grotesca ciudad que nunca dormía estaba
cubierta por la oscuridad. La monstruosa metrópolis del sistema solar de Amoi
que una vez había sido pobre, ahora intimidaba incluso a la Mancomunidad. Era un
lugar que no conocía la diferencia entre el día y la noche, que no descansaba
por más de una fracción de segundo y no permitía que nada impredecible
aconteciera dentro de sus recintos, como si el abuso del mismísimo tiempo
estuviera reservado como la más dulce de las dichas.
Tanagura era exquisita. Era enorme y aun así, gobernada por
un funcional esteticismo libre de exceso, su apariencia por sí sola irradiaba
un poder abrumador.
Sin embargo, reinando con derecho propio estaba Midas, luchando
contra Tanagura en el extremo opuesto de la “belleza”. Entre las dos había una
brecha demasiado grande para ser zanjada.
A las afueras de Tanagura. Midas Área 3. Parque Mistral.
Doce y treinta de la noche.
Kirie esperaba en el interior de una suite para invitados
de primera clase, ubicada en la cima de un grupo de edificios. Por la ventana, las
luces de los autos aéreos se colaban como rayos a través de la sombría
oscuridad.
“Con que esta es Tanagura,” murmuró Kirie. “Qué lugar tan
jodidamente grande.” Estaba impresionado. La interminable expansión de la noche
se desplegaba frente a sus ojos. “Hace parecer todos esos neones de Midas un juego
de niños. Supongo que no importa cuán alto llegues, siempre habrá alguien
mirándote hacia abajo.”
En una época y en un lugar distinto, otro mestizo de los
barrios bajos había compartido esa misma sensación. Kirie no sabía si aquello
constituía un buen o mal augurio.
Estaba en una habitación muy grande rodeado de paredes de
marfil y alfombras gruesas. El blanco realzaba el azul oscuro del amoblado, y
confería un aire lujoso al espacio. Cada tramo del recinto estaba cubierto por
un aura limpia y antiséptica, y un placentero silencio llenaba la habitación.
Aún faltaba algo de tiempo para su cita… pero Kirie había
llegado temprano, anticipándose a la llegada de él. Aunque Kirie deseaba tener más contacto, no había forma de
lograrlo desde su posición. Las llamadas eran cortantes y solo las hacía el
otro. Todo a lo que Kirie podía apegarse era a esas escasas discusiones que bien
podían acabarse en cualquier instante.
Ir hasta allí para recibir el tan esperado comunicado dejaba
a Kirie con una aireada sensación de exaltación. Un sentimiento de realización
brotaba de sus entrañas. Y sin embargo…
En lo que transcurría el tiempo, Kirie se percató
inevitablemente de las miserables dimensiones de su propia existencia. Como
queriendo apartar la mirada de aquella realidad, soltó un pequeño suspiró.
Acostumbrado solamente a las sucias y monótonas calles de la colonia de Ceres,
cada imagen que se reflejaba en sus ojos se convertía en algo atractivo.
Este era el lugar
al que pertenecía. Kirie era muy consciente de este hecho. Más cuando dirigió
su atención a la ventana opuesta, se encontró con la brillante cara de una
noche más familiar. La alegre iluminación desvanecía la oscuridad, y el
Distrito del Placer se exhibía sin vergüenza, como era lo usual. La tan
acostumbrada vulgaridad de Midas seguía siendo una imagen excepcional, su
deslumbrante brillantez resistía en su memoria por alguna razón.
A la mierda
todo, necesito una buena cerveza.
Kirie entornó los ojos con aire soñador. Era la tercera
vez que se paraba frente a las ventanas de aquel rascacielos para contemplar
las luces de Midas. El lugar asignado para la reunión era diferente al de
antes, pero el centelleante bosque de neón que tenía debajo seguía
deslumbrándolo y encantándolo.
La primera vez que vio los torbellinos de luz que no eran
visibles desde Ceres, Kirie quedó estupefacto por el abrumador espectáculo que
se desataba delante de él. Nunca había tenido contacto con tan magnífica
belleza. Esto hizo que se le acelerara el corazón y le ardiera en el pecho. Su
primer choque cultural lo dejó sin aliento, aún recordaba la tremenda emoción
que lo había hecho tambalearse.
Pero la segunda vez, la cautivante belleza de Midas
llegando desde la distancia solo lo irritó. Podía ver las vastas diferencias
que separaban Ceres, su lugar de origen, de Midas, y el disparejo lo llenaba de
ira.
¿Por qué
solo nosotros? Se preguntaba. ¿Por
qué estamos relegados a vivir vidas sin valor como escoria mestiza? No
podía mantener sus pensamientos a raya. Pero, aun así, sus convicciones
vacilaban con suspicacia.
Nunca antes había deseado tanto escapar de los barrios
bajos. Había rayos de luz que ofrecían los encantos de un mundo diferente, un
mundo separado de la sofocante vida que conocía. El complejo de inferioridad
por haber nacido como un mestizo de los barrios bajos nunca sería expugnado—más
el pecho de Kirie ardía con la dolorosa idea de que, por lo menos, podía intentarlo.
¡Pronto surgiría en el mundo! Ferozmente, sin descanso, aquel deseo surcó la
mente de Kirie.
Se escuchó una voz que lo tomó por sorpresa.
“Gracias por la espera.”
El soñador Kirie se congeló en su lugar. La suave y
tranquila voz lo empujó de vuelta a la realidad en tonos resonantes que de
alguna forma lo hicieron sentirse cómodo. En lo que los latidos de su corazón
se apaciguaban, despacio, Kirie llevó su mirada en dirección a la voz.
Ahí en frente de él estaba una agraciada, serena y
atractiva silueta que parecía estarlo incitando a acercarse. La hermosa y llamativa
vestimenta, diferente a las de sus reuniones previas, hizo acelerar el corazón
de Kirie otra vez. Era una élite de Tanagura. Era Iason Mink.
“De nada.” Kirie inclinó la cabeza sin que se lo
pidieran. Era como si la dignidad de Iason y su autoridad no le dejaran otra
opción. Ante sus ojos estaba la clase de noble que bajo circunstancias
ordinarias nunca se percataría de su existencia.
