Eos,
último piso.
Donde
solo los trece Blondies tenían permitida la estancia.
Ese
día, habiendo comido su desayuno mucho más tarde de lo habitual, Riki se limpiaba
los labios con una servilleta; y en ese momento, el furniture Cal habló:
“Hay
un mensaje del amo.”
“¿Qué
quiere?”
Después
de dos meses, Cal se había acostumbrado a la brusquedad.
“Debe
llegar a las 1500 al centro médico.” No había error en esas palabras. Quizás el
sentido de discordia de Riki se debía a que esa habitación era diferente y era
Cal, no Daryl, quien le hablaba.
“¿Karuga?”
“No,
al bloque principal.”
Riki
frunció el ceño. Los chequeos médicos mensuales obligatorios de las mascotas eran
llevados a cabo en las instalaciones de Karuga-84. Esta vez era diferente.
“¿Por
qué?” preguntó Riki.
“No
me han informado,” respondió Cal.
Las
órdenes de Iason no dejaban lugar a incertidumbres. No importaba cuales fueran
las instrucciones, mascotas y furnitures no tenían derecho a rehusarse o
negarse. Riki había pagado el precio de la obstinación, y el miedo al castigo penetraba
hasta sus huesos. Sin duda Cal compartía el mismo miedo. En los ojos de Cal
había un dejo de miedo en lo profundo. Era distinto a la sensación de distancia
insondable en la mirada de Daryl. Más que nunca, Riki sintió agudamente su
situación como mascota de Iason.
“De
acuerdo.”
“Yo
te acompañaré hasta el centro,” dijo Cal.
En
otras palabras, con correa. La norma para la visita médica.
Cuando
Riki asintió, Cal exhaló un pequeño suspiro de alivio. En aquel gesto, Riki vio
los vestigios de la inexperiencia. Katze una vez había mencionado que todos los
Furniture de Eos eran seleccionados de los adolescentes al cuidado de Guardián.
Riki no tenía razones para dudarlo. Cal había sido Furniture escasamente por
dos años.
Cuando
Riki había entrado por primera vez a la residencia de Iason, Daryl había
marcado la pauta con su juvenil exterior y experimentada calma. Inadvertido de
los estándares para ser el furniture de un Blondie, Cal parecía quedarse corto
en todo. O quizás Riki simplemente había envejecido, pero Riki era una
excepción para todo en Eos.
Con
su collar y correa de cuero negro, Riki constituía una figura caminando a
través del salón, mientras las mascotas que pasaba le dedicaban miradas tanto
de curiosidad como de odio. Como el centro médico y el salón estaban ubicados
en el mismo piso, ver una mascota con collar era normal—excepto que todo acerca del veinteañero de
Riki no era normal.
Incluso
con su ausencia de año y medio, Riki conocía mejor el camino hacia el centro
médico que Cal, así que lideró la marcha. La mano de Cal en la correa temblaba
visiblemente.
Cuando
había sido sentenciado a caminar ante el público por el salón durante un mes,
la imagen de una mascota con un furniture nervioso a cuestas, estaba más allá
de lo escandaloso. Que la primera mascota de un furniture fuera el buscapleitos
de Eos, era demasiado para Cal.
Pero
una caminata hasta el bloque principal del centro médico en lugar de Karuga-84
era nuevo para Riki.
Al
llegar, el collar de Riki fue retirado y entonces fue guiado por un androide
médico hacia el elevador.
¿De
qué se trata esto?
Incluso
cuestionar los motivos de Iason era inútil, saber que siempre había una razón
detrás de todo lo que hacía Iason, enervaba a Riki.
Habitación
número RS-35.
La
puerta se abrió y Riki se quedó ahí, sin palabras.
En
el centro de la habitación, reclinado en un sofá, estaba Iason. Sentado a su
lado portando elegantemente el uniforme de Blondie, estaba Raoul. Solo eso
había hecho diferente la habitación.
Pero
lo que enmudeció a Riki no fue eso—fue
la figura sentada en medio de los dos Blondies.
¿¡Kirie!?
La
razón de la pelea amarga entre Riki y Guy, y su separación, en persona. Pero esto
no era Ceres ni Midas. Esto era Eos.
