sábado, 21 de junio de 2014

AnK - Volumen 1, Capítulo 4

            Midas. Área 3. Parque Mistral era un gran centro de convenciones repleto de pabellones para exhibición de varias formas y tamaños.
            Empezando con “Casino Row”, la atracción principal de Lhassa, y continuando por sus “establecimientos de recreo”, los visitantes se topaban con los extremos del Distrito del Placer que podía ser denominado (con una interpretación algo diferente) la verdadera cara de Midas.
            Se acercaba el día de la subasta. Midas estaba envuelta en una fiebre que rápidamente excedió su bullicio habitual. Las voces animadas llegaban incluso hasta la plaza oval, que de no ser por ello, estaría en silencio durante las horas del día.
            Como Kirie había predicho, los rumores de la subasta fluyeron rápidamente hacia las tabernas y profundidades de Ceres que no podían tener menos qué hacer con ello. Quizás era porque los productos manufacturados de la Academia estaban haciendo su debut otra vez después de cinco años de ausencia.
            Riki y sus amigos se dirigían a la casa de Herma.
            “¿Qué dicen? Anímense, vamos,” imploraba Kirie, trepándose al regazo de Sid. “De todas formas, mirar es gratis. Es agradable permanecer al margen de vez en cuando, desinhibirnos y disfrutar para variar, ¿no lo creen? Y si tenemos suerte, quizás podamos ganar algo de dinero extra.”
Sid no debió encontrar del todo desagradable que Kirie lo hostigara a él, porque se estaba poniendo de humor cuando este comenzó a tirar de sus orejas. Miró a Riki, como pidiéndole permiso a su antiguo líder. “Oye, Riki. ¿Qué te parece?”
            Mostrando poco interés en la subasta o en ir a cualquier lado, Riki respondió secamente. “Si quieren ir, pues vayan.”
            Sid reaccionó con un pequeño encogimiento de hombros. Kirie frunció el ceño, proporcionándole un aspecto resentido a su semblante. “¿Cuál es tu problema? Es como comenta la gente, pasas todo el día amargado. De todos modos, ¿Qué más tienes para hacer con tu tiempo libre?” Kirie los denigró, reprochando la sumisión de los miembros de la pandilla quienes siempre habían dado prioridad a las preferencias de Riki. “¿Tienes realmente una razón para no querer ir?”
            Cuando Riki se volvió hacia su atacante, Kirie añadió, frunciendo los labios y entornando los ojos, “¿Tal vez haya alguien allí al que no tengas muchas ganas de encontrarte?”
            “Lo que sea.” Dijo Riki, como si la cosa se hubiese vuelto demasiado molesta y sin sentido como para dar lugar a preocupaciones.
            “Entonces es un hecho. No es una mala idea ir de paseo a la ciudad todos juntos de vez en cuando.” Dijo Kirie sardónicamente, enseñando una sonrisa satisfecha.
            “No me importa este idiota.” Escupió Riki mirando de reojo, demasiado bajo como para que los demás escucharan. ¿Era porque la extraña actitud sabelotodo de Kirie, que ni siquiera alcanzaba los diecisiete, le destrozaba los nervios? ¿O quizás era por ser tratado tan presuntuosamente por un chico tres años menor que él? No, no era eso tampoco.
            Lo que Riki no podía soportar sobre Kirie no era la forma en que este se fijaba en él con aquellos extraños ojos de diferente color, sino más bien que detrás de los mismos residía una copia exacta de su yo de hacía tres años.
            Kirie no sabía que era una rana atascada en el fondo de un pozo. Ni siquiera comprendía la naturaleza del vertedero al cual aventaba sus pasiones excesivas. Apenas si rozaba las ilusiones arrastrándose fuera del fondo de una botella de cerveza mientras luchaba por respirar.
            Al principio nada de esto se le había ocurrido a Riki, quien de Kirie solo determinó sus curiosamente disparejos ojos, pero en algún punto empezó a ver una sombra de su propio inmaduro ser cuando era un niño. Cuando tenía la edad de Kirie con seguridad hacía gala de la misma actitud. Si regresara cinco años atrás no cabría duda alguna.
            Una vez se dio cuenta de eso, los recuerdos emergieron del pasado, entrelazándose entre sí a su alrededor, condensando aquellos tres años en blanco de un solo golpe. Era insoportable, ver ese reflejo de su antiguo ser que no tenía una razón lógica para existir. Increíble. Pensar que alguna vez estuve en sus zapatos. Eran sentimientos fuertes que lo hacían apretar los dientes inconscientemente y tragarse el amargo sabor de su ira.
             Había regresado a sus aposentos porque ahí podía tomar un profundo respiro y relajarse sin que nadie le acosara. Podía refrescar su constreñida y adolorida garganta. Estirar las piernas y los brazos. Hacer lo que quería, cuando quería. Saborear su libertad.
            Era extraño. Por la época en que anunció su retiro de Bison, la monotonía diaria de la vida que carecía de la más remota intención de cambiar, lo hacía querer vomitar. Pero ahora era insoportablemente especial para él.
            A pesar de lo abandonado que ahora se burlaba de las debilidades que deseaba sanar, a pesar de lo humillante que era haber sido expuesto al mundo como un perdedor, Riki ahora tenía un ansia más persistente y demandante. Pero nada había cambiado. Con su agotado orgullo, con su cuerpo maduro ahora pudriéndose en el alcohol, transcurriría un largo tiempo antes de que los sentidos de su opaco y deslucido poder regresaran por completo.