“¿Algún avance desde la última vez?” Iason caminó
elegantemente hacia el sofá y se sentó, hundiéndose en él.
“Ah, no—”
Las primeras palabras que salieron de la boca de Kirie
sonaron extrañamente roncas. ¡Contrólate! Se mordió la lengua y se
reprochó a sí mismo, relamiendo sus resecos labios. “Un montón de especulación
desenfrenada, otro tanto de confusión. Me dice que algo sospechoso está
sucediendo—”
Iason sonrió inesperadamente. Era una sonrisa delgada,
que tiraba solamente de las comisuras de sus labios, y que le añadía algo más al
terrible atractivo de su hermosamente maléfico rostro. Kirie tragó grueso,
acometido por la fuerza de un encanto físico tan insondable.
“Ya veo. No debí esperar que esto fuera sencillo.”
“Pues claro que no. Debo tener cuidado.”
Iason no reprochó a Kirie por dirigirse a él de forma
grosera y brusca; haciendo que Kirie fantaseara con que disfrutaba de
privilegios especiales con el Blondie. Permitió que sus expectativas llegaran
un poco más alto, eso sí, manteniendo su ego bajo control. No tenía intenciones
de dejar que esta oportunidad se le escapara.
“No, supongo que no es tan fácil de convencer. No ha
perdido todos sus instintos básicos.”
Había sido el segundo al mando de la pandilla más fuerte
de los barrios bajos, pero aquello era pasado. Con esa gran historia circulando
por las calles, era de esperarse que el miedo se tomara la ciudad antes de que
las cosas se salieran de control. Kirie no lo dudaba en lo más mínimo.
Aunque había un hombre entre los miembros originales de
Bison que no había podido convencer. Dicho hombre seguía adelante como si no le
importara, y Kirie era ajeno a la animadversión que este a su vez sentía por
él.
“Hasta este punto no tengo quejas. Pero, ¿cuál es el
trasfondo real? ¿Es firme en su decisión?”
“No por mucho.” Kirie habló con convicción. “Todo el
mundo quiere largarse de los barrios bajos—solo que no tienen las agallas para
dar el primer paso.” Y así nadie en los barrios bajos era lo suficientemente
estúpido para desperdiciar un tiquete al paraíso. “Dame un poco más de tiempo y
sellaré el acuerdo. El único problema es él.”
“¿Él?” repitió Iason con un repentino despliegue de
interés.
Kirie chasqueó la lengua en una muestra de exasperación.
“El chico de cabello negro que solía salir con Guy. Siempre está lanzando
indirectas con disimulo. La tenía en mi puta contra porque no seguía cada una
de sus instrucciones.”
“¿Te refieres a que no eran amigos de verdad?” dijo Iason
con un toque de burla en su voz, insinuando que una delgada corriente de sangre
cálida aún fluía por sus venas a pesar de sus fríamente atractivas facciones.
Los ojos de Kirie se abrieron brevemente por la sorpresa.
“No es divertido. Esto fue antes de ti, pero la verdad es que esos dos estaban
emparejados.”
“¿Emparejados?” el tono en la voz de Iason cambió
abruptamente.
Mierda, no
debí dejar que eso se me saliera. “De cualquier modo,” añadió Kirie rápido, “ahora son
historia.”
“¿Pero me dices que fueron
una pareja? ¿Un compañero como ese…?”
“No tiene nada de inusual en los barrios bajos. Casi no
se pueden encontrar mujeres ahí, ya sabes.”
“Sí. Una proporción de nueve a uno, ¿no es cierto?”
“Ajá. Las mujeres solo tienen hijos varones aquí. Es por
eso que en los harems de Midas se les da un trato tan especial. Los barrios
bajos apestan a sujetos calientes que nunca van a estar con nada mejor que una vieja
bruja.”
“Pues desde que una mujer es un privilegio tan raro,
pensaría que los hombres tomarían lo que fuera que pudieran conseguir, incluso
si está vieja y desgastada.”
“Pero si lo vas a hacer con una chica, quieres que sea
una joven y estrecha.”
Kirie soltó aquello con un airecito cínico. Lo cierto era
que nunca había visto siquiera a una
vieja bruja. En los barrios bajos, la oportunidad de toparse con la rara
especie que era el sexo femenino era una posibilidad de una en un millón. Kirie
solo poseía la incoherente sabiduría impartida por los borrachines de los
bares.
Pero Kirie aún tenía uno o dos puntos de sabiduría que
deseaba compartir, incluso si en el mundo real ese conocimiento se remontaba a
nada. Si nada más, quería dejarle a Iason la impresión de que era más que un
crío estúpido.
“Todo el mundo sabe que hay escasez de mujeres,” continuó
Kirie. “Deben estar utilizando inseminación artificial. Mujeres y hombres nacen
en Midas usando matrices artificiales, ¿cierto? Los partos naturales son una
jodida reliquia.”
“Ceres es conocida por sus principios inflexibles. Tomar
el primer paso que vaya en contra de una vieja tradición tan arraigada requiere
de una enorme cantidad de energía y causa gran sufrimiento.”
“Ajá, bueno, Ceres puede meterse sus principios en ya
sabes dónde. No tenemos dinero, ni
sueños. Como si fuera poco, no hay impulso juvenil a la vista. Puede decirse
que no tenemos razones para vivir. ¿Qué saben ustedes los sangre azul del
sufrimiento?”
La única respuesta de Iason fue una preciosa y delgada
sonrisa que le formó un hoyuelo en la mejilla.
“Incluso si te cambias de sexo y te conviertes en alguna
clase de nena ardiente,” siguió Kirie, “no significa que lo hayas logrado. Al
final, todos se enganchan con el que esté más cerca y disponible.”
“Supongo que tomas lo que puedes conseguir en los barrios
bajos. ¿Y en cuanto a ti?”
“No me vendo barato. Tengo mis principios.” Mientras
hablaba, Kirie lanzó una miradita a Iason
hacia arriba como insinuándosele. ¿Quieres
intentar domarme?
Pero como antes, Iason simplemente lo miró devuelta y no develó
nada en su mirada.
Kirie bajó la vista, su expresión fue auto despreciativa
mientras se ruborizaba ligeramente. Cuando Iason le contó la historia, ¿Por qué
se trataba de Guy? ¿Por qué no sobre Kirie? Era embarazoso. Kirie era más guapo
y más joven que Guy.