¿Cómo?
¿Por qué?
La
causa del fatal accidente de aerovehículos en Midas.
El
objeto de una recompensa pegada en su frente.
Llevando
secretos de los días de Guardián.
La
razón por la que la MPC había arremetido por la fuerza contra los barrios bajos.
Kirie.
Riki
recordó que Katze había sido quien buscó por cielo y tierra a Kirie. Y era obvio
que Katze lo había capturado—así
que Riki se había olvidado sobre todo lo que tenía que ver con Kirie.
¿Pero
por qué esto? ¿Tan si quiera es real?
Riki
se debatió esa cuestión. Preguntas daban vueltas en su cabeza. Su pulso se
aceleró.
Como
viendo a través de la confusión de Riki, una voz exclamó: “¿Por qué te quedas
ahí parado? ¿Por qué no vienes a sentarte con nosotros?” dijo Raoul con la más
débil de las sonrisas.
Con
el incidente de Mimea… incluso antes de eso, Riki era consciente de que Raoul
lo despreciaba. La amabilidad manifiesta de Raoul, enervaba a Riki incluso más que
el silencio de Iason.
Mirando
reflexivamente a Raoul de vuelta, Riki se recargó pesadamente contra la pared.
Me
tienes que estar jodiendo.
El
odio de Riki hacia Kirie no se había desvanecido. Riki no entendía de qué iba
todo aquello, pero no tenía intención de ser utilizado.
Como
prediciendo aquella actitud suya, Raoul sonrió.
Riki
ni se molestó en ocultar su disgusto. Sólo permaneció el silencio incómodo.
Entonces
Riki notó algo en Kirie.
Kirie—el arrogante, engreído, estaba sentado en
silencio como si nada. Y entonces Kirie se rio y se puso de pie. Este no
puede ser Kirie, pensó Riki. Algo anda mal. Es Kirie, pero no es Kirie.
Kirie
sonrió con una dulce, aunque venenosa, mirada que clavó a Riki a su lugar. Con
la promesa de deleites físicos, Kirie caminó hacia Riki. La visión dejó
estupefacto a Riki.
Los
ojos, manos y aliento de Kirie… sobre él. Las sensaciones engulleron los
sentidos de Riki.
Esto
no puede ser.
El
calor del cuerpo de Kirie sobre el suyo. La presión, el tacto, los fuertes
latidos… Riki retrocedió, su espalda en la pared, luchando contra el instinto
carnal levantándose en su interior.
En
ese momento un agudo y desgarrador dolor asaltó la entrepierna de Riki.
Riki
empujó a Kirie a un lado y se alejó de él, con sus manos en la entrepierna y
cayó al suelo.
Kirie
miró fijamente a Riki, como si no recordara haber sido rechazado por él.
Riki
empezó a sudar frío. Doblado sobre sí mismo y gimiendo de dolor, Riki fue
consciente de que Raoul lo observaba por un largo rato. “¿Por qué no se lo
permitiste? Ni siquiera se besaron.”
“Todo
lo que hice fue demostrar lo que pasaría,” respondió Iason terminantemente,
manipulando lentamente el control del anillo en su mano izquierda, enviando
pulsos al anillo tipo-D ajustado a la base del pene de Riki. Con un toquecito,
Iason podía torturar a Riki sin cesar o hacerlo perder el conocimiento.
El
dolor paró. Riki respiró entrecortadamente. El zumbido en sus oídos era
constante. La tortura del anillo era algo que no había sentido en un tiempo—pero que le era demasiado familiar.
“Bueno,
no es perfecto—pero lo será. Incluso
excitó a tu mascota un poquito,” dijo Raoul perversamente. Iason respondió con
un frío silencio.
“No
me mires así—no pasará otra
vez, te lo aseguro,” dijo Raoul alegremente.
“¡Kirie!”
La
voz de Raoul desgarradora como un látigo. Como si hubiera sido accionado algún interruptor,
Kirie se dio la vuelta.
Riki
miró con ojos borrosos por el dolor mientras Raoul dejaba la sala con su mano
en el hombro de Kirie.
