jueves, 25 de junio de 2020

AnK - Volúmen 7, Capítulo 1


Las profundidades de un bar atestado de gente.
Era la segunda vez que Guy había estado allí.
“Tiempo sin verte.”
Robby era un informante sin igual, pero su actitud deshonesta, su lengua afilada, y la sensación que daba de tener algo oculto bajo la manga siempre, le había ganado el sobrenombre de ‘Django’ —por el personaje de una historia antigua que arrastraba siempre un ataúd a sus espaldas. De no haber sido porque Guy había escuchado las historias de Riki sobre los días de Robby en Guardián, entonces habría pensado que la reputación de Robby no era más que una elaborada mentira.
         En contraste con el tono tranquilo en la voz de Robby, su compañero Thor fulminó a Guy con la mirada. “Con que estás de vuelta,” escupió.
A Guy se le hizo difícil mantener una cara regia.
Cuando Riki había regresado a los barrios bajos, roto desde lugares desconocidos, Thor había tratado de provocar a Riki—y había pagado por ello. Ahora extendía esa abierta hostilidad hacia Guy.
Nadie sabía si era un sinker—un refugiado. Aunque se sabía que Zach provenía de otro planeta, se parecía tanto a un mestizo que todo el mundo había olvidado su verdadero origen, aunque Zach no se molestaba mucho en esconder aquel hecho.
Pero Thor era exactamente lo opuesto a Zach en todo el sentido de la palabra. Thor mantenía sus secretos. Y Robby lo aceptaba.
A Guy no le interesaba. Robby era un informante; lo que hiciera con su vida privada no era algo de lo que Guy se preocupara. Deja de ser tan jodidamente hostil, quería decirle Guy—pero tal parecía que los sentimientos de odio de Thor hacia Riki, los había traspasado hacia Guy.
“Pero qué situación tan jodida,” dijo Robby desde el sofá en que estaba sentado.
Guy suspiró al saber que Robby se estaba refiriendo a Kirie. Habían pasado dos meses ya, pero nadie había dejado de hablar sobre eso en los barrios bajos.
Se había convertido en asunto de todo el mundo después de que los siniestros de la policía de Midas hubieran cruzado el límite de Ceres y hubieran arremetido contra los barrios bajos. La ley no escrita rezaba que, aunque metieras la pata en Midas, si corrías a los barrios bajos quedabas libre—aquello ya no tenía validez, y era claro que nunca la había tenido.
Los residentes de Ceres—especialmente los aventureros que transitaban las calles por diversión—habían visto el peligro como algo inmediato y personal.
Maldito Kirie, que se joda. Muerte al hijo de puta.
Los barrios bajos corearon esas palabras. Incluso aquellos que no estaban involucrados con el bajo mundo se sentían de la misma manera.
Kirie era tan traidor que no resultaba raro que lo odiaran—pero esto era el colmo incluso para él.
Puedo hacerlo.
Riki lo hizo, yo también puedo.
Haré lo que sea por salir adelante, lo que sea.
Egoísta, ambicioso, muy confiado—así era Kirie. Pero no fue eso lo que lo había hecho famoso.  Ni eso, ni su heterocromía, que le había ganado el apodo de ‘Kire ojosraros’.
No, había sido su error. Haber metido en grande la pata. Guy y su pandilla se habían encontrado a sí mismos metidos en un aprieto. Kirie era un traidor oportunista que se juntaba con ellos solo de vez en cuando y traía más problemas, vivo que muerto. Pero para los barrios bajos, Kirie hacía parte de Bison—incluso si Bison ya no existía. Era un crimen por asociación.
Después de despedazar a la pandilla rival Jeeks, Guy y su pandilla se habían convertido en los héroes reacios durante un tiempo en Ceres—pero sin lugar dudas, ese respeto ya había dejado de existir. Porque nadie conocía la verdad de lo que Kirie había hecho para provocar ser perseguido hasta Ceres por la MPC, no había fin para todos quienes consideraban responsable a Bison.
No era como si alguien se atreviera a hacer nada en público al respecto. A Guy y a su pandilla no les importaba. Tenían asuntos más urgentes que atender.
Como averiguar a donde se había ido Riki.
Durante el incidente, mientras Guy y su pandilla se enfrentaban a la MPC, Riki había sido sacado de Ceres y había desaparecido—sin dejar rastro alguno.
Ahora los alocados rumores eran interminables. Rumores que causaban solo risas, rumores que necesitaban ser tomados en serio—negar cualquiera de ellos no tenía sentido. Inevitablemente, más rumores se levantaban, agrandando los anteriores. Algunos ya eran una leyenda urbana.