¿Entonces
por qué?
Pero Guy tenía algo que Kirie no—un pasado en Bison con
Riki. Kirie sabía que estaba en busca de algo que estaría por siempre fuera de
su alcance, y eso lo hizo sentirse fuera de lugar. Le dejaba un mal sabor en la
boca.
“¿Sabes?” dijo Kirie, “no eres tan normal. Tú mismo lo
has dicho; los mestizos de los barrios bajos no son nada más que unos
revoltosos sin valor a los que les falta un tornillo. No puedes decir nada
bueno sobre nosotros. Para las élites como tú, nada que no sea una mascota de
la Academia vale la pena, ¿o no?”
Kirie usó el lenguaje de los barrios bajos a propósito.
Aparentar a ese punto no engañaría a Iason, así que en vez de eso habló con
orgullo; prefería poner en pantalla su herencia mestiza que pretender ser algo
que no era solo para adular.
Esa simplista pureza era la virtud compensatoria de Kirie.
“Supongo que todo es cuestión de gustos,” dijo Iason con una pequeña sonrisa,
desviando las preguntas que Kirie le había hecho.
¿Por qué un Blondie estaría interesado en un mestizo de
los barrios bajos? Era apenas natural que Kirie se muriera por saber. Pero
Kirie dudó sobre si insistir con el asunto. Si preguntaba demasiado, o se
rehusaba a tomar un no por respuesta, podría encontrarse con el lado malo de
Iason. El miedo le contuvo la lengua.
En cuanto a Kirie respectaba, encontrarse con Iason ese
día en Parque Mistral entre la muchedumbre fue su oportunidad única en la vida.
Sabía que sus posibilidades eran pocas, pero había tenido un encuentro con un
Blondie, y eso le había abierto un nuevo mundo—para bien o para mal. Kirie
nunca antes había tenido una oportunidad así. Simplemente esperaba a que la
vida comenzara a garantizarle que jamás pasaría. Pero no tenía ni la más mínima
idea acerca de a donde se dirigía, y su frustración creció.
Con todo, el encuentro con Iason le había dado algo por
lo que vivir, así que Kirie se apegó tenazmente a los delgados e inciertos
hilos que Iason le ofrecía. Pidió muy poco y observó cada paso a lo largo del
camino. Un hombre saliendo de los barrios bajos no podía permitirse tomar grandes
riesgos, después de todo. Pero a pesar de las propias precauciones de Kirie
sobre qué tan lejos presionar y cuando, era Iason quien hizo a un lado sus
prejuicios sobre los mestizos y dejó a Kirie a cargo del asunto.
En los barrios bajos, Kirie era la rata que había recibido
las ganancias de vender a sus amigos a los bastardos androides. A Kirie no le
importaba si le ponían apodos—solo estaban celosos del dinero que estaba
haciendo así que ladraban como perros llorones. No merecían un segundo
pensamiento.
No es el
peleador más fuerte quien termina en la cima; es el más inteligente. Solo los
tontos y los don nadie se quejan por la pérdida. Había dicho
Sid una vez, y desde entonces Kirie había hecho caso.
Bison se había acabado cuando estaban en la cima. Lo que
quedó no pudo ni siquiera derrotar a los advenedizos de mierda de los Jeeks.
Como los más poderosos habían caído.
Kirie no podía creer que había admirado a Riki cuando
había sido el líder de Bison—era un cobarde que le revolvía el estómago. Kirie
no era el mismo chico que una vez había recogido las sobras de Bison. Para
probarle eso a Riki y a todos los demás, sacó a los críos fuera de la seguridad
de la casa de los Jeeks con una bomba de gas lacrimógeno para enseñarles a esos
pedazos de mierda una lección. A este punto, apenas si valían su tiempo. Su auténtica
prueba como hombre estaba por venir, pero aun así sabía que tenía lo que se
requería.
¿Te gusta,
huh? Esa es la clase de poder que tengo ahora. No son nada sino basura. Una
nueva tradición empieza conmigo, y las cosas van a ser diferentes.
Podía sacar adelante cualquier negocio, no importaba qué,
si le daban la oportunidad. Y había tenido tan mala suerte ya que las cosas
solo podían ponerse mejores. Siempre y cuando guardara esos pensamientos para
sí mismo, su confianza nunca titubeaba.
No era tan arrogante como para creer que disfrutaba de la
entera confianza de Iason. Pero el Blondie no parecía despreciarlo. Por
entonces, Kirie se dijo que aquello era suficiente. Entendía la única condición
que prevalecía en la conexión entre ambos:
No hables,
no preguntes.
Después de eso, Kirie se levantó y se fue. Iason solo
había conseguido diez minutos en su, de lo contrario, apretada agenda, pero
Kirie contaba ese tiempo a solas con el Blondie como una ganancia sólida.
Iason observó la figura de Kirie que se alejaba hasta que
desapareció. Rió para sí mismo. El chico tenía las manos vacías y se estaba promocionando
lo mejor que podía. Aunque provenían del mismo lugar en los barrios bajos, la
diferencia en sus personalidades era extraordinaria.
Este solo es
bueno para hacer recados. La cruel, fría sonrisa reflejó su duda en haber puesto
los ojos sobre Kirie otra vez. Pero—aquellas cosas siempre eran difíciles de
decir.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de
la voz de Raoul.
“¿Llegué temprano?” preguntó. A pesar de que trató de
disimularlo con un tono de voz seco, la sonrisa en sus ojos revelaba su
profunda curiosidad. Debía haberse topado con Kirie por el camino.
Una sonrisa torcida apareció en los labios de Iason. “No
en realidad. Ciertamente nada por lo que necesites preocuparte.”
“¿En serio? Me pareció capturar el olorcillo de gente que no trama nada bueno.”
“Estás imaginando cosas.”
“Creí que no tenías tiempo para recoger mestizos de los
barrios bajos por estos días.”
El dentado borde de sarcasmo en el estamento de Raoul no
perturbó el comportamiento de Iason. “¿Por qué no utilizas uno para uno de tus
experimentos, Raoul? Puede que te guste.”
