sábado, 27 de diciembre de 2014

AnK - Volumen 3, Capítulo 5

Riki soñó. No había tenido un sueño tan real en un largo tiempo. Quizás encontrarse con Katze después de cuatro años había desencadenado un presentimiento que eclipsaba sus pensamientos—o tal vez, reconsiderar la verdad que no podía contemplar de forma consciente volvía a liberar los recuerdos que había guardado bajo llave en una bóveda imaginaria en su cabeza. De cualquier forma, soñó cosas que no quería recordar.
La Torre Palacio, decorada con el nombre de la antigua diosa Eos. Habitación privada de Iason. Los lujuriosos cuartos que no reparaban en costos, eran dignos de la persona más poderosa en Tanagura. Aunque Riki no apreciara la calidad del amoblado, entendía que eran bienes de clase alta que no presumían en vano su existencia. Era una clase de esplendor casual, aunque un poco más ostentoso de lo que el gusto popular permitía. Riki no sabía cómo lucían las habitaciones de las otras élites, pero la de Iason no le desagradaba.
No era que se sintiera en casa allí. Era alimentado y retenido en un lugar donde su voluntad era ignorada por completo. Era un águila con las alas rotas. Incapaz de hacer nada por su propia cuenta, las soporíferas condiciones destrozaban sus nervios. Estar encerrado en la habitación de Iason le frustraba e irritaba hasta el punto de querer explotar.
“¿Por qué demonios no se abre esta puerta?” Gruñó por lo bajo con exasperación. Aporreó la puerta con ambas manos, pero nunca pasó nada. En los últimos meses había aprendido la misma lección. Sabía que debía controlarse, manejar las cosas con calma y evaluar la situación apropiadamente, pero en lugar de eso continuaba como un niño terco incapaz de afrontar lo que ocurría. Sabía que lo que estaba haciendo era inútil, y aun así no podía parar.
“¡No lo entiendo, Daryl!” espetó. Como no tenía nadie más con quien descargar sus humeantes emociones, Riki miró a la única persona además de él mismo en la habitación. “¿No dijiste que después de mi fiesta de presentación podría a ir al centro recreativo, al salón o a donde me diera la gana? ¿Por qué la puerta no se abre?”
“Creo que es porque todavía no tienes un pet-ring.”
La forma de ser de Daryl—su tono de voz tranquilo, sosegado y lógico—no cambiaba aunque estuviera felando a Riki o este lo estuviera gritando. Daryl respondía puntualmente solo a las preguntas que Riki le hacía, quizás porque tenía prohibido hablar sobre algo más.
“¿Un pet-ring?”
“Sí. Un anillo con tu número de registro grabado en él. No puedes salir de esta habitación si no portas uno.”
Era la primera vez que Riki oía sobre cosa semejante. Habían pasado cuatro meses desde que había sido sorprendido en las bodegas en Sasan—Área 8 en Midas—y llevado a Eos. Cuatro meses desde que Iason le había dicho, “De hoy en adelante, eres mi mascota. Te enviaremos a una fiesta una vez tenga yo la certeza de que no me avergonzarás. Pretendo desentrañar cualquier cualidad compensatoria que tengas enterrada bajo tu impertinencia.”
Aunque Iason se había proclamado como el innegable dueño de Riki, Riki seguía sin tener idea de lo que significaba ser una mascota criada en Eos. Su “entrenamiento” había dejado muy en claro todos los sentidos de la palabra, por más vulgares y humillantes que fueran.
“¿Todas las mascotas los usan?”
“Una gargantilla, un pendiente o un brazalete. Existen varios tipos y estilos de anillos, pero toda mascota registrada siempre lleva uno. Son la única forma permitida de identificación personal para las mascotas.”
“¿De modo que si tienes un pet-ring, puedes ir a donde quieras?”
“Si tu amo lo permite.”
Iason había llevado a Riki a una fiesta de presentación para mascotas nuevas. Lo había conducido hasta ella con una correa amarrada al collar alrededor de su cuello. Cuando Riki se enteró de que ese era el “uniforme” en que las mascotas hacían su debut, quiso morirse de la vergüenza. No se molestaba en ocultar su descontento en la fiesta, apartándose de las otras mascotas sonrientes que estaban allí. Pero como no tenía un pet-ring, Riki no podía ser considerado una mascota “oficial”.
En palabras de Daryl, era muy inusual que una mascota hiciera su debut antes de que se le hubiera asignado un anillo. Riki no estaba seguro de cómo debía interpretar eso. ¿Significaba que no era reconocido como la mascota de Iason? ¿Significaba que si continuaba desafiando a Iason, lo expulsarían eventualmente de Eos?
Tales esperanzas pronto fueron destruidas. Mantuvo encerrado en la habitación de Iason por medio año sin un pet-ring. Entre más se rehusara Riki a someterse, más intenso se volvía el entrenamiento diario del Blondie.
“¿Cuánto más me vas a tener encarcelado aquí?”
“Hasta que te canses, supongo.”
“No importa lo que hagas, no me voy a convertir en la mascota de un arrogante Amo Blondie,” desafió Riki, escupiendo el honorifico con desdén. “Hasta tú debiste darte cuenta de eso en la fiesta de debut.”
Riki se había metido rápidamente en problemas en la fiesta. Paseándose con resentimiento por motivos que los demás desconocían, una riña había tenido lugar. Eso dejó a los participantes convencidos de que los mestizos de los barrios bajos eran animales groseros, feroces e indomables.
Pero sin importar cuán embarazosa y descarada resultara aquella demostración, Iason permaneció inmutable, incluso en privado. Riki pronto llegó a la conclusión de que aquella era una faceta del inquebrantable orgullo Blondie.