Guy no podía creer que pelear a causa de Kirie conllevaría a que Riki desapareciera ese mismo día.
Debe ser una broma. ¿Para qué? ¿Por qué?
Guy había ignorado el email de Riki y sus llamadas ese día. Porque estaba tan frustrado que quería un tiempo para tranquilizarse.
Es culpa de Kirie.
No importaba en qué palabras colocara el asunto, a eso se remontaba todo.
Pero algo faltaba—respuestas sobre la relación entre Riki y el Caracortada.
Tres años. Tres años perdido de los que Guy no sabía nada. Su peso había recaído sobre él.
Guy tenía miedo. Miedo de decir algo en medio de la ira y arremeter contra Riki, no solo sobre Kirie sino sobre todo lo demás—así que se había mantenido callado antes de decir algo de lo que nunca pudiera retractarse.
Y ahora Riki se había ido.
A Guy se le hizo un nudo en el estómago.
No había habido noticia del paradero de Kirie, razón por la cual los rumores eran incontrolables. El mismo Caracortada lo había dicho:
“Con una recompensa pegada en la frente de Kirie, todo el mundo en los barrios bajos se hubiera puesto en su búsqueda.”
Y fue exactamente eso lo que pasó. No es que la policía de Ceres hubiese ofrecido tal recompensa, sino que el rumor por sí solo había convertido a Kirie, de la noche a la mañana, en el hombre más buscado de los barrios bajos.
Después de todo, agarrar a Kirie y darle una paliza, no iba a dañar la consciencia de nadie. Por el contrario, sería una oportunidad de ganar prestigio en los barrios bajos.
Para Guy la idea de ser manipulado por Caracortada le hizo rechinar los dientes.
Y ahora, los rumores trataban no solo sobre Kirie sino sobre Riki.
“¿Cuál es la verdad?” preguntó Robby con indiferencia, pero sus ojos eran afilados.
“¿Qué?”
“¿Qué tan metido estaba Riki en esto?”
Robby era lo suficientemente sabio como para preguntar por Riki pero no por Bison—o quizás sus intereses estaban puestos en algo diferente.
“Nosotros no teníamos nada que ver.”
Guy no estaba de humor para hacerse el tonto delante de Robby.
“¿De verdad?”
“Si quieres creerme o no, es cosa tuya.”
Silencio.
“Bueno, si Riki hubiera estado involucrado, no sería un desastre tan grande,” dijo Robby con satisfacción.
Guy entornó los ojos.
“¿Por qué piensas eso?
“Kirie solo quería imitar a Riki, ¿no? No es fácil para un mestizo llegar hasta la cima. Hasta Riki estaba roto, ¿o me equivoco?”
Ceres ni siquiera figuraba dentro de los mapas oficiales. Era casi imposible que los mestizos pudieran salir de ahí sin una ID.
¿O quizás Riki podía lograr lo imposible?
Era el sueño de todo mestizo.
Todo el mundo quería saber por qué se había roto Riki, pero era un misterio. Incluso roto, el carisma de Riki seguía siendo poderoso.
“Todo lo que se necesitó fue un giro malo de los dados. Kirie había mencionado algo sobre un gran negocio, pero fueron solo habladurías, ¿no es así?”
Todo el mundo lo había notado.
Riki nunca se había considerado a sí mismo estar destinado para la grandeza, pero la vivía. Eso era lo que había hecho a Bison grandiosa.
Kirie era lo opuesto. No había podido diferenciar entre, tener lo que se necesitaba y tener suerte, y se había derrumbado.
“Riki era estoico y carismático, Kirie era un perdedor narcisista. Eso lo resume todo.”
Nadie se imaginaría que Robby iba a decir tales palabras.
“¿Tú sabes algo?” preguntó Guy.
Quizás Robby sabía todo, fuera hecho o ficción. Quizás sabía secretos de Riki de los que Guy no estaba ni enterado.
“Quiero saberlo todo. La información es mejor cuando está fresca y es acertada.”
Robby sonrió con falsedad.
“No sé si la información que tengo vale algo para ti, pero si así lo quieres, te la daré a cambio de lo que sabes tú, sin cobrarte.”
La mente de Robby era como una trampa metálica.
Con respecto a Kirie, Guy sabía cosas que ni los otros sabían. Cosas que podía decir, pero no quería decir. Guy no consideraba los secretos como dinero.
Robby pensaba lo contrario. Los informantes existían porque la gente compraba información. Alguien siempre pagaría por ello, de la misma forma que Guy y Riki habían comprado información para utilizarla en la guerra contra los Jeeks.
“¿No solo vendes información, sino que la compras?”
“Correcto. Rumores, ¿qué son? Puedo darme un paseo por los bares y recogerlos. Las verdades toman más tiempo. Y la información respecto a esto… si proviniera de alguien cercano al hecho, se vendería caro.”