“A diferencia de ti,” dijo Raoul casualmente mientras se
sentaba en el sofá, “rebuscar en la basura no se ajusta a mi paladar. Una
mascota exquisitamente aseada tiene más por ofrecer que entrenar a un mestizo
salvaje. Preferiría analizar virus con un microscopio electrónico de barrido antiguo.”
Raoul Hamm era uno de los especialistas en biotecnología
de Tanagura. Los testarudos burócratas de la Mancomunidad—y especialmente
aquellos que se autodenominaban “religiosos” —se referían a él como un
científico loco que no temía ni a Dios.
Según Raoul, los misterios de la vida ya no eran la
provincia de Dios. Prefería aquello que podía ser probado científicamente. Si
de verdad era un científico loco, entonces al menos no estaba tan mal como esos
que conducían a sus contrapartes por el mal camino en nombre de Dios. Mientras
que Raoul no era muy de entrar en conflictos descuidadamente, aquel era
importante y necesitaba ser comprobado en su totalidad.
“Pero no necesitas tomártelo como nada más que la
expresión de mis innecesarios temores. Interrumpir tu ocupado horario para
acordar encuentros con mestizos me hace pensar en que estás volviendo a tus
malos hábitos de nuevo. ¿Por qué insistes en hacer lo prohibido? ¿Lo disfrutas?”
la voz de Raoul estaba cargada de implícito entendimiento.
“No es nada como
la primera vez.”
“¿Pero te gustan ese tipo de cosas ahora?”
“¿Qué es esto?” contraatacó Iason con suavidad. “¿Por qué
el repentino interés?”
Raoul se encogió de hombros. “Hay un extraño rumor que me
llama la atención acerca de un hombre en los barrios bajos que luce exactamente
igual a él.”
“Lógico. Es él.
Son noticias horriblemente viejas, sin embargo—casi ha pasado un año desde que
las escuché por primera vez.”
La sonrisa se desvaneció de la cara de Raoul. “No es
gracioso, Iason. Las mascotas deben ser desechadas y vendidas en Midas. No
puedes pasar por alto tales regulaciones.”
“¿Nunca has roto las reglas? Todo lo que hice fue
quitarle el anillo. Solo necesitaba un poco de libertad.”
“Quitar el anillo solo sirve para borrar sus registros de
inscripción. No hay excepciones.”
“Es un mestizo de los barrios bajos. Ni siquiera tiene un
registro PAM de Midas. Las leyes de mascotas solo abarcan a las mascotas
nacidas en Midas. ¿Qué hay de malo en quitarle el anillo a la criatura y
devolverlo a los barrios bajos?”
En lo que Iason exponía su caso, Raoul no podía encontrar
las palabras para responder. Más que su actitud temeraria, era la forma que
tenía de torcer las leyes de mascotas para sus propios propósitos lo que
inquietaba a Raoul.
“Sin controles externos, y sin ninguna impronta
psicológica en juego, tomé a un mestizo y pasé tres años entrenándolo. ¡Tres
años, Raoul! Después de todo eso, ¿de veras esperabas que lo tirara a la
basura?”
“¿O sea que en realidad no has borrado sus datos de
registro?”
“¡Por supuesto que no! Le quité al anillo para darle un
poco de espacio. Es un mestizo tan tercamente rebelde; mantenerlo encadenado
día y noche solo lo sofocaría.”
Raoul se echó hacia atrás, emitiendo un ronco gemido. Su
cara se hizo de lo más fiera. “Creí que habías aprendido la lección después de
lo que pasó.”
Los ojos de Iason se entornaron un poco al recordar el
escándalo del año pasado. El tan llamado “Incidente Daryl”. El furniture de
Iason había hackeado la red de seguridad y le había permitido a Riki escapar. La seguridad de Eos fue hackeada por un
pedazo de furniture. Eso por sí solo era un golpe serio que sacudió la
confianza de la élite entera.
Pero incluso entonces, Iason había reaccionado a las
situaciones en Eos con su acostumbrada frialdad. Aunque aceptaba la responsabilidad
por su papel en el asunto, encuadró las cosas tan lógica y desapasionadamente
como le fue posible.
Raoul aún podía recordar cada detalle.
Ese día, Iason estaba trabajando en el cuarto de
seguridad de Eos. Se suponía que la seguridad allí era tan fuerte como
cualquier otro dispositivo de protección en Tanagura. Había terminado una tarea
cuando Raoul lo invitó a un almuerzo privado y entonces le comentó el asunto:
“Esa cosa tuya se sigue comportando mal.”
Una sonrisa crispó uno de los lados de la cara de Iason.
“Qué orejas tan grandes tienes, Raoul. ¿No estuviste en el laboratorio de
Keeler hasta ayer?”
“Y regresé para encontrar a Eos hecho un desastre. Por
supuesto que me di cuenta de inmediato. ¿Qué fue esta vez?”
“Burló el equipo de seguridad y logró salir de Eos,”
relató Iason en un tono de voz plano.
Pero hasta Raoul—quien desde hacía tiempos había descrito
el comportamiento de Riki como el producto de su mal entrenamiento—se alarmó
por el nuevo escándalo.
“Pensé que lo habías domesticado después del asunto con
Mimea. Pero es tan recalcitrante como siempre, después de todo este tiempo,
sigue viviendo acorde a su reputación de mestizo.”
“Acabas de regresar y ya estás riéndote de mí. ¿Por qué
te molestas tanto cada vez que escuchas el nombre de Riki?”
“No me importa él,” escupió Raoul, frunciendo el ceño.
“No soporto ver que esa basura te esté haciendo quedar como un tonto.”
En los últimos tres años, sin importar qué tan malgeniadas
fueran sus observaciones, los propósitos de Iason no cambiaban en absoluto.
“¿Es eso todo lo que viniste a decir?”
“¿Supongo que fue arrestado?”
“Naturalmente. No podría haberse escapado en realidad. El
pet-ring se encargaría de eso.”
Y solo tu
estúpida mascota podría hacer uso de tal truco mientras tenía puesto un anillo
tipo D con un GPS incorporado. Tan tenazmente desviado comportamiento ponía a Riki
bastante lejos de los límites de la comprensión de Raoul.