            Aun así, el pasado que nunca esperó dejar atrás parecía estarse desvaneciendo gradualmente a la vez que él se sumergía en el pantano febril que era su antiguo hogar, rodeado de toda su brutalidad.
            Pero considerando los cambios por los que había atravesado, ¿Por qué sus viejos amigos se le antojaban tan inmutables? Riki tenía la sensación de que estaba dejando que su orgullo y arrogancia se mostraran y se había arrepentido de ello demasiado tarde.
            Las solas palabras de Kirie dejaban un sabor amargo en su boca. Masticarlas y forzarse a tragarlas abría viejas heridas. Antes difícilmente hubiese sido del tipo ‘mirar y esperar’, pero si algo le habían enseñado esos tres años, era a ser paciente. O tal vez era más acertado decir que su orgullo y terquedad habían sido arrancados de raíz, y lo habían obligado a aceptarlo.
            La calumnia y el desprecio de los barrios bajos eran niñerías a comparación. En la actualidad, despojarse de la vergüenza no era nada. Estos pensamientos provocaron de sobremanera que Riki regresara a sus viejas andanzas.
            Y sin embargo la presencia de Kirie por sí sola le tocaba esa fibra sensible que le traía su oscuro pasado de vuelta a la vida. Todos los recuerdos de su ingenua y arrogante juventud, de cuando jugaba a ser el perfecto delincuente, estaban vivamente resucitados frente a sus ojos. Su corazón no encontraba la paz. Sus ojos destellaban con amarga ira y la máscara de fría indiferencia comenzaba a resquebrajarse.

            Nueve y media de la mañana. Hora local de Midas, día de la subasta. Como si la emoción se hubiese desbordado desde la noche anterior, el Distrito del Placer estaba atestado de gente. Hacía un tiempo maravilloso. Cielos azules y ni una nube a la vista—el clima propicio para un carnaval.
            Y entre ellos, Kirie le pisaba los talones a Riki en un grave estado de agitación. “Oigan, dejen de caminar tan lento. ¡Démonos prisa!”
            Guy contempló a Kirie mientras caminaba junto a Riki hacia Parque Mistral. “Vaya que Kirie es arrogante.”
            “Eso es porque es un niño.”
            “Un niño, ¿eh?”
“¿Qué se supone que significa esa sonrisita perspicaz?”
“Oh, nada. Es solo algo que recordé.”
“¿Qué cosa?”
“También hubo una exhibición de mascotas de la Academia el año en que fuimos a la Colonia, y el lugar estaba ardiendo. Eras tú el que gritaba de alegría y se emocionaba por esto, aquello y lo otro.”
Riki no dijo nada en respuesta.
“Ese es a quien Kirie me recuerda. Ustedes dos son como dos gotas de agua.”
            “No me pongas en la misma categoría que a ese bobalicón.”
            “Ah, ya veo. Tú eres mucho más maduro. Hablando de eso, estabas tan preocupado de que yo me perdiera que me agarraste de la mano y no me soltaste en todo el día. Hey, ¡aw!
            “Cállate y sigue caminando.”
            “¿Por qué me pegas? Todo lo que hago es recordar los buenos viejos tiempos—”
            “Pues ya es suficiente. Deja de fastidiar.”
            “Vale, vale.”
            La inauguración todavía estaba en proceso y el camino que conducía al lugar de la subasta estaba atestado de gente por doquier. La multitud era suficiente para agotar la paciencia de Riki.
            Con más intriga que sarcasmo en su voz, Kirie la observó con los ojos bien abiertos. “¡Miren a toda esa gente! ¡Es un jodido desfile de personas! ¿Qué tal si nos apresuramos de una buena vez? ¡Me estoy asando!”
            Luke resopló con desdén. En definitiva, lo único que son es un montón de tipejos calientes, jodidos y ricachones. Aparte del hecho de que nosotros nos pudrimos en licor barato en cambio, no hay mayor diferencia entre ellos y nosotros.”
            “Es igual de interesante. Todas estas clases diferentes de personas. No consigues recrear  la vista con mascotas de la Academia muy a menudo. Me pregunto lo que están pensando, todos los que se congregan de esa forma en torno a las vitrinas de exhibición.”
         No estaba formulando la pregunta a nadie en particular. Pero la mirada de Kirie buscó inconscientemente los negros ojos de Riki mientras volvía de la muchedumbre bulliciosa.




      “Entonces, Riki, ¿qué piensas?”
       Normalmente, Riki se hubiese dado vuelta indiferentemente para mirar hacia el lado contrario, pero esta vez, extrañamente, fijó su mirada en los disparejos ojos de Kirie.
            “Al principio, lo que todo el mundo piensa: Oh, si tuviera que hacer esto todos los días esa clase de cosas. Pero entonces le echo un vistazo a los precios y me dan ganas de salir corriendo. Son una fría bofetada a la cara. Aquí están los tíos de siempre, los que tienen todo el dinero del mundo y los que no tienen nada. Cuando todo está dicho y hecho, no importa si no puedes aceptar la brecha entre ti mismo y las clases privilegiadas. Estás forzado a lidiar con ello y eso es lo que te saca de quicio.”
          “Bueno, qué sabes tú. De vez en cuando, el sujeto fuerte y taciturno abre la boca y tiene algo radical para decir.” Kirie miró a Riki con una expresión casi alarmada y mostró una sonrisa curiosa.
            Guy y los otros miraron a Kirie de soslayo y especularon entre ellos, cada uno de acuerdo a su imaginación.
            “Ah… ahí van otra vez.”
            “Cada vez que se ven, terminan de esa forma. ¿Por qué no pueden amigarse?”
            “Idiota. Lo único radical aquí es esa boca tuya.”
            Pero en el fondo se sentían diferente: Kirie nunca aprende. Es como un siglo demasiado joven para andar enfrentándose a Riki.
         Riki dejó escapar un pesado suspiro. “No es que sea la gran cosa, ¿o sí?”
         “¿Qué? ¿Tener unos cuantos años más te convierte en un vejete sabiondo?”
         “Sí, porque siempre estás pavoneándote como el listillo niñato inmaduro que eres.”
         “Huh. ¿Tres años y ya se supone que eres una especie de hombre superior entre todos los hombres? ¿Aun cuándo renunciaste al distinguido liderazgo de Bison por algún tipejo ordinario de medio pelo? Es una verdadera decepción, te digo. Alguien debe haberse aprovechado de ti. Al menos eso es lo que a mí me parece.”
            Antes de que pudiera decir otra palabra, Norris golpeó a Kirie en la cabeza.
            “¿Y eso por qué fue?”
            “Por ser un idiota. Danos un maldito respiro, ¿quieres?”
“¿Qué hay de malo en decir las cosas como son, huh?”
Respondiendo con la misma socarronería en su voz, Riki dijo, “Sí, supongo que has sido capaz de hablar tanta mierda desde que aprendiste a subirte los pantalones, Kirie. Pero una vez que la hermosa barrera de seguridad que tienes se venga abajo, va a regresar para patearte el culo.”
Lo había dicho con humor, pero con un tono duro que ralló a Kirie en carne viva. Lo que Riki estaba diciendo en realidad, sonó terriblemente burlón a sus oídos. Tienes una boca espantosamente grande para tratarse de un mocoso que recoge los sobrados de Bison.
Casualmente atisbó a Sid y Norris, y vio las amargas sonrisas de complicidad pintadas en sus rostros. Lo que curvaba los labios de Luke era tan evidente que no necesitaba ser dicho. Y Guy quien usualmente hacía algo por intervenir, tan solo suspiró débilmente.
¿Qué—qué es esto? Pensó Kirie, en un espontaneo fogonazo de ira. Inesperadamente abrumado por la impresión de haber perdido su lugar en el mundo, le dolió la cabeza.
“¡Solo porque no me subestimo!” Un ataque de ira quemándole con una sensación de pérdida.
“En ese caso, cierra esa ruidosa boca. Hace que me duelan los oídos,” le dijo Riki a la cara, evadiendo con brusquedad la hinchada y agitada mirada de Kirie.
Solo el espacio entre ellos previno a Riki y a Kirie de ensañarse en una pelea. Había un tipo de tensión completamente diferente, un silencio como el choque de colores sin mezclar.
Kirie miró a Riki fijamente sin mover un solo músculo. O, para ser más precisos, sería mejor decir que el shock de enfrentarse por primera vez a los usualmente distraídos ojos negros de Riki, lo dejaron incapaz hasta de parpadear. Un frío sudor empapó lentamente su espalda. Su garganta se hizo irremediablemente seca bajo la presión de sentirse indescriptiblemente oprimido.
“Ya déjalo Riki, sigamos.” Calmando los humos, Guy enroscó su brazo alrededor de los hombros de Riki. Ese toque por sí solo fue suficiente para desvanecer el frío brillo de los ojos de Riki.
Por fin liberado del hechizo de Riki, una gran sensación de alivio se levantó en el pecho de Kirie. Sin pensarlo realmente se relamió los labios con la lengua una y otra vez.
“Oye, alegra esa cara. Nos vamos.”
Todas las articulaciones de su cuerpo estaban tan antinaturalmente rígidas que cuando Sid le dio un pinchazo en la espalda, Kirie trastabilló hacia adelante.
“Que se vaya todo a la mierda, pero es un par de millones de años demasiado pronto para que un principiante como tú vaya buscándole pelea a alguien como Riki.”
“Bueno, sí. Pero al menos no se orinó encima. ”
“No lo hizo, ¿verdad? Pero solo porque no hicieron contacto visual.”
“Le debes las gracias a Guy.”
Y así le dieron una reprimenda sin anestesia. Los instintos competitivos de Kirie se encendieron otra vez. “¿Por qué debo estar agradecido con Guy?” La rápida recuperación de Kirie fue espléndida.
“Si tienes que preguntar, es porque eres un niño todavía.”
De nuevo, nadie lo tomó en serio. Kirie se estaba poniendo verdaderamente furioso. ¡Dejen de decir que soy un niño! ¡Tres años de diferencia entre nosotros no los hace un montón de vejestorios hastiados de la vida!
El término “precoz” aplicaba a Bison en todo aspecto. Todo lo que requirió fue que el líder de la pandilla tirara la toalla para que el resto de ellos optara por una jubilación anticipada. O más bien se podría decir que, hasta el punto que no mostraban remordimientos, se habían cansado por completo.
¿Por qué? ¿Por qué seguían estando juntos? ¿Si la razón de su existencia, por la que se formaron, se había ido?
“¡Mierda!” Escupió Kirie en voz baja, mirando las espaldas de Guy y Riki, caminando juntos delante de él. ¡Solo espera y ya verás! Dame una jodida oportunidad y yo—
La fortuna no llegaría a sus manos si se quedaba simplemente observando, y por haber vivido en los barrios bajos sabía que la oportunidad tampoco se presentaría por sí sola. Había escuchado rumores de que Riki había dejado Bison para hacerse cargo de algo en lo que se había metido. En ese entonces Riki tenía quince o dieciséis. Cualquier cosa que Riki podía hacer, Kirie estaba seguro de que podía hacerlo también.
Con todo, Kirie frunció el ceño. No entendía a ciencia cierta la conexión entre Riki y Guy. Obviamente no era una relación ordinaria. Para nadie era un secreto que ambos se habían involucrado físicamente desde que habían estado en Guardián, y que incluso desde ese entonces, el apego de Riki hacia Guy nunca había sido algo para tomarse a la ligera.
Por eso cuando Kirie conoció a Guy—gracias a Sid—y se dio cuenta de que el lugarteniente de la legendaria Bison era un muchacho normal de trato fácil, sintió que alguien le estaba jugando una mala broma. ¿Qué demonios es esto? ¡Es solo un tipo común y corriente! ¡No se ve para nada especial, por lo que a mí respecta! Todo lo que tengo que hacer es bajar al segundo al mando de su posición y—
La brecha entre rumor y realidad fue demostrada por Kirie, pero cuando Riki regresó a los barrios bajos, Kirie entendió por primera vez por qué Guy era su lugarteniente. Incluso si no utilizaban demasiadas palabras, ambos se comunicaban con claridad a un nivel profundo. Le gustase o no debía lidiar con la realidad del verdadero significado del término “pareja”, y con la manifestación de los celos que eran difíciles de expresar.
En Área 9, los chicos a partir de los doce años eran criados juntos por los administradores de la guardería del centro de crianza de Guardián. La razón dada era que la tasa de mortalidad de los niños en el entorno disfuncional y violento de los barrios bajos era descomunalmente alta.
Esa era una parte, pero la raíz del problema era la extremadamente baja tasa de natalidad de mujeres comparada con la de hombres. Esto podía deberse a una propiedad particular del planeta conocido como Amoi, junto con cualquier otra cantidad de factores desconocidos.
Solo en Midas—en Ceres—no había controles eugenésicos ni de población. La “selección natural del sexo” había sido declarada un “derecho básico”, como para dar respuesta a los gritos de protesta por la dignidad humana que se levantaron en la época de su independencia.
Consecuentemente, al precario número de chicas se les daba un tratamiento preferencial por encima de los chicos, y aquellas capaces de criar hijos podían hacerlo en un entorno aislado y más agradable. A diferencia de los hombres, que eran forzados a ser “independientes” de Guardián a los trece años, las mujeres, en la medida de que fueran capaces de dar a luz, no estaban obligadas a vivir en las infestadas colonias de los barrios bajos.
Naturalmente, por dicha situación, aproximadamente el noventa y nueve por ciento de los habitantes de los barrios bajos—incluso contando solamente a los niños in utero—eran varones, el único sexo capaz de ser gestado.
Por consiguiente, las “familias” con “lazos de sangre” no existían entre las relaciones homosexuales que conformaban el fundamento de la vida en los barrios bajos. Y tampoco había ningún concepto de “matrimonio” oficial o ceremonial.
Área 9—Ceres—había creado ese tipo de distorsionada y cerrada sociedad. Razón de más por la que los ciudadanos de Midas debieran vivir resignados como mascotas caseras dentro de la jaula gigante que era el Distrito del Placer, al mismo tiempo que repudiaban a Ceres como “los barrios bajos.”
Pero el hombre es un animal social, y tiende a buscar una presencia que le proporcione alivio y aplaque la soledad de la vida. De ahí nacieron las “parejas”, unos inseparables “compañeros” que existían más allá del amor y el afecto, más allá de contratos y obligaciones, y eran incondicionales “amigos con derechos.” Aunque al tratarse de una elección “para toda la vida”, se prefería un compañero compatible y sexualmente disponible.
¿Cuál es el indicado para mí—?
No había nadie para el que tales consideraciones nunca pudieran superar el gran obstáculo de su propio idealismo.
            La razón que llevó a Kirie a decidirse a aceptar la invitación de Sid sobre unirse a Bison, fue que, a pesar de que ahora Bison era más leyenda que realidad, el nombre infundía un respeto considerable en los barrios bajos como un símbolo de estatus. De hecho, podían pedir tantos favores que podían sobrevivir solamente de obsequios si así se les antojaba.
Por esto, aunque Kirie y Bison habían cruzado caminos muchas veces, ni una sola se habían metido con él para hacerse con su dinero. En aquellas ocasiones, Guy había quedado como un sujeto honesto. Cuando Kirie los contactó, lo habían rechazado de plano y echado de un buen tirón de orejas.
Entre los miembros, Kirie era el único que no podía ganar, y eso rallaba en su orgullo. “¿Cuál es el problema? ¿No consigues que se te pare, eh?” Tratando de irritar a Guy de alguna forma, Kirie incluso desafió su masculinidad.
Guy respondió, acabándolo. “Buen intento. Pero no me van los niñitos que apenas dejaron los pañales.”
Kirie nunca había olvidado aquella humillación. “Hijo de perra. ¿Es que piensa que todo el maldito mundo gira a su alrededor?”
“¿Y quién demonios crees que es él? Es el compañero eterno de Riki. El hombre al que le estás coqueteando podría escoger al mejor del grupo. Es él quien va a tomar la decisión. No tú.”
“Oye, no te lo tomes tan a pecho. Comparados con Riki todos somos unos niños.”
Probablemente fue ahí donde empezó todo. En el verdadero sentido de la palabra se hizo consiente de “Riki” como una extensión de “Bison”. Desde entonces habían pasado dos años. A Kirie lo seguían tratando como al bebé de la manada, y él nunca había apagado la llama de la lenta cocción de emociones en su corazón.

Por otro lado, Riki consideraba a Kirie una maldita molestia. La ira brotando en sus entrañas no podía ser sosegada fácilmente. Esta no era la primera vez que la actitud provocativa de Kirie lo había afectado, y no era exactamente tranquilizador estar apretujado contra toda esa gente tampoco.
Estaba tan disgustado que casi quería mandarlo todo al carajo. Caminó como barrido por la marea humana, y eventualmente la náusea en la boca de su estómago se convirtió en urticaria. En lo que se acercaba a las cabinas de “muestreo” situadas en el centro de la plaza, sus entrañas se contrajeron.
Dentro de las paredes de gente había una colección de “pets” que constituían la “principal atracción” de la subasta. Estos eran los “elementos de muestra” dispuestos para el público en general.  Durante la subasta en sí misma, una gran variedad de pets se venderían en todas y cada una de las salas de subasta.
Dentro de las habitaciones esplendorosamente amobladas, que habían sido subdivididas en cubículos para cada centro de fabricación, los pets estaban confiados mientras aguardaban por su turno. Estos eran los artistas de cada debut. La variedad de sexos, pieles, cabellos y color de ojos no obstante, la simetría elástica de sus extremidades y sus agraciadas fisionomías no decepcionaban. Todos sus méritos relativos extendidos sobre la mesa.
La línea reciente más vendida era un cruce de lémur humanoide—con cola incluida. El tamaño y las mezclas genéticas eran variegadas, cada ejemplar tenía su propia, única e individualizada coloración. Entre ellos, “Exile” la línea de la compañía Galott destacaba sobre los demás con su refinada apariencia y el excelente pelaje de su cola.
Junto con Exile, todos los Lémures ornamentales de Galott eran hembras esterilizadas. Los “Melude” de Luxia tomaban una indudable posición inferior a la línea de Galott, pero como podían ser apareados y criados para producir una descendencia numéricamente superior, de la noche a la mañana, había estallado una frenética moda por la cría entre los nuevos adinerados y las clases privilegiadas de la comunidad de la región.
Los que realmente llamaban la atención entre el popurrí de las cabinas, las estrellas del show, eran los pets manufacturados de la academia.
Traslucidos cabellos dorados. Pieles de fina textura. Humectados labios rojos. Delicadas y juveniles facciones que hacían difícil discernir la identidad sexual, pero contradictoriamente, al mismo tiempo desencadenaban un extraño y seductor encanto que enviaba un escalofrío por todo el espinazo.
Por supuesto, los precios de apertura que figuraban eran diez veces el promedio, colocándolos en una liga completamente diferente. Una vez que la subasta empezara con las ofertas indudablemente se multiplicaría el valor varias veces más. Para aquellos que ponían su alma y corazón en “refinados trabajos de arte” y les sobraba tanto el tiempo como el dinero, definitivamente tenían razones para pensarlo.
Las famosas piezas maestras conocidas como “razas pura sangre” eran vendidas en tiendas de pets clandestinas en la metrópolis central de Tanagura bajo la marca oficial del Centro de ciencias de la academia.
Estos eran los preciados productos finales de trabajar sin obstáculos con lo último en biotecnología. Por otra parte, no las simples replicas humanas, sino aquellas creaciones “originales” que habían sido perfeccionadas hasta el último detalle, eran reconocidas oficialmente. La gran belleza de las mascotas de la academia justificaba el orgullo general.
Este orgullo significaba que solo los pets manufacturados por la academia tenían permitido desairar tranquilamente las miradas de celos y envidia del otro lado del vitral. Cada certificación única de pedigree simbolizaba su inquebrantable orgullo y confianza.
Naturalmente, como “mascotas”, cualquier grado de “valor añadido” que poseían no conllevaba de ninguna forma a considerarlos “seres humanos”.
Una vez al año, la espectacular exhibición que era la subasta de pets de Midas subía el telón de las prometedoras industrias de Tanagura. Sin embargo, era una triste realidad que su reputación fuera del mundo había sido extremadamente pobre unos meros cincuenta años atrás.
“Un comercio vieja escuela de esclavos,” era llamado. “Un escaparate para la violación de los derechos humanos.”
El torbellino de críticas que llegaba desde la capital de la república era mordaz e interminable. No solo la subasta sino la mera existencia de Midas, un símbolo de todo lo corrupto y hedonista, les crispaba los nervios.
Una ciudadela del placer sin día ni noche, más allá de la raza, el sexo y la moralidad—si esa era la cara que Midas mostraba al mundo, entonces la cara de complicidad de las maquinaciones  y el dinero era la fea, triste realidad que revelaba en las sombras.
Era Tanagura con su nido de injusticias escondidas en su bolsillo trasero. La cara colectiva de la República ya se estaba tornando en aborrecimiento, y esto solo vulneraba su lastimado amor propio.

Las ciudades estado independientes habían establecido constantemente federaciones para mantener y preservar el mutuo quid pro quo de las relaciones económicas y políticas. Pero proclamar autonomía no te hacía independiente. Pocas de esas ciudades eran verdaderamente independientes en todo sentido. Más bien, un puñado de grandes municipios eran absorbidos por unas aún más grandes “ciudades sombrilla” bajo el mandato de una “república”, que eran en realidad poco más que subordinadas regiones autónomas funcionando ampliamente como colonias de facto.
Entre ellas, a pesar de la república gobernante, a pesar de la presencia o ausencia de interferencia externa, y cediendo ante nadie, estaba Tanagura.
Amoi era el duodécimo planeta de la galaxia Garan. Un pequeño planeta periférico rara vez visitado incluso por criminales huyendo de la justicia. Carecía de recursos sobresalientes o surcos de minerales preciosos y estaba poblado originalmente por criaturas no sentientes. Incluso las inspecciones de la República realizadas rutinariamente cada tantos años se habían detenido y no habían sido reanudadas.
Por un largo espacio de tiempo esta empobrecida galaxia no había visto ninguna colonización o inmigración dirigida por la República. Pero entonces al principio de un año, una nave proveniente de Abis Think Tank había arribado.
Determinados para pensar “creativamente”, y con el único propósito de crear una metrópolis prototípica que no tuviera restricciones de presiones políticas o tabúes religiosos, se dedicaron a construir Tanagura. Un gran número de científicos fueron traídos a Tanagura con el objetivo de impulsar la inteligencia y prosperidad humana, concibiendo eventualmente la supercomputadora llamada Júpiter.
Cada retazo de información disponible y enormes cantidades de datos estaban disponibles en los bancos de memoria de la inteligencia artificial, no con la intención de añadir capa a capa hasta crear una especie de “enciclopedia”, sino más bien dotarla con un avanzado sentido del yo.
Un día de repente se dio cuenta de la verdad de su realidad existencial. Sus tan llamados “creadores” humanos solo podían considerar lo que se produjo como el loco comportamiento de un lunático. La computadora declaró:
SOLO AQUELLOS APTOS PARA EJERCER EL PODER DEBERÍAN HACERLO.
Así fue como respondió a la “ofensa” inaudita de que una computadora fuese forzada a doblegarse ante los seres humanos. Como resultado, el poder fue arrebatado de la gente de Tanagura e investido en la corteza central de la ciudad que era Júpiter.
El una vez empobrecido planeta de Amoi, contempló un inmutable cielo azul, atravesado por la luz estelar.
Por ese entonces las ciudades de la República se dieron cuenta de aquella nueva realidad y estallaron en pánico, Tanagura ya había transformado la grotesca metrópolis y domado su población humana. Lentamente fue haciéndose más y más segura de sí misma mientras ignoraba lo que acontecía a su alrededor, y realizaba su trabajo precisa y rápidamente, con una casi fría indiferencia.
La “ciudad metálica”, la epítome de la belleza funcional y la racionalidad, resultó ser una organizacional pieza maestra, un escaparate de la eficiencia y la perfección. La fríamente serena imagen que ofrecía era una alejada de la ordinaria inmundicia de la existencia y calor humanos.
Con calmada e incansable paciencia, cámaras brotaron de cada rincón, extendiendo el “yo” de Júpiter hasta los más alejados alcances de su computarizado sistema nervioso.
Habiendo excedido el conocimiento de sus creadores y habiendo sembrado el miedo por todas partes, ¿ Cuál sería su siguiente jugada? ¿Podría convertirse en el Dios Todopoderoso que su mismo nombre sugería, servido por androides nuevecitos y un cerebro confiable instruido y educado a su conveniencia?
Así que Tanagura intentó traer aún más prosperidad repudiando las cadenas de la carne y la sangre que definían los límites de la existencia humana y rechazando las limitaciones de la moralidad humana.
Bastante sencillo, nada sino esta deformada conclusión podría haber salido de los salvajes delirios del ego de Júpiter. En ello residía una realidad,  los vestigios de un futuro en donde los seres humanos, atados al irrevocable destino de la muerte, serían concebidos para servir a máquinas inmortales.
Como era de esperarse, las ciudades estado de la República manifestaron su disgusto claramente, levantando sus voces en amargo criticismo. Desde siempre el fuerte se había proclamado por encima del débil; no había necesidad de sumergirse en libros de historia en busca de ejemplos. Esta era la misma ley de la naturaleza que los mismos regentes de la República practicaban.
Las reglas de este mandato decían que un día ellos se encontrarían en la misma situación que las ciudades sometidas que ahora se postraban a sus pies.
Días tras día, Tanagura solidificó aún más su posición libre de tabúes o restricciones, conducido por los avances en biotecnología y electrónica que dieron forma a la era venidera.
Los oficiales de la República percibieron la amenaza con una repulsión insondable, pero no podían negar que eran dependientes de lo que ahora estaba disponible para ellos. Con esto en mente, la República empezó a darse cuenta de sus verdaderos sentimientos al respecto.
Y antes de que alguien pudiera darse cuenta, la severa crítica pública y las voces pidiendo por la abolición de las detestables subastas de pets comenzaron a disminuir. En tan solo cincuenta años, su moral y sensibilidad se fueron al demonio, como desconectando un enchufe.
Estúpidas modas proliferaron, personas con gustos similares se congregaban, exhibiéndose en Midas para poner sus nombres en alto. Se convirtió en el nuevo barómetro del poder político y financiero.
La emoción más grande es tener poder sobre la vida y la muerte. Tales declaraciones podían escucharse a menudo mientras se abrían paso a través de los Cuarteles del Placer y se escabullían en las subastas de pets con dinero de sobra.
Que con el tiempo lo bueno se ajuste a lo malo y viceversa es quizás solo la naturaleza humana. Lleva las cosas lo suficientemente lejos y lo malo se convierte en bueno. Contra el trasfondo de aquella realidad, el carácter humano era sin dudas propenso a quedarse corto cuando el barco de la razón se desviaba de su trayecto.

Tal vez porque la subasta de clase S que mostraba a los pets de la academia—los favoritos de cualquier competencia—empezó a las tres en punto, la torrencial afluencia de gente en Parque Mistral no había disminuido desde el mediodía.
El gran estrépito devoraba los pabellones y llegaba hasta la plaza, donde el cálido aire de la respiración humana parecía pegarse a la piel. El desagrado hizo a Riki chasquear la lengua en disgusto. Ocurrió cuando inesperadamente sintió que alguien lo miraba fijamente. No era una alucinación. Se enroscó en torno a él como una serpiente, ininterrumpida por el continuo flujo de personas que lo embestían.
¡Qué demonios—!
Luchando contra la corriente, la sensación fue lo suficientemente fuerte para detenerlo de golpe.
“¡Oye! ¡No frenes de esa manera tan abrupta!”
“¿Por qué se ha detenido este hijo de puta?”
“¡Joder! ¡Muévete, cabrón!”
Andanadas de abuso lo golpeaban en la cabeza y los hombros, Riki se dio la vuelta despacio, escaneando las masas.
“¿Riki? ¿Qué pasa?” Preguntó Guy con curiosidad, obligándose a detenerse junto a él.
Sin embargo, Riki no tenía intenciones de responder en lo que la irritante y cautivadora mirada se apartaba.
¿De dónde viene?
Podía ser cualquiera, irritándole de una manera que no comprendía.
Juntó las cejas, entornó los ojos, y entonces, abruptamente, los ojos de ambos se encontraron. Una pesada oscuridad lo engulló como una niebla de medianoche que se levanta de repente en una noche sin luna. La impudente mirada perforó en sus cuencas como un destornillador atravesando suave madera.
Riki se quedó ahí estático, como si sus funciones motoras hubiesen quedado paralizadas por una poderosa descarga eléctrica. La sola cara de su oponente se distinguió clara y elegantemente en medio de las sombras nadando a través de su campo de visión.
Su imagen lucía un tipo belleza profundamente esculpida que podría llevar incluso a las reverenciadas mascotas de la academia a frotarse los ojos por la sorpresa. Era una belleza tan excesiva que por sí sola ocasionaba reacciones de asombro y admiración. Sus ojos estaban ocultos por unas tintadas gafas de sol, aunque no había duda de en donde estaba centrada su atención. Miró a Riki, sin mover un músculo.
Los pálpitos del acelerado corazón de Riki le golpeaban el pecho como pistones. En sus bien abiertos y estupefactos ojos, y en todo su incómodamente tieso cuerpo, el tiempo se hizo pesado, molesto y pareció devolverse. Los furiosos golpes de sus latidos arremetían sin piedad, rasguñándole la garganta, abriendo los ojos siempre verdes de la memoria.
Guy le susurró. “Oye, Riki. ¿Conoces a ese sujeto?” La quietud que había entre ellos hizo sonar la pregunta como una tos en una silenciosa sala de conciertos. “Me estás jodiendo, ¿verdad?” Un leve ronco temblor se apoderó de su voz. Incapaz de apartar sus ojos del maravilloso rostro del hombre, Guy repitió, “¿Verdad?”
Su voz emergió en un torpe susurro, sofocada por una barrera en el aire. Kirie rompió el silencio con un silbido. “Santa cachucha, ¡miren eso! Menudo cabello tiene. Y es un blondie—” Kirie terminó el resto de la oración con un gesto de su barbilla.
Un blondie… de cabello largo. No cabía duda de que Kirie lo miraba con aturdida fascinación. Ostentando el poder de su propia presencia, su simple y funcional atuendo en medio de las multitudes ataviadas con vestidos extravagantes tenía el efecto contrario, llamando la atención de la gente.
Era esa clase de traje peculiar de Tanagura y empleado por las elites, que generalmente usaban sus cabelleras largas para distinguirse de los androides. Estas elites poseían proporciones equitativas, conductas perspicaces, coeficientes intelectuales de 300 en adelante y organismos modificados para ser reproductivamente estériles.