“Toda fiesta necesita un poco de entretenimiento extraoficial. Difícilmente esperaría que un mestizo de los barrios bajos se manejara de forma caballerosa. De todos modos, tu debut como mascota ha finalizado por el momento. Eso te hace mi mascota oficial, Riki.”
“Si es cierto eso,” masculló Riki, “entonces date prisa y dame mi pet-ring.”
Iason sonrió con frialdad. “Vaya, vaya. Solicitando la correa por su propia cuenta. Ese sí que es un gran avance.”
Riki se quedó sin aliento. Los manipulativos juegos—el sarcasmo y la risa burlona—eran parte de su rutina diaria, pero la idea de convertirse en una mascota voluntariamente era una aborrecible.
“No es eso. Estar atrapado en esta habitación todo el día me está volviendo loco, joder. Si tuviera un pet-ring, podría ir a algún otro lugar, ¿no? Así que deja de hacer como si el asunto fuera la gran cosa y dame esa maldita cosa ya.”
Riki aún no podía dejar la habitación si Iason no lo llevaba con correa. Estar privado de un pet-ring en el bien asegurado Eos era un castigo más que obvio.
Y las otras mascotas manifestaban sus sentimientos de forma clara. Se sentían orgullosos de la libertad que sus anillos les otorgaba, y articulaban esa innata sensación de superioridad. Aunque era barbárico convertir un mestizo en una mascota, al menos estaba siendo tratado propiamente y mantenido en su cuarto. Ese pequeño detalle los aliviaba.
A Riki no le importaba si lo miraban con desprecio. Todo lo que quería era su libertad también; no por el orgullo, sino porque caminar por ahí atado por una correa y un collar no era algo que pudiera soportar mucho más. El sentimiento opresivo que experimentaba por estar atrapado cada minuto del día lo ponía furioso. Con un pet-ring al menos podría deambular por el interior de Eos.
“Si esa es la única forma en que puedo salir de aquí, entonces tendré que aguantarme.” Riki pronunció esas palabras de una manera más transparente de lo que había pretendido. Se mordió la lengua, pero ya era demasiado tarde.
“Ya veo… el mestizo es tan terco como me temía. Entonces, está bien. Si tanto quieres un pet-ring, te lo daré.”
Riki retrocedió con brusquedad en un acto reflejo, presintiendo algo siniestro en la voz de Iason—la cual era varios grados más fría de la usual. Iason se quitó la chaqueta. Cruzó la estancia a grandes zancadas en dirección a Riki y lo agarró del brazo.
“Oye, ¡aw! ¡Déjame!”
Iason arrastró a Riki a la habitación y lo tiró casualmente a la cama. La evidente diferencia entre sus fuerzas hizo que la cabeza de Riki diera vueltas.
“¡Te lo he dicho mil veces!” Ladró Riki. “¡No soy ningún juguete!” Estaba confundido y preocupado por las inusuales acciones de Iason. Cuando no tenía cuidado y se descuidaba así fuera un segundo, sabía que algo malo podría suceder.
“Quítate la ropa.”
Riki se mordió el labio. Con un aire de resignación, se desnudó.
Jamás me hagas repetirte las cosas por segunda vez.
Si quemaba tiempo, pataleaba y lloriqueaba, Iason lo atormentaba peor. Riki había aprendido eso bien. La humillación de tener a Daryl escurriendo su esencia con su boca mientras el dedo de Iason se enterraba profundamente en él, era el castigo usual. Decidido a no querer eso, Riki se desvistió y se volvió hacia Iason.
Y se quedó boquiabierto de la impresión.
Hasta entonces, Iason no se había ni aflojado el cuello de la camiseta. Ahora estaba quitándose las ropas con calma y elegancia.
¿Qué… demonios?
Muy confuso, Riki miró a Iason enmudecido de asombro. Iason, en respuesta, le dedicó una seductora sonrisa. “¿Qué es lo que encuentras tan sorprendente? ¿Qué el amo desee dormir con su propia mascota? ¿Qué podría haber de malo en eso?”
En ese momento, Riki se arrepintió de haber pedido el pet-ring desde el fondo de su corazón.
Z-107M.
El pet-ring tipo D de Riki era una unidad hecha a medida, a diferencia de los anillos usados por las otras mascotas que eran típicamente adornadas con joyería. El anillo que Iason había hecho para Riki era, para su vergüenza eterna, un anillo para su pene.
“Miren al mestizo. Miren esos chupados que tiene.”
“Dicen que Iason está durmiendo con él.”
“Imposible. ¿Por qué un amo dormiría con su mascota?”
“Ha pasado un año desde su debut, y no ha aparecido ni una sola vez en una velada sexual.”
“¡Por favor! El solo hecho de pensar en aparearme con ese mestizo me pone enfermo.”
“Entonces debe estar haciéndolo con el furniture.”
“Idiota. No son tan estúpidos como para hacer eso.”
“Incluso un virgen manufacturado de la Academia tiene sexo antes de ser emparejado. No ha estado con nadie, ¿verdad?”
“Se rumora que Iason se lo está quedando todo para él solo.”
“Ugh. Pero no es como si la cosa pudiera resistirse a Iason Mink.”
El chisme, el sarcasmo, el desdén—se desplegaba en los salones. El centro de ocio donde las mascotas pasaban su tiempo libre desbordaba rumores, intercambiados por las egocéntricas mascotas impulsados por sus fans y quienes saciaban sus lujurias en secreto a escondidas.
Pero cuando Riki aparecía, todos detenían lo que estaban haciendo. Lo miraban, irradiando un innegable rechazo.
Excepto uno. Entre todas las mascotas del salón, había una que no estaba intimidada y decidió hablarle.
“Hola. Mi nombre es Mimea—¿te importa si me siento aquí?”

“¡Por aquí, Riki! ¡Vamos!”
Mimea agarró la mano de Riki. Sin dudar ni un segundo, los dos se escabulleron dentro de uno de los cuartos privados del salón y cerraron la puerta tras ellos. Mimea se volteó, posicionó sus manos sobre las mejillas de Riki y suspiró aliviada.
“Me alegro de que no haya sido grave.”
“¿Qué?”
“¿No te lastimaste la cara en la pelea de ayer?”
“Ah, ¿eso? No es nada.”
Las reprimendas de Daryl por actuar tan descuidadamente no fueron suficientes para mantener a Riki detenido. Aun así, Riki sabía que necesitaba ser más cuidadoso o Iason lo castigaría. Incluso si Riki se peleaba, se aseguraba de que ningún comentario sobre el asunto se colara fuera del salón.
“Pero… estabas sangrando. Tenía mucho miedo de que no te volvieran a dejar salir de tu cuarto.”
“No fue suficiente para mantenerme encerrado allí.”
“¿Pero no es más bien que el Amo Iason te adora, Riki?”
Riki no supo que pudo haber desencadenado tal malentendido. Estaba momentáneamente falto de palabras.
“No es nada de eso,” dijo, la vehemencia coloreaba sus palabras.
“Por supuesto que sí,” declaró Mimea enfáticamente. “Tú eres el único que ha permanecido tan hermoso todo este tiempo.”
Riki juntó las cejas, recordando las circunstancias de su vida que eran las cosas más contrarias a “hermosas”. Si no hubiera sido Mimea quien le soltara esa frase, el más vago dejo de sarcasmo o escarnio lo hubiera puesto furioso.
“Las fiestas son tan divertidas, pero siempre que mi amo no diga no, no puedo rechazar ni al peor de los compañeros. No puedo hacer quedar mal a mi amo, ¿verdad?”
Ah—con que a eso se refiere. Al fin comprendiendo su punto, Riki se recostó en el sofá. Es porque Iason no me obliga a emparejarme.
La obediencia y la lascivia eran los encantos primordiales de una mascota, mientras procuraban incrementar su valor de reventa a través de repetidos encuentros sexuales. El exhibicionismo y el narcisismo provocaban que la carne de Riki se retorciera, pero esa era la definición de una mascota digna en Eos. Una presentación formal como un debut requería que las mascotas fueran las estrellas del show de principio a final. Aparte de su fiesta de debut, Riki difícilmente participó en presentaciones “formales” —y Riki no podía haber causado una peor impresión en su debut. Se le recordaba una y otra vez cuán odiados y despreciados eran los mestizos de los barrios bajos en realidad, y más adelante comprendió el corazón inhumano del Blondie que lo había convertido en una mascota.
Una velada sexual procedía su debut, pero no podía aparecer sin un compañero asignado. Por ello, Riki jamás había aparecido en una velada sexual. No estaba seguro de si quería. Las únicas fiestas de las que Riki tenía idea eran los desfiles de moda a las que las mascotas acudían después. Nadie chismeaba sobre las veladas delante de él, así que no tenía idea de lo que ocurría. No podía tan siquiera imaginarse cómo eran.
Antes de empezar a hablar con Mimea, Riki no sabía ni lo que para las mascotas de Eos era sentido común. No importaba qué tipo de fiesta se llevara a cabo, Riki era tratado como un forastero. Pero no tenía intenciones de hacerse amigo de las otras mascotas. No importaba cuán solo pudiera llegar a sentirse, todo lo que sentía con respecto a ellos era irritación. En cierto sentido, Riki era el perfecto solitario.
“Ni yo puedo evitar sentirme un poquito celosa de ti,” le dijo Mimea. “Antes de ti nadie prestaba atención alguna a cómo eran las cosas, porque así eran las cosas. Una mascota con un amo que de veras se preocupe por ella…”
Iason no se preocupa por mí, pensó Riki. Iason jugaba con él como un gato con un ratón. Pero Riki no expresó sus pensamientos; desahogarse con Mimea—una chica que ponía un valor al sexo completamente diferente del que él le ponía—no iba a servir de nada.
“Nadie se atreve a decirlo, pero todos te envidian, Riki. Puedo entender cómo se sienten Luther y Stein, la forma en que siempre están echándote en cara tus raíces mestizas y tratándote como a un enemigo.”
“¿Qué ocurrió con ellos?”
“Luther sigue aquí, pero no Stein. Los rumores eran verídicos. Terminó en el harem Jalan.”
Jalan era un famoso burdel masculino en Midas—tan famoso que hasta Riki lo conocía. Sus mejores trabajadores se reservaban con un mes de anticipación.
“Como es un Silurean purasangre, tiene confianza para dar y tomar. Incluso si él y Amo Aisha se separaban, decía que probablemente seguiría apegado a sus derechos de procreación.”
“¿Derechos de procreación?”
“Sí. Cuando obtienes derechos de procreación, tus gametos son registrados. Puedes transferir esos derechos a la Academia después.”
En otras palabras, la autoridad para convertirse en un semental de cría.
Riki no sabía cómo eso era diferente de los emparejamientos que ocurrían en Eos. Pero entendía que, hablando en general, incluso al ser desechados, algunas mascotas tenían opciones dentro del asunto. De cierta manera, esa era la última salvación de un purasangre, especialmente desde que las mujeres serían siempre más valiosas debido a su habilidad para tener hijos.
Pero Riki estaba sorprendido por razones totalmente diferentes. La ignorancia e ingenuidad eran los puntos principales de venta de una mascota. Su ninfomanía hacía que todos sus intereses estuvieran enfocados únicamente en el sexo; no conocían otra forma de levantarse el autoestima más que ridiculizarse los unos a los otros. Riki los consideraba unos idiotas con un vocabulario pobre para hacer juego.
Así que nunca había imaginado que expresiones como “derechos de procreación” y “registro de gametos” pudieran salir tan fácil de los labios de Mimea. Quizás si eran educados propiamente, incluso las mascotas podrían vivir sus vidas de una forma distinta.
Tan pronto ese pensamiento cruzó su mente, sin embargo, tuvo que reírse de sí mismo. Añadirle demasiada inteligencia a la mezcla solo incrementaría el dilema—tal como le pasaba a Riki. Bajo esa perspectiva, para las mascotas de Eos, la ignorancia era felicidad.
“¿Ha tenido sexo alguna vez con un chico, entonces?”
“¡Por supuesto que no, Riki! Es un purasangre. Solo tiene parejas de apareamiento mujeres, y son las mejores. ¿Por qué me preguntas una cosa así?”
Un macho purasangre que nunca había tenido un encuentro sexual con otro macho. Esa era probablemente la característica atractiva de Jalan. Para Stein, sin dudas orgulloso de estar clasificado como el número uno en la escala de emparejamientos, el sexo con un hombre sería una humillación intolerable.
Riki hizo una pausa. “¿Estás segura de que no te importa andar con un tipo como yo, Mimea?” preguntó. “Tu amo me odia a morir. Si se da cuenta, estamos fritos.”
El dueño de Mimea era Raoul Hamm. Él era, en cierto sentido, más élite Blondie que Iason. Sus ojos fríos y severos decían más que cualquier palabra cáustica.
“Está bien. Nadie hablará. Si lo hacen, se meterán en problemas también. Pero… ¿tú me quieres, Riki?”
En se instante, Riki no tuvo idea de cómo responder. ¿Había escuchado bien? Sus mejillas se contrajeron con nerviosismo. Mimea era probablemente la única persona en su vida entera capaz de hacerle tan directa pregunta con tal facilidad. No estaba seguro de si ella entendía realmente lo que estaba diciendo.
“Ustedes los tipos manufacturados por la Academia son rarísimos.”
Mimea se rió. Era una risita dulce, suave y bonita. Embrujado por su cara sonriente, por un breve momento se encontró capturado bajo sus encantos. Antes de que lo supiera, su cuerpo estaba presionándose contra el suyo.
“Bésame.”
“¿Qué?”
“Bésame.”
Riki se petrificó notoriamente.

“Estoy enamorada de ti, Riki. Siempre estoy feliz cuando estoy contigo.”
¿Por qué Mimea le decía tales cosas a él? Una muñeca manufacturada de la Academia y un mestizo de los barrios bajos. Era casi cómico; no tenían nada en común.
“Te amo, Riki.”
No, quería decirle. Estás en una especie de sueño. No somos libres, Mimea. De ninguna forma.

“Me desposarán cualquier día a partir de ahora. Una vez que los emparejamientos comiencen, no seremos capaces de encontrarnos otra vez así nunca. No puedo soportar la idea. Por favor, Riki…”
Los besos que intercambiaban se hicieron más que meros flirteos. Una vez que durmiera con ella, no habría vuelta atrás. Si Iason se enteraba, Riki y Mimea lo pagarían caro. Si corrían con suerte, los enviarían a algún burdel de baja categoría en Midas—si no, sería el final de ambos.
Por otro lado, ¿y qué si Iason se daba cuenta? Riki imaginó que si dormía con Mimea, Iason se convertiría en el hazmerreír de Eos. Un mestizo de los barrios bajos nunca podría hacer su camino con una muñeca manufacturada—el escandalo sacudiría Eos hasta su núcleo. Por permitir que Riki jugara con ella e incluso la montara—el mestizo que no había aparecido ni en una velada sexual—Mimea estaría traicionando a su amo. Eso destrozaría el orgullo de Iason y disminuiría su poder como Blondie.
Por alguna razón, la risa que intentaba contener no cesaba. Riki no tenía nada que perder. Nada en absoluto. En lo que el pet-ring se aferraba a su carne, los enredados pensamientos de Riki agitaban su cara con una risa silenciosa. La cabeza de Bison había caído más bajo que un estafador callejero común. Se estaba convirtiendo en una simple mascota.

“¡Todos ustedes están confabulándose para tratar de destruir nuestra relación!”

Mimea gritó con ganas, su voz penetró en él como una bala. Hasta el centro de su cerebro… hasta el centro de su corazón.

“Tú eres diferente del resto, ¿no? Tú sólo me amas a mí, ¿verdad?”

La afectación desgarradora de la que era presa era tan dolorosa. Lo siento. Lo siento.

“¡Cobarde!”
Con eso llegó una sensación devastadora y tremenda en su espalda, como si hubiera sido azotado con un látigo muy afilado.
Pero el verdadero miedo estaba todavía por llegar.
“Disfrutaste del placer de Mimea sin mi consentimiento. ¿En serio creíste que podrías salirte con la tuya tan limpiamente después de que el asunto se diera a conocer, solo así?”

“Eres mi mascota. Que te quede grabado esto hasta en la médula de tus huesos.”

El placer pulsante le ponía los pelos de punta, conducía cada nervio más allá de los límites de su razón. Cada centímetro de él estaba envuelto por el maduro y estremecedor éxtasis. Su cuerpo convulsionó, paroxismos de un hormigueo eléctrico contrajeron sus músculos. Su cerebro se nubló en su cráneo. Un choque narcótico recorrió el interior de sus párpados. Su cuerpo se quemó y se derritió convirtiéndose en un charco de carne.

“Basta…no sigas…no… lo…volveré a hacer… ¡piedad!”

Incandescente.
Dolor incandescente…
Miedo incandescente…
Al final, no tenía idea de lo que estaba diciendo en absoluto.

Riki despertó de la pesadilla por culpa de sus propios gritos.
Se sentía como la mierda. Su garganta estaba tan seca como la arena, sus articulaciones craqueaban dolorosamente como bisagras oxidadas, su cabeza dolía y palpitaba. Estaba a punto de vomitar.
El mal sueño de tres años había terminado, y había regresado a los barrios bajos. Había intentado componerse finalmente.
Esa parte de mi vida se acabó, se recordó a sí mismo. No había nada que lo constriñera ahora. Y sin embargo… ¿Por qué?
Riki se secó la cara empapada de sudor y apretó los dientes.

Ese día, corriendo por su vida, había logrado llegar hasta Prage. Después de gastar toda su voluntad y energía, los guardias de seguridad lo agarraron antes de que pudiera escaparse.
“¡Al fin! Pueden golpearlo un poco y hacerle unos cuantos rasguños pero no exageren.”
“¡Estos mestizos de los barrios bajos son lo más terco del universo!”
“Con ese rastreador que tiene encima, no hay forma de que hubiera podido fugarse.”
Lo apalearon sin piedad, lo arrastraron de vuelta a una celda de detención, lo tiraron ahí y lo doparon a punta de sedantes. Sus pensamientos se hicieron confusos y oscuros. El interior de su cabeza se desinfló como un globo agujereado hasta que finalmente perdió el conocimiento.
La siguiente vez que abrió los ojos, Iason estaba ahí.
“Bueno, ciertamente te han dado una buena paliza. Y les dije que no dañaran la mercancía.” Iason agarró a Riki de la quijada y lo miró derecho a los ojos.
Riki barrió su mano de un zarpazo. “¡No me toques!”
Pero la frígida mirada de Iason no vaciló. “Ha pasado un tiempo desde que vi esa rebeldía en tus ojos, Riki. ¿Pelearte con los guardias de seguridad puso a fluir tu ya apaciguada sangre mestiza otra vez?” Su tono de voz era inquietantemente calmo y suave—casi tierno.
“Ya cállate y haz lo que tengas que hacer.”
Una fría sonrisa apareció en las comisuras de la boca de Iason. “¿Entonces te estás resignando a tu destino? Qué admirable. ¿Pero no deberías ver cuán equivocadas estuvieron tus acciones primero?”
En ese instante, un penetrante dolor golpeó contra su ingle. Riki gimió y se retorció, pero sus brazos solo pudieron doblarse torpemente en sus cadenas, dejándolo que padeciera las punzadas. Era una pureza de dolor que no lo había consumido en un largo tiempo. Con todo el placer….
“¿Te acuerdas ahora, Riki? Siempre que estés usando mi pet-ring, no hay lugar a donde huir ni lugar en el que puedas esconderte. ¿Entonces por qué te comportas de esta manera tan tonta?”
“¡La vida—de una—mascota—no vale—una mierda!”
“¿Tanto odias ser una mascota?”
“Me—pone—enfermo—”
Iason agarró a Riki por la nuca. “Menuda boca la tuya. No creería que pudieras llegar así de lejos y aun así poder encontrar las palabras.”
El dolor eléctrico disminuyó un poco. Riki boqueó por aire, aferrándose al nuevo sentimiento con desesperación. Juntó las cejas con fuerza, se mordió los labios temblorosos y se las arregló para calmar su pulso acelerado.
La voz de Iason hizo eco en su oreja. “El anillo puede ofrecer mucho más que solo dolor. ¿Debo introducirte a algo diferente?”
De inmediato, una especie única de hormigueo entumecedor surgió de sus muslos, entre el dolor que se debilitaba. Riki sintió los dedos de Iason enroscarse en torno a esa terriblemente atormentada parte de su cuerpo. Las extremidades de Riki se quedaron inmóviles, pero por una razón completamente distinta.
“¿Qué? ¿No tienes nada descarado para decir?” La respuesta a aquella pregunta saltaba a la vista, pero Iason continuaba implacable. Riki gimió y se retorció. “¿O te gusta más aquí?”
Algo pareció romperse y precipitarse hacia afuera desde muy adentro de Riki. Sus lloriqueos subieron de volumen convirtiéndose en gritos. El ardor palpitante llenó sus entrañas con un calor abrasador.
“Sin drogas ni afrodisiacos, esto por sí solo puede estimular sexualmente cualquier parte de tu cuerpo. ¿Sigues insistiendo en que no eres una mascota?”
“Hijo de—puta—maldito—” Pero no importaba cuanto luchara, los placeres que estaban siendo aplicados a su sistema nervioso escalaban su espinazo. Riki contuvo las lágrimas.
“¿Quién es tu amo?”
“¡No soy—la perra—de—nadie!” escupió Riki.
Todo lo que le quedaba era su orgullo.

A Riki no le importaba recordar el pasado. Pero las pesadillas no escuchaban razones. Los recuerdos solo se repetían. Incluso las palabras de Iason en aquel entonces—debes regresar a donde perteneces, de vuelta a los barrios bajos—eran como un sueño para él ahora. Si hubiera sabido entonces donde iba a terminar…

Riki contuvo el aliento, como si de repente se hubiera quitado un peso de encima.



3 comentarios:

  1. increíble!!!! muchas gracias por tu trabajo!!!!
    me gustaron mucho los dos últimos capítulos que subiste.
    los personajes de Daryl y katze son realmente muy importantes y logran trasmitir sus sentimientos, la forma de vida que les toco vivir y sobre todo los momentos, cambios en la perspectiva... y pensar que aun queda mucha historia por delante..........................
    muchas gracias
    (/^_^)/ (/^_^)/ (/^_^)/

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    1. ¡Hola! :D Con respecto a tu comentario sobre Daryl y Katze, me parece que Rieko (la autora) dijo que su personaje favorito fuera de Iason y Riki, era Katze por el pasado que lo hace sufrir y como lidia con ello. O sea, eso que mencionas. El mío es Iason por algo parecido. ¿Y el tuyo? :)

      Aún quedan varios volúmenes, que estoy ansiosa por terminar. Aunque sé que cuando lo haga, me van a hacer falta x) Ahí es cuando sabes que una historia es buena. Nunca te cansas de ella. Saludos C:

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    2. wowwww realmente escoger a uno se me aria muy difícil!!!!! riki obviamente por su encanto y su orgullo de no dejarse llevar por nadie y por ese abismo de sentimientos que se mezclan y se transforma en una especie de amor hacia Iason.... y Iason..... por Dios!!! es dios de los semes!!!! me encanta ese amor obsesivo que tiene hacia riki, el querer absorber completamente a alguien, que te pertenezca en todo sentido... es muy fuerte.....
      de los secundarios creo que tambien escogeria a Katze, esa vicion desde la experiencia de que la vida es dura, muy dura no puede dejar a nadie indiferente.... ahhaaaaa asi podria seguir con todos los personajes!!!! hasta Raul jajaja como no querer hacer algo cuando ves que tu amigo esta haciendo algo malo?.....
      muchas gracias por tu trabajo!!!

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