“Aunque alcanzó a llegar hasta Prage. Todo el mundo
estaba muy impresionado.” Iason dejó salir un dramático suspiro. Por alguna
razón parecía bastante satisfecho consigo mismo.
En cuanto a Raoul respectaba, esto solo evidenciaba más
su mal gusto. “Deja de sonreír, Iason. Tu mascota se abrió paso entre la
seguridad de Eos y se escapó. Nadie se está riendo. Debe ser castigado.”
Raoul habló con un tono particularmente disgustado, pero
Iason no le prestó atención. “No digas eso,” replicó Iason. “Gracias a él, descubrimos
una falla en los supuestamente perfectos protocolos de seguridad de Eos. Piensa
en cuan peor pudo haber resultado.”
Raoul soltó una larga bocanada de aire. “Sales de cada
desastre sin un rasguño, Iason. Manipulas cualquier serie de hechos para
ajustarlos a tu conveniencia.”
Iason no demostró ninguna indicación de la presión que lo
acometía al ser el guardián de Riki. En momentos así, Raoul se impresionaba por
la habilidad de Iason de devolver la pelota con sus propios argumentos.
“Solo tomo las cosas como son. Si no pudiera manejarlo,
no estaría calificado para conducir los mercados.”
“¿Pero puede el temido Hombre de Hielo controlar a una
mascota revoltosa?”
Raoul había usado esa expresión muchísimas veces, y
estaba empezando a hartar a Iason. ¿Por qué Raoul no podía actuar como los
otros Blondies y resignarse a mirar desde la distancia?
“No deseo debatir más contigo sobre de Riki,” dijo Iason,
aplicándole un aire adicional de frialdad a su voz, declarando sin palabras que
algunas cosas eran innegociables.
“¿Pero puedes dejar realmente que las cosas fluyan esta
vez? No se trata solo de la gestión entre una mascota y seguridad. Hackear el
sistema es un crimen real.”
“No hay forma de que una simple mascota pueda acceder a
la terminal de seguridad y hacer algo. Y si una mascota pudiera hacer tal cosa, con mayor razón la seguridad necesita ser ejecutada
y reelaborada.”
“Esa mascota tuya es más astuta y mañosa de lo que
debería.”
En efecto, en cuanto a astucia y maña respectaba, el IQ
de Riki estaba fuera de serie. Algunos culparían a la educación que recibiera
en Guardián. Pero considerando que todos los mestizos eran arrojados a ese
decrépito ambiente y forzados a sobrevivir a la edad de trece años, quizás sus
engaños eran difícilmente nada por lo que sentirse orgulloso a comparación. Un
IQ alto no necesariamente se atribuía a una mente aguda.
Sin dudas, Riki tenía la cabeza para dirigir una organización
criminal de primera. Su arrogancia sin elegancia permanecía invariable, pero la
educación que Iason le había inculcado volvía esas cualidades todavía más obvias.
Raoul quería creer que Iason simplemente había traído materia
bruta a Eos para probar que podía pulir una piedra hasta convertirla en una
joya… pero quizás Iason solo estaba presumiendo a Riki con una sonrisa
irrisoria y burlona. La cosa poseía maldad en los ojos y un gusto espantoso a
la hora de vestirse. Era inimaginable para cualquier otra mascota de Blondie. Hacer
pasear a esa cosa con una correa solo les dejaba a todos en claro las
diferencias entre él y las otras mascotas.
Como las élites estaban acostumbradas a la imbecilidad de
las mascotas, esto se les había antojado una completa perversidad. Las
exclamaciones de sorpresa e indignación volvieron a escucharse otra vez. Se
ofendieron tanto por esta cualidad única de la mascota de Iason que su
escándalo original por los orígenes de Riki quedó en el olvido.
Aun así, estaban fascinados con la criatura, y no podían
quitarle los ojos de encima. Era la mascota de Iason, y era un completo
delincuente. Declamaron que era esa la razón por la que seguían cada una de sus
acciones.
“Y entonces está este incidente sobre tu mascota
aliándose con el furniture,” dijo Raoul. “Necesitas hacerte cargo de eso de
inmediato.”
“¿A quién crees que le estás hablando? No podría ignorar
nada en cuanto a este asunto se refiere.”
“Lo siento,” replicó Raoul de manera informal. “Por
supuesto que no pretendía insinuar lo contrario.”
Iason había terminado con Raoul. Pero la conversación
claramente lo había molestado, a juzgar por la feroz expresión que tenía en el
rostro.
Iason no era tan compasivo como para pasar por alto un
crimen de esa magnitud como era hackear el sistema. Tal cual prometió,
sentenció al furniture de nombre Daryl a pena de muerte. Además, Iason
finalmente renunció a Riki por haber estado implicado también en el crimen y
haber sido la causa de tanto alboroto. Riki fue desechado.
O eso creyó Raoul y muchos otros residentes aliviados de
Eos. De un solo golpe, la infección había sido purgada por fin. Eos podía
regresar a sus maneras normales y pacíficas.
Iason había estado atendiendo las subastas más recientes
de Midas con mayor frecuencia. La conclusión fue que estaba en busca de una
nueva mascota. Naturalmente, este se volvió el nuevo foco de atención en Eos.
Pero cuando la gente escuchó rumores sobre que Iason estaba empleando a otro
mestizo de los barrios bajos en busca de nuevas experiencias…
Nunca
aprende, se dijeron los unos a los otros entre risas de
complicidad.
Y entonces surgió el inesperado rumor de que un hombre
muy parecido a Riki había aparecido en los barrios bajos. Raoul se escandalizó.
Con seguridad Iason no llegaría tan lejos.
No obstante, no podía sacarse las dudas de la cabeza. Con
el fin de comprobarlo por su cuenta, las investigaciones de Raoul lo llevaron a
Parque Mistral. Pero antes de que pudiera asegurarse, Iason confirmó la verdad
enseguida. Raoul se había sentido muy ofendido cuando Iason había torcido el
significado de las leyes de mascotas para acomodarlas a sus necesidades.
“Le di un ‘respiro’ de un año,” explicó Iason. “Lo dejé
en libertad un rato. Un generoso límite de tiempo, me pareció. No creí que
volvería a ser el mismo de antes. Pero ya que lo hizo, traerlo aquí de vuelta era
la única acción responsable que podía tomar yo como su dueño, ¿no estás de
acuerdo?” Iason moduló una sonrisita encantadora.
Raoul no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba
pasando por la mente de Iason. “¿Qué intentas hacer con esa cosa?”
“En realidad nada. Solo tengo curiosidad por ver cómo
reaccionará cuando lo haga elegir entre su viejo compañero y su orgullo. Es
todo.”
“No es nada más que un mestizo de los barrios bajos. No
es propio de ti tomarte esto en serio.”
“¿No es propio de mí?” Iason miró hacia el suelo y tomó
un profundo respiro. “Si no fuera más que una mascota, no habría pasado tres
años manteniéndolo bajo mi poder. Pude haber estado actuando por capricho al
principio, pero me enfrasqué a un punto inesperado. Especialmente después de
aquel asunto con Mimea. Solo mi cerebro es orgánico, pero aun así eso me hace
meramente humano al final.”
A Raoul le gustaba jactarse de eso todo el tiempo, ningún
misterio acechaba dentro de las verdades eternas del universo. Pero ahora sus
ojos se abrían a causa de la sorpresa. En lo que a Raoul respectaba, la mente
de Iason era un enigma más grande que todos los secretos escondidos del cosmos.
Raoul estaba tan perturbado por las palabras saliendo de
la boca de Iason que se quedó en silencio. No podía decidir si desviar tan
alarmarte confesión con una burla o un improperio frívolo.
Iason miró a Raoul de soslayo con una sonrisa sardónica
torciendo sus facciones. Estaba luchando con un dilema surgido de sus emociones
en contradicción con su orgullo de Blondie. Para aclarar su cabeza por un
momento, Iason se echó hacia atrás, imaginando los días complicados que estaban
por venir.
Hacía un año, el
día en que Riki había sido aprehendido en Prage, Daryl había sido llevado a una
celda aparte en el centro de seguridad. Daryl no opuso resistencia ni mostró indicios
de querer escapar. La expresión de su rostro era una inusualmente dócil.
Examinándola más de cerca, sin embargo, era una expresión que Iason nunca había
visto antes—tal vez de satisfecha seguridad.
“¿Entiendes la razón por la que has sido traído aquí,
Daryl?”
“¿Cómo está el Amo Riki? ¿Qué ha sido de él?” inquirió
Daryl, ignorando la pregunta de Iason.
“Fue detenido en Prage.”
Los ojos de Daryl se estremecieron después de un rato. A
Iason se le hizo difícil creerlo. ¿De verdad Daryl había creído que Riki
escaparía? Una sombra cubrió el rostro del furniture, un reflejo de la
estupidez de la cual se arrepentía ahora.
Es demasiado
tarde para tales arrepentimientos. Iason, por supuesto, no podía dejar de notar que aquellas
palabras se le devolvían envueltas en escarnio y criticismo.
“Riki se encuentra en una celda de detención en este
momento. Era difícil de controlar, por lo que se le administraron algunos
sedantes.”
“No está herido, ¿verdad?”
“El cuerpo de seguridad de Eos está entrenado para
aprehender mascotas sin infligirles ningún tipo de daño injustificado.”
Daryl suspiró de alivio.
En realidad, Riki había opuesto más resistencia de la
esperada, y había sido lastimado casi tanto como él había lastimado a los de
seguridad. Pero no había necesidad de decirle eso a Daryl. No fue un acto de
amabilidad humana, sino que preocuparse no haría bien a ninguno de los dos.
“Así que dime—¿por qué tomaría Riki parte en la
complicidad de tan débil mente?”
Daryl levantó sus ojos y dijo en una voz distintiva y
clara, “No. Esta fue mi idea. El Amo Riki no sabía nada al respecto.”
“Te amenazó y no tuviste de otra. Di eso y las cosas
serán más fáciles para ti.”
Pero Daryl se rehusó a ir por el camino fácil. “Soy el
responsable de hackear el sistema de seguridad. Nadie me ordenó hacerlo ni fui
amenazado.”
En cierto sentido, Iason se sentía satisfecho de ver a
Daryl siendo tan valiente. Pero al mismo tiempo, lo que había dicho desgarró
emociones desagradables en lo profundo de su corazón.
“¿Por qué?” preguntó otra vez Iason.
“Porque Riki estaba obsesionado con esas puertas,”
respondió Daryl simple y claramente.
Iason de inmediato dedujo que Daryl se refería a las
puertas en el vestíbulo principal de Eos. Era la única conexión entre Eos y el
mundo de afuera. De vez en cuando, Riki iba a ese vestíbulo exclusivamente para
fijar la mirada en esas puertas. Las miraba sin mover un musculo, hasta que el
guardia de seguridad lo arrastraba de vuelta a su habitación. Había pasado
suficientes veces para que fuera necesario mencionarlo. Sin decir una palabra,
los pensamientos fluyendo a través de su mente eran tan evidentes como la nariz
en su rostro: Algún día me desharé de
este pet-ring y voy a atravesar esas puertas.
Atravesar la puerta e introducirse en el mundo del otro
lado nunca se le había ocurrido a una mascota aparte de Riki. Pasar esa puerta
equivalía a la supresión de sus archivos de registro en lo que se iban de
cabeza a la basura. Solo Riki era lo suficientemente perverso para desearlo.
“Fue criado en la misma jaula que tú. ¿Estás diciendo que
sentiste lastima por el estado en que se encontraba?”
“No. Yo solo—”
“No debías estar particularmente insatisfecho con tu
estatus de furniture de un Blondie. El castigo por hackear es severo. Debías
haber sido consciente de eso. ¿Entonces por qué hacerlo?”
Iason necesitaba saber. ¿Cómo este furniture—que había
sido infaltablemente fiel a él—podría haber hecho algo tan estúpido? ¿En qué
estaba pensando Daryl? ¿Qué habían visto esos ojos?
“¿No se daba usted cuenta, Amo Iason? Recientemente, el
Amo Riki había estado muy callado. Después de dormir con usted, le daba fiebre.
Estaba pasándole factura.”
Iason sí se había dado cuenta aunque pretendía que no.
“Nada salió en sus exámenes médicos. Durante estos tres años, nada salió en sus
chequeos. Los doctores se lo atribuyen a tus atenciones.”
