Neal Darts. 2150 horas.
La noche helada lo devoraba todo.
Kings Road no tenía sombras. Los angostos callejones
estaban en absoluto silencio. Hasta la peste de los barrios bajos cedía ante el
frío de la noche.
Entre el Área 9 ‘Ceres’ y el Área 7 ‘Her Bay’ había un
laberinto de edificios construidos ilegalmente. Pervertidos, psicópatas,
adictos. Refugiados de otros mundos llamados ‘sinkers’. Anormales. Criminales.
Esa clase de sujetos merodeaban por ahí día y noche.
En Neal Darts se podía obtener lo que fuera por el precio
adecuado. Los valores morales eran opcionales.
Los ciudadanos de Midas despreciaban a Ceres, pero hasta los
residentes de Ceres odiaban esta parte de los barrios bajos—algo irónico, ya
que el Área 9 ni siquiera figuraba en los mapas oficiales.
Ni la más tenue luz demarcaba el camino en Neal Darts; era
un lujo contar con la luz de la luna por dos noches seguidas.
Ante aquella inquietante masa negra y silenciosa, Guy se
detuvo en seco para pensar.
“¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo, Luke?”
Tras él, como era de esperarse, Luke se rio indignado.
“¿Y tú qué, Guy?”
Guy se dio la vuelta, descompuesto. “Aún bajo los estándares
de Ceres, Neal Darts es una cosa enferma. Hackers psicopáticos, experimentos de
cyborg fallidos, adictos dementes—este lugar lo tiene todo.”
No es que Guy pensara que cada rumor sobre Neal Darts fuera
cierto, pero el río que sonaba, piedras llevaba.
“Sí, parece que no es inusual que la gente que viene
hasta aquí por curiosidad desaparezca, así nada más, ¿verdad?” replicó Luke satíricamente.
“Esto no es como Bull Chip, Luke.”
“¿Cómo puedes estar cagándote en los pantalones del miedo
por Neal Darts y enfrentarte al terrible universo del bajo mundo? Qué mierda es
esa, Guy.”
Flashback.
Solo una vez, Riki lo había llamado ‘Katze’. Robby había
mencionado que Caracortada era un agente.
“Bueno, pero qué inesperado,” bromeó Luke.
No me jodas, ¿de verdad? La mirada de Caracortada era
como la de un láser orbital. Esos ojos se tragaban a Guy por completo. Ese
hombre era demasiado malditamente atractivo.
¿Cómo? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Quién mierda es él?
Un mestizo y un agente. Guy no podía ver la conexión
entre ellos.
“Quizás el trabajo de mensajero que Riki tenía era para
el Mercado Negro.”
Había sugerido Robby y Guy se había espantado.
Zac había propuesto el trabajo de mensajero, pero esto no
era como eso. Era grande, grande, grande, y a Guy le daba muchísimo miedo.
Riki había llegado una vez con una botella de Vartan. Un
licor ultra raro que era imposible de adquirir en Ceres. Guy lo había mirado y
le había preguntado a Riki:
“¿Estás metido en alguna mierda peligrosa o qué?”
Riki le había restado importancia el asunto con una carcajada.
“Guy, me largo de los barrios bajos.”
La ambición había sido palpable. Incuestionable.
“Riki hace cosas grandes,” había dicho Robby sin trazo de
ironía. “Ese orgullo suyo sigue recibiendo golpe tras golpe, pero sigue
manteniéndose intacto.”
Guy no había cuestionado mucho a Riki entonces. No había
ninguna necesidad de indagar más al respecto. Todo se esclarecería. Había
habido una ausencia de tres años. Todo tomaría su tiempo.
Debí haber presionado más, pensó Guy. Estaba aliviado de que Riki hubiera
regresado de donde fuera que hubiera estado. Incluso si las cosas ya no eran
iguales, incluso si Riki ya no era físicamente íntimo con él—a Guy no le
importaba. Le había puesto buena cara al asunto. Por Riki.
Por nada. Riki se había ido.
Quizás si hubiera sido más honesto con él, conmigo mismo,
yo no lo hubiera vuelto a perder otra vez.
Guy sentía una profunda culpa.
Neal Darts. La oscuridad.
“¿Estás seguro de esto, Luke?”
“¿De qué?”
“Kirie estaba aterrado. Muerto de hambre, malditamente
loco, y recurrió a Riki, por encima de cualquier otra persona, por ayuda. El
asunto volvió demente a ese engreído hijo de perra de Kirie—y eso que Kirie es
muy estúpido para entender lo que es el miedo por estar muy ocupado mirando en
dirección hacia su próximo gran éxito. Estamos lidiando con algo grande aquí.”
“A quién coño le importa, Guy. Esto es mejor que estar alucinando
con licor barato.”
Sintiendo esa diferencia de entusiasmo en esas palabras,
Guy suspiró. Ese no era un juego aburrido de jugar.
“Guy.”
“¿Qué?”
“Habiendo llegado tan lejos, no deberías preocuparte por
seguir adelante. Sid y Norris están preparados. Estamos todos comprometidos,
¿de lo contrario quien querría involucrarse en algo tan peligroso?” aunque la voz
de Luke era la misma, su tonó bajó como para pisotear las preocupaciones de
Guy. Guy había visto el asunto con sus propios ojos así que tenía mucho más en
qué pensar, pero podía ser que existiera cosa tal como la determinación en
Luke. “Si Guardián está involucrado, no es un secreto que deba permanecer oculto.
Lo que Kirie vio allí—hasta nosotros tenemos derecho a saber lo que vio, ¿o no?”
—Así era.
Habían llegado muy lejos para darse la vuelta ahora.
“De acuerdo con Django, Zico es un hacker excepcional, ¿verdad?”
Si la información de Robby era correcta, no había
información que quedara a salvo de Zico—ni siquiera en Eos. Cualquier
información podía obtenerse a cambio de un precio. La parte complicada era poder
dar con él.
Robby les había dicho que Zico se encontraba en Neal
Darts y nada más.
Si vas a organizar esto, al menos hazlo bien, pensaba Guy, pero los informantes y los hackers
evidentemente se movían en círculos diferentes—así que, por una gran suma
adicional, se arregló un encuentro con uno de los contactos de Zico.
“Le conviene a ese maldito no habernos estafado,” susurró
Luke.
Ni siquiera la actitud de Robby era muy entusiasta sobre
adentrarse demasiado en Neal Darts.
“Sigamos.”
Incitado a reanudar la marcha que había detenido, Guy
comenzó a caminar de nuevo.
El contacto de Zico los había provisto a ambos con un par
de gafas de visión nocturna y una placa de datos con un mapa habilitado. Su
suave luz posicionaba una flecha holográfica en la dirección del viaje.
Sin eso, no hubiera habido forma de navegar el laberinto
gigante que era Neal Darts. Era imposible durante el día, pero incluso más en
la oscuridad.
Luke caminó junto a Guy, sin decir una palabra. Guy pensó
en Riki.
Tienes que pagar un precio para salir adelante, Guy.
Olvídalo—si Katze está involucrado, es el fin.
Olvídate de Kirie, Guy. Solo olvídalo.
Tres meses desde que Riki se había desvanecido.
Tres meses.
Para Guy, cuyo último recuerdo de Riki era una amarga
discusión sin sentido—cada día estaba lleno de arrepentimiento.
Arrepentimiento. Dolor. Desesperación.
Guy no podía olvidarlo, aunque quisiera hacerlo. Incluso
si todo lo que Guy sabía cambiaba, no había manera de dar vuelta atrás ahora.
Algo—algo terrible había vuelto loco a Kirie. Y la verdad
sobre eso lo conduciría a Riki.
La flecha holográfica desapareció en un ícono marcado
como deténgase.
Guy y Luke se miraron el uno al otro en silencio. Pasaron
los minutos. La tensión era insoportable.
Con un boom, el suelo dio paso a una caída libre. No
pudieron hacer mucho para permanecer de pie.
El suelo se detuvo abruptamente y empezó a descender con
lentitud. El sonido de un motor zumbaba en el fondo. Guy y Luke se quitaron las
gafas cuando se dieron cuenta de que estaban parados sobre un ascensor.
“Bonita sorpresa,” dijo Luke con los ojos entornados, la
voz le temblaba levemente.
Respirando un poco más tranquilo, Guy se relamió los
labios inconscientemente. El elevador se detuvo después de un rato. Ante ellos
estaba un vagamente iluminado corredor. Sin decir nada lo atravesaron. Al minal
había una puerta iluminada.
“¿Qué? ¿Una puerta manual en esta época?”
Luke comentó cáusticamente, mirando la puerta que no se
abría, de arriba abajo.
“No me digas que tan pronto la agarremos se nos vendrá
encima.”
“Solo hay una manera de saberlo.”
Despacio, Guy tomó el pomo de la puerta con una mano y lo
giró. Sonó un clic. Empujó la puerta y esta cedió.
Del otro lado había un mundo completamente diferente.
Estaba cubierto de pared a pared con alfombras
decorativas. En el centro de la habitación, estaban colocados una exquisita
mesa baja y unos asientos. Arte holográfico de escenas de Vila Napas adornaba
las paredes.
¿Cuánto dinero y esfuerzo costó todo esto?
Los mestizos no tenían experiencia con los lujos de
Midas, pero para Guy y Luke era como si se hubiera adentrado en una suite
lujosa. Se quedaron ahí conmocionados. El contraste con la porquería que había encima
era enorme.
Lo que los dejó aún más sin habla fue la presencia de un
exquisito joven con cabello a la altura de los hombros, color violeta, y unos
ojos que combinaban con uno de los asientos.
“Un gusto. Soy Zico.”
Ese era su nombre.
No puede ser.
¿De verdad?
Respirando hondo, tanto Guy como Luke se miraron el uno
al otro involuntariamente. Les cruzó por la mente la idea de que todo esto se
trataba de un arreglo elaborado. Quizás el chico era un señuelo y el verdadero
Zico se encontraba en alguna otra parte observando su incomodidad con
diversión. Ese chico no se parecía en nada al hacker de alto vuelo que era
Zico.
Quizás enteramente familiarizado con la expresión en sus
caras, Zico se rio.
“Desafortunadamente, es la única cara que tengo. ¿No les
gusta?”
Guy empezó a balbucear una disculpa a toda prisa.
Zico le restó importancia con la mano. “No se preocupen. Les
aseguro que no soy un señuelo. Pero es mejor evitar tales expresiones de incredulidad
de ahora en adelante. Por favor, tomen asiento.”
Como era de esperarse, Zico, que estaba acostumbrado a
eso, era mejor que muchos.
“Ha sido un error de principiante. Pero tu contacto nunca
mencionó nada de que el célebre Zico era un chiquillo,” soltó Luke
impulsivamente.
A toda prisa, Guy le dio un codazo a Luke en el costado.
“…Ugh.”
Zico moduló el vago trazo de una sonrisa en sus labios.
“Ningún representante mío sería así de comunicativo.
Están instruidos para hablar lo apenas mínimo que se requiera para los negocios
y nada más. Esto es necesario para sobrevivir en un lugar como Neal Darts.
Estoy seguro de que comprenden.”
La voz era suave, pero los ojos tenían un brillo duro fuera
de lugar en las delicadas facciones de su rostro.
Zico no era un mocoso. Subestimarlo era peligroso. En Neal
Darts, nada era lo que parecía.
“Por favor, siéntense. Insisto. Es tan difícil llevar a
cabo los negocios si los dos están de pie a esa distancia.” Zico hizo un gesto
hacia el sillón en frente de él. “Ahora, ¿qué clase de información están
buscando?”
Guy habló. “Antes de que toquemos ese punto, quiero
preguntar si existe alguna posibilidad de que nuestra solicitud se dé a
conocer.”
“No hay necesidad de preocuparse. Soy de confianza. La
privacidad de mis clientes es la mayor de mis preocupaciones.”
Guy asintió. “¿Puedes buscar lo que sea? ¿Incluso algo
peligroso y que ponga en riesgo tu vida?”
Estaba preparado para la verdad, sin importar lo que
tomara. Pero quedaba claro que negociar con Zico estaba fuera de sus
capacidades.
“Eso depende de la información y del precio. Estos son
negocios, pero mi seguridad es importante para mí también,” afirmó Zico en un
tono de hechos.
“¿Pero escuché que tomabas cualquier tipo de caso?” insistió
Guy.
“Los rumores no son confiables. La gente dice lo que las
personas quieren escuchar. Quizás el 30% de eso sea cierto, y el resto
ficción.” Zico frunció los labios. “Por supuesto, debido a dichos rumores nunca
me faltan clientes.”
Que Zico accediera a consentir una reunión con un par de
mestizos ya era un signo de que estaba interesado. Se le cruzó a Guy por la
mente que quizás Zico ya sabía.
“Queremos saber qué conexión existe entre el bajo mundo y
Guardián.”
Los ojos de Zico se hicieron más afilados.
“¿Hay algún rumor en particular que deseen rastrear?”
“Queremos saber todo sobre un agente llamado Katze.
Queremos saber de dónde ha salido.”
“Ah, ya veo. ¿Katze… el Caracortada?” dijo Zico. El apodo
salió de su boca como con dificultad.
“¿Lo conoces?”
“Podría decirse que sí,” replicó Zico.
En otras palabras, Katze era una pieza importante en el
bajo mundo.
Y Riki estaba involucrado con Katze. ¿Qué había entre
ellos?
Guy y Luke habían ido hasta allí para averiguar sobre la
conexión entre el bajo mundo y Guardián—y para descubrir qué era lo que había
enloquecido a Kirie, pero más allá de eso, estaban muy perdidos.
“¿Si esto involucra a Katze, el costo se incrementa?”
Zico confirmó asintiendo con la cabeza. Mestizos o no, esto
eran negocios.
“No hay reglas o tarifas fijas para esta clase de
trabajo, lo entendemos,” Luke buscó las palabras, “Pero no vas a tomar nuestro
dinero y revender la información a alguien más, ¿o sí?”
“Como he mencionado antes, soy de confianza. Por supuesto
el dinero digital de Ceres no tiene valor para mí, así que si no pueden pagar
con dinero de Midas entonces no tenemos nada más que discutir.”
Ceres y Midas tenían economías enteramente separadas y
sistemas de moneda distintos. La moneda física no tenía valor en ninguno de
esos lugares; todas las transacciones se hacían de manera digital.
Zico tenía curiosidad por saber si pagarían o no, Guy
habló. “Podemos pagar. ¿Tomarás el contrato?”
“Entendido.
“Tan rápido como sea posible.”
“Pondré todo mi empeño.”
Hasta el final, la disciplina de negocios de Zico era
inquebrantable.
Cuando Guy y Luke se fueron, Zico se sentó en el bar de
la pared y se sirvió una copa de vino. No para celebrar su nuevo negocio, sino
para aclarar su cabeza. Zico tomó un sorbo, puso la copa sobre la mesa y caminó
con propósito hacia la puerta de seguridad en el fondo de la habitación.
Unos sensores biométricos y unos seguros le concedieron
el paso a Zico para que entrara en una habitación sellada, aislada de
interferencia electromagnética. Ahí era donde Zico trabajaba.
La habitación entera estaba dotada con una inteligencia
artificial parcialmente sentiente, con un circuito orgánico como interfaz que
respondía solo ante las ondas cerebrales de Zico. Esto era lo que hacía a Zico
un hacker de alto vuelo. Soplando un beso en dirección al ordenador central,
Zico se sentó en su silla de cabina.
Activó la conexión a la red neural y encendió el canal holográfico
de seguridad. Y entonces esperó.
La llamada entró.
“Buenas noches. ¿Tienes un segundo ahora?”
El tono ligeramente dulce y crujiente tenía una cierta
calidez que no era para uso regular.
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