“¿Por
qué convertir a Kirie en un Alita? ¿Para proveer a algún viejo cabrón de un
juguete sexual?” dijo Riki ácidamente.
No
le importaba si ese era el caso. No le simpatizaba Kirie.
Riki
estaba molesto por haber sido tomado como prueba por Raoul, quien sin duda aún
le guardaba rencor por lo de Mimea. Iason lo sabía y, sin embargo, había dejado
que Raoul usara a Kirie para provocar a Riki. Eso era lo que había hecho enojar
a Riki.
“Es
un desperdicio liquidar a un espécimen con heterocromía natural,” dijo Iason
fríamente.
Iason
probablemente nunca hablaría con Riki de lo que había pasado con Kirie. No es
que a Riki le importase. Si lo que sea que Kirie hubiera hecho le merecía ser reducido
a existir como un autómata, entonces era el precio que Kirie pagaba.
“El
poder genera un ansia por placer. Ese espécimen servirá a alguien como un
espléndido juguete en su colección,” dijo Iason sin emoción. En Eos, Iason era
reconocido por su gusto impecable en mascotas; pero tras ese suave exterior
aguardaba una crueldad que Katze una vez describió como escalofriante hasta
los huesos. Riki tembló.
“No
le des importancia—Riki,
tengo algo que mostrarte.” Iason encendió una pantalla holográfica.
“Se
encontró esto en los recuerdos de Kirie.”
Para
Iason, cuyo cuerpo inmortal era inorgánico, y cuya única concesión restante a
la humanidad era su cerebro—los
mestizos eran más que apropiados para la experimentación. No era que a Riki se
le hubiese olvidado, pero nada podría haberlo preparado para lo que vio.
En
la holopantalla había dos varones teniendo sexo. Uno de ellos era Kirie. Riki
reprimió su disgusto.
No
me interesa saber a quién se folló.
Era
probablemente el recuerdo de Kirie de cuando sedujo a aquel adolescente en Guardián.
Riki no tenía interés en los ligues de Kirie, pero cuando vio el rostro del
otro hombre, su sangre se congeló.
El
varón de cabello oscuro al que Kirie le acariciaba los testículos, era Riki.
El
sudor rebordeaba su cabello negro, los tensos y enrojecidos pezones, su pene
arqueado hacia el estómago—era
Riki.
Riki
no podía creer lo que veía—su
visión se tornó borrosa. Su mente gritaba negación.
Si
hubiera sido Guy en lugar de Kirie rasguñando su espalda, Riki hubiera
preguntado cómo podría existir semejante grabación—pero era Kirie.
Y
ese no era Riki.
“¡No,
ese no soy yo! ¡No! ¡No!”
En
lo que Kirie embestía cada vez más adentro de Riki en la pantalla, Riki gritaba
ante la imagen, queriéndola lejos.
“Kirie
eyaculó varias veces cuando este recuerdo fue reproducido, sin ningún tipo de
contacto físico en sus genitales,” habló Iason sin rodeos.
Riki
sabía que no era él, pero no podía evitar sentir que le mostraban una versión
deformada y libidinosa de él mismo.
“¡Ése
no soy yo! ¡No! ¡Nunca!”
La
holopantalla se desvaneció.
“¡No
me tiré a Kirie! ¡Maldita sea! ¡No me tiré a Kirie!”
Cuando
Riki había vuelto a los barrios bajos, pensó que podía recuperar los tres años
que había perdido. Pero no pudo. No pudo ni decidirse a intentarlo—ni siquiera con Guy. Riki sentía que, si
trataba de tener sexo, la mascota pervertida en que se había convertido se
reafirmaría, y no podía soportar mostrar ese lado de él a nadie. Pero al
regresar a Eos—al escuchar la voz
de Iason otra vez—toda
la cordura y control de Riki habían colapsado.
“¡Ése
no era yo!”
Riki
pensó en Mimea. No quería volver a experimentar esa agonía otra vez por ser
acusado erróneamente.
Iason
se rio.
“Esto
debe resultar familiar para ti, Riki. ¿O te da miedo que te castigue otra vez?”
Riki
se mordió el labio, pero no pudo evitar sobresaltarse. No lo admitiría nunca.
Nunca.
“¡No
lo hice!”
Incluso
si era inútil, Riki lo diría. Si ese era el recuerdo de Kirie, entonces Kirie
estaba alucinando. Kirie no podía distinguir la realidad de la fantasía; vivía
en un mundo de constantes pesadillas. Si la información de Katze era correcta,
la pareja de Kirie era un miembro de Guardián.
“Kirie
te deseaba. Muchísimo, debo añadir, para haber construido tal fantasía.”
“¿Fantasía?”
“Sí,”
Iason cruzó las piernas en el sofá. “Cuando Kirie fue capturado era
incoherente. Así que le administraron sedantes a su sistema.”
Kirie
ya se había roto hacía dos años. Todo lo que quedaba de él era el deseo de no
morir, pensó Riki.
“El
cerebro humano es extraño. Cuando la interrogación química es inducida, este
crea un mundo fantástico a modo de defensa.”
“¿Defensa?”
“Sí,
fantasear sobre tener sexo contigo le resultaba agradable, y sacarlo de eso fue
una verdadera batalla.” Iason frunció el
ceño en desagrado.
Riki
estaba furioso.
Esa
noche—
Apaleado
por la MPC, sus piernas temblando, empapado por la lluvia torrencial, Riki había
regresado a su habitación para encontrarse a Kirie dentro de su armario con los
ojos abiertos de miedo.
Ayúdame,
fueron las palabras que salieron de Kirie, seguidas de un te amo. Esa
torcida confesión de amor había sido procedida por las palabras, Si vas a
ignorarme, prefiero que me odies por siempre.
Pensar
que Kirie había albergado semejante fantasía en la profundidad de su torcida
mente, asqueó a Riki. Incluso si el sexo en todas sus formas ya fuera consentido
o violento, era trivial en los barrios bajos, si Kirie hubiera mencionado esas
palabras con una cara regia, Riki lo hubiera acabado entonces y ahí mismo.
Ser
pretendido por Luke no le había generado problemas a Riki en absoluto, pero con
Kirie era algo diferente. Porque para Kirie, el sexo significaba mejorar
personalmente a expensas de alguien más.
“¿Sabías
que era una fantasía de Kirie desde el principio?” Preguntó Riki sin pensar.
Al
menos cuando estuvo con Mimea, nadie lo había sorprendido. Pero el castigo por
eso había ido más allá de la imaginación y lo brutal. Así que, aunque fuera una
ilusión, era real a los ojos de Iason en la pantalla—¿y cómo habría reaccionado? La idea cortó
a Riki hasta los huesos.
“Al
principio sentí la necesidad de estrangular cuando lo vi,” dijo Iason
despreocupadamente, alarmando a Riki.
¿Estrangular
a quién? ¿A Kirie? ¿A mí?
“Pero
supe que no eras tú de inmediato.”
Los
labios de Iason se curvaron perversamente.
“La
forma en que gimes, la forma en que te retuerces, tu cara al eyacular, son
completamente diferentes,” dijo Iason. Riki sintió el calor apoderarse de sus
mejillas en vergüenza y rabia.
Cabrón.
“¿Entonces
por qué me mostraste esa mierda asquerosa?”
“Para
hacerte entender.”
“¿Entender
qué?”
“Que
no hay segundas oportunidades.” Los ojos de Iason eran tan fríos como el hielo.
La voz acuchilló justo a través de Riki.
“¿Recuerdas
lo que te dije antes?”
“¿Qué
cosa?”
“Las
reglas del salón.”
En
la mayoría de los casos—algo
pasaba en el salón—pero
Iason estaba hablando de otras reglas.
“Te
refieres a no provocar, ¿verdad?”
“Sí.”
“Cualquier
escándalo, no importa la causa, sin excusa. Castigo inmediato—¿de acuerdo?”
No
era como si alguien quisiera pelear con Riki ahora.
“Así
que ya no me necesitas, ¿verdad? ¿Le digo a Cal que me recoja?”
“No
te preocupes. Yo mismo te llevaré a casa.”
“¿Con
correa?”
“Por
supuesto.”
Con
un suspiro, Riki bajó la mirada.
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