No era una exageración—en cuanto a cuidar de la salud de
Riki respectaba, Daryl era más atento que la mayoría de los furniture. Su solo
sentido de obligación como furniture no podía ser responsable de ello. No
importaba qué tan malo se tornara el temperamento de Riki, Daryl no daba su
brazo a torcer.
Ser terco e irritable era una de las características
fuertes de Riki, pero Daryl tenía paciencia y perseverancia para darle batalla.
El peso del razonamiento de Daryl lo dejaba callado. Ese se había convertido en
el patrón repetitivo por dos años.
Pero mientras se mordía la lengua, sus ojos mostraban un
complejo rango de emociones. Riki vio algo en Daryl, algo que ni siquiera Iason
había podido atisbar. Era algo más que simplemente familiarizarse con su
rostro. Iason nunca había visto antes entre mascota y furniture el sentido de
distancia que se mantenía entre esos dos sin que se convirtiera en algún tipo
de enemistad.
“El Amo Riki dijo que no era nada, pero yo no creo que
ese fuera el caso.”
“No eres médico. Solo eres un furniture, Daryl.” Iason
sentó la idea con su típica despreocupada sinceridad.
“No sé qué clase de vida tuvo el Amo Riki en los barrios bajos, pero sé cómo era el Amo
Riki cuando estaba en Guardián.”
Ni una pizca de emoción apareció en el semblante de Iason
en respuesta a la alarmante revelación. No era imposible. Los furniture de Eos
eran todos proveídos por Guardián, un secreto conocido solo por algunas de las
élites. Fue por eso que Iason no se sorprendió al saber que Daryl y Riki habían
cruzado caminos antes.
“¿Cuántos años le llevas?”
“Tres años. Pero nos asignaron a diferentes bloques.”
Guardián era escrupuloso sobre diferenciar la educación
por bloque. Los chicos asignados a bloques separados, si nunca, rara vez tenían
la oportunidad de entremezclarse. Añadirle a eso una brecha de tres años, y la
extrañeza de conocerse era muy grande.
Y sin embargo Daryl dijo haber conocido a Riki en
Guardián. Antes de que Iason pudiera preguntar cómo, Daryl le respondió. “A
pesar de que fuimos asignados a bloques distintos, la mayoría de los furniture
aquí recuerdan a Riki.”
“Riki no conoce a ninguno de vosotros,” dijo Iason. Podía
decir que Riki no estaba pretendiendo no conocer a los otros furniture. Eran extraños para él.
“Pero nosotros a él sí. El Riki de cabello y ojos negros
era difícil de olvidar. Era como una cosa extraña y ajena que había caído en Guardián.
Riki era dueño de una naturaleza muy diferente a la nuestra. No se acercaba a
nadie. La gente decía que ni siquiera recordaba a sus propios compañeros de
bloque. Pero tratándose de Riki, no se nos hizo raro.”
“¿Como ahora?”
“Sí. No se congraciaba con nadie por nada. No importaba
lo que pasara, nunca cambiaba quien era. Fue por eso que, cada vez que teníamos
nuestro tiempo libre mensual, competíamos entre nosotros para echar un vistazo
al chico problema con el que las Hermanas no sabían lidiar. Y cuando uno de
nosotros lo hizo, no pudimos olvidarlo. Fue tan inusual.”
“Destaca incluso ahora.” Iason casi pudo imaginar a Riki
en Guardián.
“No ha cambiado nada. Incluso si está atado, prefiere
vivir su vida como un mestizo de los barrios bajos que ser reducido a la vida
de una mascota. Es por eso que lo envidio, y sufro por él. Ser incapaz de hacer
algo aparte de mirar y preguntarse, se convierte en una visión más dolorosa
todavía.”
A cierto punto, Iason podía ver el punto de Daryl. Habiendo
tenido al mismo Riki en frente de sus propios ojos, no era difícil imaginar la
inquietud en los pensamientos del furniture. Sin mencionar el hecho de que
Iason le había ordenado felar a Riki.
Daryl, con
tu boca le enseñarás a esta basura mestiza lo que toda esa lucha fútil le
ganará. Disfrútalo, pero no dejes que se corra. Seré yo quien dé el toque
final.
Los furniture estaban obligados a obedecer a sus amos.
Esa era la regla que aseguraba su existencia en Eos. Suprimiendo una expresión
de pena, Daryl había enterrado su cara entre los muslos del desafiante mestizo,
succionando lo que él nunca podría llegar a tener.
A pesar de la humillación, Daryl servía a Riki en una
manera desinteresada y directa. Excepto una vez. Una vez en que las emociones
de Daryl se salieron de control.
Fue cuando Riki se estaba resistiendo a sus atenciones
orales como era habitual, abusándolo con cualquier lenguaje del que su mente pudiera
hacer acopio. Pero entonces Riki dijo o hizo algo que tocó el sentido de lo
prohibido de Daryl. Inesperadamente, Daryl se había enfurecido.
Eres el
furniture, Daryl. Recuerda tu papel.
Iason había regañado a Daryl de manera suave, y eso hizo
que Daryl se contuviera de golpear a Riki. Tener que reprender esa acción
quería decir que Iason había subestimado el valor de Daryl como furniture.
Las mascotas eran ninfomaníacos tontos—fue así como se
los crió. Pero tener igualmente furniture tontos sería problemático. En solo ese
punto, Daryl era realmente ejemplar. Iason no podía evitar admirarlo por tener
la facilidad mental de hackear el sistema de seguridad.
“Si el Amo Riki se rendía, podía ser feliz. Pero cuando
pienso en la forma en que el Amo Riki solía ser, lo envidio tanto que hace que
me duela el pecho. A menos que pudiera deshacerme de tales celos, no podría
funcionar como furniture, y sin embargo…” la voz de Daryl se detuvo mientras
luchaba por sacar las palabras. “…por eso no podía congraciarme con nadie. No
puedo soportar pensar en que el Amo Riki se convirtiera en nada diferente de lo
que solía ser. Fue por eso…”
“¿Querías ver si aún le quedaba orgullo o si había sido
reducido a nada más que una mascota?”
La única respuesta de Daryl fue mirar de vuelta a Iason.
“¿Por ese único propósito estuviste dispuesto a
sentenciar un buen furniture a ser despedido?”
Iason sentía que la acción había sido estúpida, pero eso
fue todo lo que pudo considerarlo desde que empatizaba con la situación de
Daryl. Estaba sorprendido de encontrarse a sí mismo pensando tales cosas acerca
de un furniture. Tuvo que hacer una
pausa para recolectar sus pensamientos.
“En Eos,” replicó Daryl, “los furniture son bienes
desechables. Estamos sujetos a los caprichos de las mascotas y a sus ataques
violentos—¿no es esa la razón por la cual la esperanza de vida de los furniture
es tan corta?”
“Por cinco años, no has hecho nada para defraudar tu
posición como furniture. ¿Riki vale tanto como para que estés dispuesto a
arrojar así tu vida por la borda?”
“El Amo Riki no es un bien desechable como yo. Me trataba
como a otro ser humano. Es cierto que nunca me habló con gentileza o trató de
ganarse mi afecto; ni siquiera le llegué a ver la intención de hacerlo en los
ojos. Pero no me despreciaba como otras mascotas lo han hecho. Quizás me he
vuelto un poco arrogante, pero aun así quiero hacer algo por él. Solo así por
un momento, podríamos compartir algo—no podría pedir nada más.”
“¿Me estás diciendo que preferirías ser un mestizo de los
barrios bajos?”
Por un momento, una expresión de jubilosa tristeza
apareció en la cara de Daryl. Se compuso rápidamente.
“Fue la primera y última jugada que hice, con el destino
del Amo Riki y su prestigio, señor, en juego. Así que naturalmente ofrezco todo
lo que poseo como colateral. Nada podría hacerme más me feliz que el Amo Riki
estuviera completo otra vez.”
“Riki no se alegraría al oír sobre tu sacrificio.” Las
palabras salieron abruptamente de Iason, tirando de las comisuras de su boca.
En efecto, Riki se afligiría por lo que Daryl había hecho. No lloraría por sí
mismo, pero seguramente se sentiría responsable por su final, y el recuerdo
quedaría grabado en su corazón a modo de expiación personal por su muerte.
Iason no podía permitir eso. Nadie podía entrar en el
corazón de Riki excepto él.
Daryl miró a Iason con los ojos muy abiertos. “Esto es
todo mi culpa, así que tenga piedad del Amo Riki. Por favor—se lo ruego.”
“Si tomarás toda la responsabilidad y liberarás a Riki,
te das cuenta de que ninguna sanción será inmerecida en lo que a ti respecta.”
“Sí.”
“En ese caso, has de servir de ejemplo a todo Eos de la
miseria que aguarda a aquellos que cometan tan seria ofensa.”
Incluso diciendo esto, Daryl no mostró arrepentimiento.
Solo se volvió hacia Iason e inclinó la cabeza.
De vez en cuando las criaturas de los barrios bajos hacían
cosas sorprendentes—era lo que su tiempo con Katze le había enseñado. La gente
evolucionaba de acuerdo al medio en el que vivían, por instinto de
conservación, como un producto de su deseo o incluso como el resultado de la
desesperación. Pero una cosa sobre ellos nunca cambiaba.
Siempre podían sorprenderte.
Iason Mink era una de las élites aristócratas elegidas
por Júpiter para dirigir Tanagura. Era una nueva especie de hombre que había
surgido del sentido del ser de Jupiter. Por un largo tiempo, Iason había vivido
con un sentido de orgullo y lealtad hacia la voluntad colectiva que compartía
con su creador. Por esta razón, tenía una convicción inquebrantable de que su
existencia sobrepasaba la de los otros mortales. Antes de conocer a Riki, nunca
había dudado de que su mente permanecía incontaminada de las emociones humanas
de las que eran víctimas los nacidos de carne y hueso.
Creía que la existencia de los chicos deformes de Midas
era necesaria para demostrar los esplendores de Tanagura. La crianza y
disposición de seres humanos como mascotas era un reflejo de la dignidad y
majestuosidad de la élite. Solo estaban haciendo su trabajo.
Pero entonces conoció a Riki, y esas convicciones sucumbieron.
Antes de Riki, Iason consideraba que razas como los
mestizos de los barrios bajos eran basura sin esperanzas de un futuro
respetable. Pero el vívido y vibrante movimiento de las extremidades de Riki, era
algo hermoso de ver. El calor de su cuerpo, que aceptaba todos los placeres que
le ofrecían, se le antojaba a Iason el privilegio especial de los descendientes
de carne y hueso de la raza humana. Encima, Riki tenía una especie de orgullo
insubordinado que lo metía en problemas. Sus preciosos y perlados ojos negros
revelaban cada emoción sin dificultades.
Iason sentía el impacto de lo que significaba crecer sin
condicionamiento conductual ni educación programada. Cada vez que veía a Riki,
Iason experimentaba una renovada sensación de irritación, una fresca sensación
de sorpresa. Sentía estremecimiento cálido correr por todo su ser.
Siendo un androide biodiseñado de la mera esencia de un
cerebro biológico, Iason sabía que no debía estar experimentando eso. Pero el
débil pulso de algo llamado “emoción” no desaparecía. Se había apoderado de su
mente. Lo que no debía estar ahí se presentaba como un vago dolor.
Las emociones eran tan crudas que despertaban una
sensación de disgusto en él. Una fiebre a menudo despertaba sensaciones
incomprensibles, y le quemaba el alma. Le hizo preguntarse su razón para ser
miembro de la élite de Tanagura, y dudó de su orgullo como Blondie.
Atrapado en los estremecedores remolinos del
entumecimiento, a veces sentía un hambre que la razón no podía contener. ¿Quería
a Riki más de lo que podía soportar? ¿Existe
uno entre nosotros que no envidie a un alma tan viva?
Enojarse
y negarlo todo era sencillo—pero Iason había abierto una puerta que ya no podía
cerrar. Sus impulsos mataron la razón. Ya se había dado cuenta de que en algún
lugar dentro de él, aunque muy poco,
había sido dotado con los instintos de un ser humano ordinario.
Obrigado pela tradução.
ResponderEliminarAdorei o capítulo, Iason aprendendo a ter emoções, muito interessante.