El color del cabello estaba determinado por el NORAM, sistema jerárquico de castas. Los que tenían responsabilidades externas, o sea, los administradores que servían como la “cara” de Tanagura, eran conocidos como Onix, de cabello negro. Sus asesores, subdivididos de acuerdo a los campos en que se desempeñaba cada uno, eran Rubíes, Jades o Zafiros. Los cabellos plateados de los platinos identificaban a aquellos en diferentes posiciones de alto mando.
Las “elites de elites”, con la autorización para comunicarse directamente con Júpiter, eran los Blondies. Los mestizos de los barrios bajos rara vez tenían la oportunidad de admirar a estos “dioses de la belleza” desde tan cerca. Era una oportunidad única en la vida, si es que la había alguna vez.
Kirie habló de repente. “¡Oigan, ese hombre sigue mirándonos! ¿Se interesó en nosotros o qué? ¿Deberíamos saludarlo de vuelta?”
La guasa de Kirie se había convertido en una broma aceptada entre sus compañeros. Siempre había alguien que se ponía serio, o se mostraba reacio a aceptarlo, y entonces todos se reían y acababan con ello. Era el patrón habitual.
Pero esta vez Riki reaccionó de pésimo humor. “¡Idiota! ¡Este no es el momento ni el lugar adecuado! Si tienes tiempo para hablar mierda, entonces lárgate y ve a hacerlo en otra parte.”
¿Kirie había sido afectado por el tóxico aire de la subasta? ¿O lo había sido Riki? Un poco estupefactos, Sid y Norris intentaron tranquilizar a Riki.
            “Oye, Riki, ¿por qué estás tan serio?”
            “Sí, sí. Es solo Kirie siendo tan estúpido como siempre.”
            “¿Qué? El sujeto nos está mirando. Tenemos una oportunidad. Aprovechémosla, ¿sí?” Dijo Kirie, su tono de voz extrañamente compungido por la emoción. “¡Joder,  es un maldito blondie! ¿Vale? Uno de esos tipos de la super-elite que rara vez aparecen en Midas.”
            Los disparejos ojos de Kirie estaban poniendo a Riki de los nervios, pero Kirie no se detendría. “¡No tenemos nada que perder! Puede que la probabilidad sea una en un millón, pero no voy a quedarme aquí chupándome el dedo y dejarla pasar. ¡Vamos!”
            Por un breve instante, la manera de hablar de Kirie era la mera imagen del que no tiene miedo.
            Riki frunció las cejas y contuvo la lengua, pero no porque de repente estuviese falto de palabras. Sin darse cuenta, sus puños apretados comenzaron a temblar. El fondo de su garganta ardió. Había sido golpeado por el sentimiento inescapable de que le estaban mostrando el potente parecido entre él y Kirie.
            ¡Qué demonios—! Riki apretó los dientes. ¿Por qué? ¿Cómo? De todas las cosas, ¿Por qué ahora?
            Kirie se plantó frente a él con una sonrisa triunfante en los labios. Por primera vez su cuerpo ardió con la sensación de haber puesto a Riki en su lugar, y a diferencia de antes, no sintió ni el más mínimo temor. “Qué mal que tú y tu carisma ya no tengan huevos suficientes para pelear. Tu época terminó.”
            Pero el placer de abofetearlo en la cara con solo palabras era completamente diferente, como si se hubiese convertido en nada más que una manía verbal.  Haciendo a Guy y a Riki a un lado, Kirie triunfantemente partió a un ritmo acelerado.
            “¿Te parece bien esto, Riki? ¿Dejar que se vaya así nada más?” Preguntó Guy con voz preocupada. Sus ojos siguieron a Kirie mientras se precipitaba en la marea humana, subiendo y bajando entre las olas.
            “Deja que haga lo que le plazca,” Dijo Riki con simpleza, modulando una expresión molesta.
            Aunque el duro y vehemente dolor permaneció. No tenía nada que ver con los abusos verbales de Kirie sino con su propia determinación. Sin lanzar ni una sola mirada en dirección a Kirie, miró delante de él para confirmar la presencia del blondie. Cuando lo hizo, como había supuesto, el hombre estaba sonriendo. Una fría sonrisa, solo las escuetas comisuras de sus delgados labios dobladas hacia arriba. No era un espejismo o una alucinación. Estaba sonriendo como para reírse de Riki con desdén.
En ese momento, una ardiente sensación de indignación  surgió dentro de él y le dio escalofríos. Las ganas de borrar esa condescendiente y fría sonrisa de la maldita cara del hombre, y de patearle hasta el cansancio lo abrumó tanto que la visión de Riki se empañó de rojo.


Kirie y el exquisito rostro del hombre desaparecieron de su campo de visión, arrastrados por corrientes humanas. Instado por Guy, Riki se mordió el labio malhumorado y empezó a caminar en lo que una pesada e indescriptible penumbra le comprimía el estómago.

2 comentarios:

  1. Queria leer un encuentro mas largo entre Riki y Iason

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    1. Tú y todo el mundo. Jaja. Pero me temo que falta un poco para eso. Esta novela tiene una estructura muy rara, no está cronológicamente ordenada. Pero ahí vamos. Igual todo es interesante. Hasta el universo futurista.

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