“Pero tú decides como y a quien le vendes esa información… ¿verdad?”
“Verdad.”
“¿Divulgas conversaciones privadas también?”
“Protejo mis fuentes,” escupió Robby. “Pero no puedo hacerme responsable de nadie lo suficientemente listo como para atar los cabos.”
“Deja de malgastar tiempo y ve al grano,” dijo Thor con veneno.
Robby levantó la cabeza con la interrupción.
“¿Y qué información quieres?”
Robby era todo negocios ahora. Guy hizo una pausa.
“Quiero saber unas cuantas cosas. Una, si acaso hubo un accidente de fatalidad masiva en Midas involucrando a los turistas. Dos, cualquier cosa que tengas sobre un hombre llamado Katze con una cicatriz en su mejilla izquierda. Y tres, si existen mejores informantes que tú.”
Robby hizo una pausa antes de contestar. “Dices las cosas más jodidas del mundo,” que ese comentario viniera de Robby, era el colmo de la ironía.
“¿Te acabo de hacer un agujero en el ego, Django?”
Los ojos de Robby eran más duros que sus palabras.
“¿Tan implicado estás? ¿Y eso tiene que ver con la desaparición de Riki?”
Guy estaba sin palabras. Había pensado que iba a tratarse exclusivamente de un intercambio de negocios. ¿Robby estaba preguntando porque el asunto tenía que ver con Riki?
“¿Estás enamorado de Riki?” preguntó Guy.
“¿¡Qué!?” gritó Thor, indignado.
Guy recordó que—este sujeto era el amante de Robby.
Muy tarde para retirar lo dicho.
Guy no podía imaginarse a Robby compartiendo nada parecido a emociones con nadie más—pero entonces recordó: el primer amor de Robby había sido Riki. Había sido cuando ambos estuvieron en Guardián, pero solo unas pocas personas lo sabían. Aparentemente Thor era una de esas.
“No es eso. ¿Tal vez algo como amistad?”
Robby lo había negado en voz baja. Sabiendo que era algo de lo que Robby no hablaría nunca, la cara de Guy se nubló.
“Peor que una mala historia de amor,” Guy decía en serio cada palabra.
Si no puedes ser mío, quiero que me odies. Quiero dejar cicatrices en tu corazón que nunca sanen, Riki.
Esa retorcida declaración de amor de Kirie hacia Riki estaba presente en la mente de Guy.
“¿Cómo algo de sus días en Guardián?”
Guy frunció el ceño y bajó la voz. Lo que había pasado en ese entonces… ni siquiera Guy lo sabía. Riki no quería hablar sobre eso. A Riki le dolía, y Guy nunca podría compartir ese dolor.
“Mis días, no tuyos.”
Las palabras de Robby rayaron a Guy.
“Nadie sabe qué ocurrió con Haruka. Schell murió, Yunka desapareció. Solo quedamos Riki y yo. En ese sentido, somos especiales.”
Era ese pasado incambiable lo que unía a Robby y a Riki.
“Pero sí… aun después de todo eso, que estés emparejado con Riki dice algo sobre ti.”
“¿Y eso qué se supone que significa?”
“Solo eso.”
Incluso durante sus días de Guardián, existían rumores de una relación entre Guy y Riki. Nadie creía las negaciones; eventualmente, Guy fue trasladado a un bloque diferente.
Si fue a un Bloque de hermanas o a un Bloque de madres en Guardián, nadie preguntó la verdad de eso a Guy. El rumor por sí solo era suficiente. Riki y Guy estaban fúricos, pero los niños no tenían derechos estando bajo Guardián.
Guy no podía hablar por sus otros compañeros, pero sabía que Riki no guardaba ningún cariño por Guardián.
“¿Puedes aceptar el trabajo o no?”
“Siempre que pagues.” El orgullo de Robby como informante había conducido su respuesta.
“Pues considéralo un trato.”
“Hecho.”
Robby no era de muchas palabras.
“Largate de aquí,” dijo Thor agitadamente.
Guy tampoco quería hablar sobre los viejos tiempos con Robby. No era como si hubiera viejos tiempos de todas formas. Sin Riki de por medio, no habría vínculos con Robby de cualquier modo. Eso también era cierto para Robby.  Todo lo que a Robby le interesaba era Riki.
Sin Riki, Guy y Robby nunca se hubieran encontrado así, ni habrían hablado sobre el pasado. Pero ese era Riki. Su fuego atraía la gente hacia él, cada uno con sus propias emociones.
Riki se había ido. El que anhelaba y sentía su ausencia en mayor medida, era Guy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario